El séptimo cielo

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Al darse la vuelta, se encontró con su amiga Clara Gracián, que la dirigía una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Clara! ¿Qué haces aquí? —exclamó emocionada, abrazándola.

—He pensado que estaría bien venir a felicitarte por el partido de hoy. Pero ya veo que estás ocupada —respondió guiñándole un ojo.

—Oh, perdonad: Noah, esta es Clara Gracián, una antigua compañera de Ispanya. Clara, este es Noah Price, el capitán de mi equipo —les presentó.

—Encantada, Noah. Parece que Ágata tiene buen gusto por los amigos...

—¿Y a mí no me vas a presentar?

Mattheo se acababa de acercar a ellos. En la penumbra del ambiente, su apariencia irradiaba un encanto singular que Ágata no había podido apreciar a causa de la vergüenza cuando le había visto por primera vez aquella noche. Envuelto en una camiseta de licra negra que abrazaba cada contorno de su torso y unos vaqueros oscuros a juego, estaba especialmente atractivo.

—Clara, Mattheo... En fin, ya os he hablado a ambos del otro.

—¿Que tal todo, Mattheo?

El horror se apoderó de Ágata cuando advirtió a quien le pertenecía la voz que saludaba a Mattheo; un grupo de Ravenclaw, amigos de Clara, estaba justo detrás de su amiga, del que procedía la desagradable voz melosa de Romilda Vane. Se adelantó hacia ellos con paso decidido.

—Que sorpresa, Romilda. Pensé que irías a la fiesta de Ravenclaw —le respondió Mattheo con su ya usual educada sonrisa.

—Bueno, ya me conoces; me gusta una fiesta de verdad, y ahí apenas bailaban.

—A ver, no estaba tan mal... —puntualizó Clara.

Aquella era una situación peculiar. Clara, Mattheo, Noah, Romilda y Ágata se miraron los unos a los otros, incómodos.

—Bueno... ¿Más vino? —le preguntó Noah a Ágata. Ésta lo acepto de buena gana.

Noah volvió a coger la botella de Berry Ocky Rot de la mesa y llenó un poco más la copa de Ágata. Bebió a sorbitos cortos, evitando así tener que ser la primera en volver a hablar.

—¡Ágata! ¡Ha venido tu amiga de Ispanya! —observó Pansy acercándose también al grupo.

Detrás de ella estaban el resto de los chicos. Agradeció en silencio la intrusión de Pansy.

—¿Es a la que le gustaba Mattheo? —preguntó Blaise, acercándose también.

A Ágata se le encendieron las mejillas. También Romilda parecía incómoda ante aquella revelación sobre la que parecía ser su propia amiga (¿cómo era que lo eran?). Ágata no se acordaba de que se lo había soltado a Pansy y a los chicos a traición.

—¡Ágata! —espetó Clara a modo de reproche.

—Lo siento... se me escapó.

—Espero que no me digas nunca cuando alguien te gusta, porque te pienso traicionar.

—Entonces, ¿en serio te gusta Mattheo? Porque otros de nosotros no estamos nada mal tampoco, ¿sabes?

—Enzo es un buen espécimen, Clara. Mucho mejor que yo, la verdad —agregó Mattheo al comentario de Enzo en tono divertido.

—No lo dudo —respondió Clara, volviendo a mostrar su habitual sonrisa.

Ágata sabía que Enzo le había echado el ojo el día que vino a saludarla a la mesa durante el banquete de bienvenida. Mattheo parecía haberse dado cuenta también, porque miraba a su amigo con un gesto sarcástico y burlón.

El Despertar de los Sanna: Los Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora