El incendio

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Los terrenos de la universidad estaban más espectaculares que nunca bajo la luz de los fuegos artificiales. Noah le contó a Ágata que era tradición que los alumnos de cuarto curso los crearan de acuerdo a su facción y casa en esas fechas, y le pareció una tradición preciosa.

Bajo el manto estrellado que cubría el castillo de Hogwarts, la anticipación se palpaba en el aire como una corriente eléctrica. La gran explanada del castillo estaba abarrotada de alumnos que bebían y sonreían animados por la ocasión y el alcohol, y algunos de los profesores también se encontraban allí. Ágata divisó al profesor Davis y a la profesora Miracle al lado del profesor Brennan; se podría decir que era el docente favorito de Ágata. No por cómo enseñaba o porque fuera uno de los pocos que no la miraba con perspicacia, que también influía, sino por la complejidad de su asignatura y la notable habilidad de Brennan (Encantamientos en la Vida Diaria), que le parecía que superaba a la de los demás profesores con creces. Los encantamientos que se llevaban a cabo habitualmente en los hogares solían pasar desapercibidos y a menudo eran minusvalorados; sin embargo, eran los más difíciles de hacer. Ser capaz de tener en funcionamiento varias cosas a la vez, como tal vez un fuego sobre el que se cuece una sopa que es removida por una cuchara por cuenta propia o unas manos invisibles que tejen una bufanda, era una de las cosas más complicadas que podía hacer un mago. Mientras muchos hombres se jactaban de sus respetados trabajos mientras que sus mujeres se quedaban en casa, éstos no se daban cuenta de que quien realmente tenía el poder eran sus parejas: ya le habría gustado a Ágata ver a más de un hombre llevando una casa y encantando varias cosas a la vez para que ésta estuviera en funcionamiento y nunca faltara de nada. Muchos no eran capaces de llevar a cabo ni la mitad de estos encantamientos, que requerían de más habilidad y poder que aquellos que actuaban y tenían un impacto tan solo en el momento en el que se decía el conjuro.

Toda la universidad parecía haberse congregado junto al lago para presenciar uno de los eventos, aparentemente, más esperados del año. Sin embargo, cuando Ágata buscó con la mirada a la directora Sayre, no la encontró. En el centro de la explanada había una plataforma elevada que se erguía imponente, donde estaban los alumnos de cuarto con sus varitas preparadas para activar sus correspondientes explosivos. Ágata se había dejado su propia varita guardada en la túnica que había dejado en el cuarto de Pansy.

Los fuegos artificiales habían comenzado a pintar el cielo con su resplandor después de un estruendo majestuoso, creando un espectáculo que los dejó a todos maravillados. Los de primero estaban más sorprendidos que el resto, pues era su primera vez disfrutando de aquella ocasión. Ágata pensó que había estado tan enfrascada durante los últimos meses en sus propios problemas que se había olvidado por completo de vivir la experiencia universitaria. Hasta ese día no había sabido nada acerca de los fuegos o la fiesta de San Valentín.

Los primeros en comenzar con el espectáculo fueron los de Abnegación de Gryffindor, cuyos fuegos artificiales estallaron en un glorioso torrente de colores. Los suyos eran el rojo, dorado y gris. Al lado de ellos, los de Abnegación de Ravenclaw ofrecieron también una exhibición de ingenio y creatividad sin igual, y podría decirse que incluso superior a los Gryffindor. Sus fuegos artificiales tomaban la forma de complicadas figuras geométricas que se entrelazaban en el aire, creando un ballet de luces hipnotizante.

Clara vitoreó especialmente a los de su facción y casa. A Ágata le pareció tierna la forma en la que Enzo le pasaba el brazo por los hombros y la susurraba cosas al oído mientras ella se sonrojaba. También ánimo a los de Abnegación de Ravenclaw como si perteneciese a su grupo.

En contraste, los de Abnegación de Hufflepuff optaron por una exhibición más cálida y acogedora. Sus explosiones se transformaron en figuras de animales mágicos: conejos saltarines, tejones juguetones e hipogrifos que sobrevolaban el cielo antes de estallar y llenar el firmamente con su energía inocente. Era tal el espectáculo que a la mayoría de los presentes se le olvidó que todo estaba cubierto de nieve y que hacía un frío terrible.

El Despertar de los Sanna: Los Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora