La Guardia de los Lunáticos

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Estar de vuelta en el día a día de la universidad no fue una experiencia agradable para Ágata. La noticia de que fue ella la estudiante hallada herida en el bosque se había extendido a una velocidad increíble. Mientras comía, sentada con Theo, Enzo y Clara, oía cuchicheos a su alrededor. Lo más curioso era que a ninguno de los que susurraban parecía importarle que Ágata se enterara de lo que estaban diciendo de ella. Más bien al contrario: era como si estuvieran deseando que se uniera a la charla. Aquellos que eran lo suficiente atrevidos como para preguntarla directamente qué era lo que la había ocurrido, la paraban en medio de los pasillos:

    —¿Es verdad que tu pelo ardió y que te lo han tenido que reconstruir poro a poro?

    —¿A quién esperabas en el bosque? ¿Ibas a enrollarte con Price?

    —¿En serio te encontraron cubierta de sangre de unicornio?

    —¡Pues yo te veo incluso más guapa que antes! Le pediré a la profesora Rummage que me haga a mí también lo que sea que ha hecho contigo...

    —¿No fue emocionante? ¡Que experiencia tan extrema!

    —Lo que no entiendo —comentó Ágata un lluvioso día de marzo con voz trémula, dejando el cuchillo y el tenedor sobre el plato de comida intacto, pues le temblaban demasiado las manos como para sujetarlos con firmeza— es por qué todos están más interesados en mí que en lo que le ha ocurrido al bosque. Hace unas semanas seguían llamándome "la loca"...

Todos menos Pansy, Blaise y Mattheo. Aunque Ágata estaba ya acostumbrada a las muestras de desprecio de éste último, había subestimado lo mucho que le dolería la distancia que su amiga había decidido poner entre ellas.

    —Me alegro de q-que estés bi-bien —le dijo en voz baja Pansy cuando se la encontró por primera vez en la sala común: tartamudeaba—. Fue un verdadero su-susto... Ya nos veremos. Tengo que hacer un... un trabajo para el profesor Bre-Brennan.

Trató de repetirse una y otra vez durante semanas que aquello era lo mejor. No le había quedado más opción que contárselo a Theo, Enzo y Clara; si podía, le ahorraría el peligro al resto de sus amigos, aunque estos no quisieran nada que ver con ella.

Por un lado fue un alivio ver que tanto Pansy como Blaise no se sentaban con Draco y Mattheo durante las comidas. Habían optado por una mesa con algunos de sus compañeros de Verdad, apartados de ella. En la mesa de Ágata ya sólo quedaban cuatro personas.

Todos ellos habían acordado no contarles la verdad, al menos no por el momento. Aunque agradecía la presencia de Theo y Enzo, se sentía un poco culpable de que por ella se hubieran dejado de hablar con sus amigos de hacía años. Aún así ellos no hicieron muchos comentarios al respecto, y más bien dedicaron cada minuto de su escaso tiempo libre a investigar cualquier cosa que les ayudara a esclarecer lo que había ocurrido en el bosque.

Ágata se vio obligada a contar unas mil veces más lo que ya les había contado en el hospital. Aunque todos tenían claro que algo oscuro y peligroso había acechado a Ágata aquella noche en el bosque, la identidad de la criatura seguía siendo una incógnita. La duda sobre si la sombra que había atacado a Ágata realmente era Laura Carrow seguía rondando sus mentes, pero era rápidamente descartada por los demás. Después de todo, Voldemort la había asesinado hacía trece años.

    —Es imposible que quien te atacara fuera ella —repitió Theo por milésima vez en lo que llevaban de mes—. Mattheo no mentiría con el asesinato de su madre: le conozco mejor que nadie y sé que no tendría motivos para hacer algo así. Tan solo era un niño cuando ocurrió.

El Despertar de los Sanna: Los Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora