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En el corazón de Seúl, donde las altas torres y los rascacielos se alzaban en un constante recordatorio del progreso y la modernidad, se encontraba la iglesia de la Redención. Una estructura majestuosa de mármol blanco, con imponentes vitrales que filtraban la luz del sol para pintar un arcoíris en el suelo de mármol pulido. La congregación acudía en masa cada día para escuchar las palabras del líder religioso más respetado de toda la ciudad: el reverendo Lee Jaewook.

En el epicentro de este mundo espiritual, Minhyung, el hijo del reverendo, era la personificación de la pureza ante los ojos de los creyentes. Con una sonrisa serena y ojos comprensivos, se movía entre los fieles como una figura celestial, siempre dispuesto a ofrecer una palabra amable o un gesto de apoyo. Era la imagen perfecta del hijo devoto, el confidente de los jóvenes en busca de orientación espiritual.

El día comenzaba para Minhyung con la retumbante melodía de las campanas de la iglesia que anunciaban la primera misa del día. Su rutina matutina incluía una lectura reflexiva de pasajes bíblicos, seguida de la preparación cuidadosa de su vestimenta impecable. Vestido con túnicas blancas y con una mirada tranquila, descendía por la escalinata de mármol de la iglesia, saludando a los feligreses que ya se arremolinaban en el vestíbulo.

Sus días se llenaban de actividades caritativas y discursos edificantes. Minhyung se dedicaba a orientar a los jóvenes que buscaban respuestas espirituales. Su voz resonaba en el recinto sagrado mientras exponía sus sermones llenos de amor y compasión. Y a medida que avanzaba el día, se sumía en las tareas administrativas de la iglesia, supervisando la contabilidad y gestionando las generosas donaciones que fluían de los devotos. En la superficie, era el epítome de la virtud y la piedad, pero detrás de los ojos amables y la sonrisa benevolente, se escondía un secreto oscuro.

En su despacho privado, lejos de las miradas curiosas, Minhyung revelaba su verdadera naturaleza. Los ojos que miraban con compasión en la iglesia se transformaban en espejos de narcisismo y astucia. Los informes financieros sobre la mesa eran su reino, y cada cifra contaba una historia de riqueza y poder. La iglesia prosperaba y él era su hábil arquitecto, guiando los destinos de los creyentes a su antojo. 

El reverendo Lee, su padre, confiaba en él ciegamente, ajeno a las verdaderas intenciones de su propio hijo. Minhyung había aprendido a disfrazar sus verdaderos deseos detrás de la fachada de la piedad, convirtiéndose en el guía espiritual perfecto para aquellos que buscaban respuestas al sentido de sus vidas.

En uno de esos aburridos días rutinarios, cuando el sol dorado de Seúl pintaba de tonos cálidos los vitrales de la iglesia, Minhyung se encontraba junto a su padre mientras este pronunciaba un discurso inspirador sobre la fe y la redención. Los fieles asentían en aprobación, con sus miradas fijas en el líder religioso. El joven, por su parte, mantenía su expresión serena, aparentemente absorto en las palabras de su progenitor.

De repente, la paz que reinaba en la iglesia se vio interrumpida por la entrada apresurada de una mujer, con vestimenta modesta y rostro afligido. Los ojos de Minhyung se estrecharon levemente al verla, pero rápidamente los transformó en una mirada comprensiva antes de que alguien más notara su cambio de expresión. El reverendo, al percatarse de la presencia de la mujer, detuvo su discurso con un gesto amable, invitándola a acercarse. 

Ella, visiblemente nerviosa, se aproximó al púlpito con pasos titubeantes.

—Reverendo Lee, perdón por interrumpir, pero necesito su ayuda. Mi nombre es Eunhee, y vengo de una provincia lejana con mi hijo, Minseok. —Habló con voz temblorosa, buscando el consuelo del líder religioso.

El hombre mayor la miró con compasión y extendió su mano en gesto de apoyo. 

—Bienvenida, hija. No hay necesidad de disculparte. Estamos aquí para ayudar. ¿En qué podemos servirte?

Asmodeus ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora