Besos de chocolate

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Al día siguiente el tiempo no les acompañó tanto como lo había hecho la tarde anterior. La nieve caía y cubría cada centímetro de los terrenos de Hogwarts. Jugar al quidditch no era tan incómodo cuando nevaba como cuando llovía, pero aún así el partido de Osadía de Slytherin contra Verdad de Hufflepuff fue un tanto adverso. Los copos de nieve se le metían a Ágata en los ojos, pero aún así pudo capturar la snitch y poner punto final al partido otorgándole a su equipo doscientos puntos de ventaja.

En los vestuarios tuvo que soportar los resoplidos de Mattheo, que desentonaban notablemente con los vítores del resto del equipo por su victoria: aún así no le importó. Una parte de ella estaba disfrutando tremendamente, por primera vez en mucho tiempo, de su mala gana.

No tardó mucho en cambiarse y volver al castillo. Había quedado con Pansy para arreglarse para la fiesta de San Valentín y, después de que en la cena del día anterior Ágata les anunciara que Clara también se uniría a ellos, ésta también se prepararía con ellas. Aquello no le hizo demasiada gracia a su amiga:

    — ¿Pero y que hay de la mentira que le contó a Romilda? No sé, creo que no es buena idea.

    — Ya está todo solucionado. Es buena chica, de verdad; creo que os podríais llevar muy bien.

Aunque Pansy la miró con recelo, finalmente cedió. Ágata pensó que sería mejor no contarles a ninguno de ellos nada acerca de veritaserum. Sería complicado explicarles por qué lo había hecho Draco y lo que Clara había respondido. Y ésta pareció conforme con aquella decisión.

Enzo no tardó mucho en pedirle que fuera su pareja en la fiesta, cosa que no hizo más que irritar a Theo:

    — Y que hago yo, ¿ir con Blaise? No te ofendas, tío, estás hecho todo un semental, pero me imaginaba a alguien más... femenino.

Blaise levantó ambas manos en señal de conformidad:

    — Seremos dos solterones juntos. Estoy contigo, tío.

Cuando Ágata llegó al castillo, la sala común ya estaba abarrotada de gente. Subió a toda prisa al cuarto de Pansy, que ya estaba allí con Clara.

    — ¡Ha sido un partidazo, Ágata! —le felicitó ésta cuando entró.

    — Gracias, Clara —dijo devolviéndole el abrazo.

    — No me extraña que te quisieran para uno de los mejores equipos del mundo. Aún así, me alegro de que lo rechazaras —le dijo Pansy desde su escritorio, donde se estaba echando colorete.

Ágata la sonrió y se quitó su capa, que estaba aún humedecida por la nieve. La dejó en la cama, que estaba repleta de ropa y maquillaje. Pansy le había prometido prestarle un vestido que, según ella, la quedaría perfecto. Sobre la puerta del armario estaba colgado uno de una percha de tela blanca bastante corto.

    — ¿Es éste el vestido, Pans?

    — Ese es —respondió sin dejar de aplicar una abundante capa de colorete sobre sus mejillas—. Pruébatelo, te va a encantar.

Mientras se cambiaba, Ágata no pudo evitar sentirse agradecida por la compañía de Clara y Pansy. Había pasado mucho tiempo desde que se había sentido tan relajada y cómoda en la presencia de otras personas, y sintió que en aquel momento todo era como a ella le habría gustado que fuera desde un principio. Se deslizó en el vestido con cuidado, disfrutando en parte de la sensación suave de la tela contra su piel.

Como no había espejo, se dio por satisfecha por el resultado del atuendo al ver las expresiones de aprobación de sus amigas. Pansy la miró divertida:

El Despertar de los Sanna: Los Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora