El Expreso de la Universidad para Especialistas de Hogwarts olía a café, dulces y cuero.
Ágata observaba hipnotizada cómo los esponjosos paisajes de bosque y explanadas verdes se iban tornando más oscuras a medida que una ligera capa de nubes perladas fueron encapotando el cielo, amenazando con una de las últimas lluvias veraniegas. Había trucado la puerta de su compartimento y hecho que nadie que no fuera ella misma pudiera abrir la puerta, o ver su interior. Pasaría el resto del año conociendo a un montón de gente completamente desconocida por ella hasta el momento; necesitaba aquellas últimas horas de soledad.
Se las había pasado leyendo su colección de libros del primer curso, que era escasa: Historia de los Sistemas y las Reformas del Mundo Mágico, por Bartolomeu Waldorf; Filosofía del Mundo Mágico: Protegiendo un Legado, de Victoria Landson; Encantamientos diarios para cualquier contratiempo, de Vector Goldstein; y Navegando por las Facciones, de Albus Dumbledore.
El resto de sus libros y material se lo darían una vez asignada a su Facción. En la Universidad de Hogwarts no sólo dividían a los alumnos por casas (Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin, que eran cuatro las mismas que dividían a los alumnos de la escuela); sino que dentro de su propia casa, los dividían por facciones.
Como aparecía en el libro de Albus Dumbledore, las facciones estaban diseñadas para encontrar la rama de trabajo en la que más cómodo se encontrase la bruja o mago estudiante. A través de una prueba de manipulación mental por agentes expertos del ministerio y profesores cualificados para ello de la propia universidad, los nuevos alumnos deberían enfrentarse, dentro de su cabeza, a una serie de pruebas que, según su actuación en ellas, resultarían encajar en una de las facciones por encima de las otras. Las pruebas a las que debían ser sometidos dependían de la selección de asignaturas cursadas de los dos últimos años de escuela. Por ejemplo, sin haber cursado Cuidado de Criaturas Mágicas, uno quedaría descartado de primeras para Cordialidad y Abnegación, y debería probar suerte con una prueba para alguna de las otras. El primer año estarían obligados a permanecer en esa facción, aunque tenían la posibilidad de cambiarla en segundo si así lo deseaban y sentían. Qué de etiquetas, pensó Ágata.
En Ispanya, como en el resto de escuelas mágicas, también estaban separados por casas: la casa Falcon (los responsables e inteligentes), la casa Canis Lupus (los leales y valientes), la casa Ambystoma (los empáticos y adaptables), la casa Synanceia (los curiosos y aventureros), y la casa Boa (los ambiciosos y astutos).
Ágata había sido siete años de su vida miembro de la casa de Boa. Su símbolo, como su nombre, era el de una boa que formaba una gran "B" de color esmeralda y detalles en plata. A Ágata le recordaba mucho al símbolo de la casa de Slytherin; no era un gran misterio que lo más probable era que entrara en esa casa una vez finalizada la ceremonia de selección. Sus características eran similares: orgullo, ambición, astucia.
Ella nunca se había considerado una persona muy orgullosa, hasta que se fue haciendo mayor. Fue una sorpresa para ella entrar en la casa de Boa cuando tenía once años. Después de que su por aquel entonces reciente amiga Berta, con quien había compartido sitio en el tren de Madrid a la escuela y que venía de una familia de magos le hubiera explicado las cualidades que se requerían en cada casa, Ágata estuvo convencida de que entraría en la casa de Falcon o en la casa de Ambystoma. Sin embargo, y para su agrado, acabó con las boas como Berta, que disfrutaba de todo un linaje que había pasado por esa misma casa (o al menos, en su mayoría).
Ágata siempre fue una niña tímida y reservada: agachaba la cabeza cuando pasaba al lado de estudiantes mayores, se le llenaban los ojos de lágrimas si algún profesor le levantaba la voz, y limitaba su círculo a unas pocas personas. Pero en algún punto de su paso por la escuela, comenzó a querer más; no le bastaba con ser una de las mejores jugadoras de Quidditch de su colegio, o llegar a ser capitana del club de duelo, o una de las primeras de su promoción. No, claro que no; quería más. Y eso, de alguna forma, le hacía sentir culpable y avergonzada. Sí, tenía orgullo; pero eso era algo que jamás admitiría en voz alta.
ESTÁS LEYENDO
El Despertar de los Sanna: Los Hilos del Destino
Fanfic¿Quien fue el primer mago? ¿Quien fue la primera bruja? El surgimiento de las personas mágicas es desconocido, pero sus inicios se remontan a una familia; los Sanna, datados en la antigua Roma. Sin embargo, la continuación de este linaje es desconoc...