Halloween

146 11 1
                                    

Octubre pareció transcurrir en un suspiro. Las lluvias persistieron a lo largo del mes entero, tan fuertes que las aguas del lago se arremolinaban violentamente día sí y día también, escupiendo olas que iban a morir a la embarrada orilla y que chocaban contra la isla rocosa del hospital simulando, salpicando agua oscura en todas direcciones. El cielo estaba tan nublado y las ventanas del castillo tan empañadas, que hacia el mediodía todas las antorchas del castillo habían sido ya encendidas.

Entre la lluvia y los deberes y exámenes, no podían hacer mucho más que estudiar. Además de las clases, algo que mantenía ocupada a Ágata eran los entrenamientos de quidditch con su nuevo equipo, los de Osadía de Slytherin. Con la liga a punto de empezar, su capitán, Noah Price, les convocaba al menos tres tardes por semana para crear jugadas y practicarlas. Mattheo y Theo estaban en ella con el equipo; Mattheo como cazador y Theo como golpeador suplente.

    —Os lo digo; Price me tiene manía.

    —¿Tú crees? No sé Theo... Es verdad que tú lo hiciste mejor que los otros dos golpeadores principales durante las pruebas pero, ¿por qué iba a tenerte manía? —le preguntó Pansy tras uno de sus entrenamientos.

Ágata no pensaba que tan solo fueran paranoias de Theo; Noah le hacía trabajar mucho más duro que al resto, y le criticaba con más ferocidad que a cualquier otro jugador cuando cometía algún error.

    —Yo que sé, Pans. Como me jode que no se pueda destituir al capitán hasta que la liga termine. Encima todavía le queda un curso aparte de este para acabar la universidad; no pienso votar por él para el año que viene.

    —Yo creo que sé por qué te tiene manía —intervino Mattheo, acercándose a ellos.

Parecía que acababa de salir de la ducha; pequeñas gotitas de agua le caían del pelo húmedo manchando su camiseta blanca, y algunos rizos aún mojados le caían sobre los ojos. Ágata pudo oler el agradable aroma de su desodorante cuando saltó por encima de uno de los sofás y cayó sobre el asiento, quedándose enfrente suya y despertando a Blaise, que estaba recostado y adormilado por el calor que desprendía la chimenea de la sala común. A menudo, tras los entrenamientos, se sentaban a hacer deberes frente a una de las chimeneas y, para cuando pensaban que ya habían tenido suficiente, se dejaban caer en los sofás y butacones a charlar.

    —¿Por qué? —inquirió Theo con un renovado aspecto de interés, inclinándose hacia delante sobre el butacón de terciopelo negro y apoyando los codos sobre sus rodillas.

    —Te mira bastante mal cada vez que te acercas a Ágata, ¿es que no lo ves? —respondió éste, como si fuera lo más obvio del mundo.

    —Pues fíjate: sin la chica y de jugador suplente. Y ahogado por las clases. Me imaginaba una experiencia más sofisticada para la universidad, la verdad.

Ágata se había planteado hacer también las pruebas para el Club de Duelo; sin embargo, además de todas las clases y entrenamientos y el miedo de volver a agitar a una varita delante de todos los estudiantes que aún la miraban con suspicacia, estaban también las reuniones con la directora Sayre de los domingos a las 7.

    —Concéntrate, Ágata. ¿Dónde está ahora mismo la señorita Parkinson?

En su cuarta reunión, Ágata se pasó la mayor parte del tiempo con las palmas de las manos estiradas sobre un mapa de la universidad.

Habían estado practicando los conjuros localizadores, que le permitían situar en un mapa a cualquier persona de la que poseyera algún tipo de objeto que la hubiera pertenecido previamente y que se encontrara en el lugar que mostrara el mapa. Mientras Pansy se duchaba, Ágata aprovechó un día que se quedó haciendo deberes con ella hasta tarde en su habitación para cogerle una pulsera de su escritorio. La había partido y había separado las cuentas que la componían. Ahora una de ellas se movía por el mapa, tratando de mostrarle a Ágata la parte del castillo en la que se hallaba su amiga.

El Despertar de los Sanna: Los Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora