Mattheo pudo ver la luz del día a través de sus párpados cerrados. Le dolía un poco la cabeza por la resaca; si no hubiera sido por eso, había descansado tan bien que no se habría acordado nada más despertarse de la noche anterior.
Entonces los recuerdos le embriagaron cruzándose en su mente como una película puesta a cámara rápida: había ido a su primera fiesta en la universidad, había bebido de las botellas de otros estudiantes que habían robado Theo y él, habían juego a prueba o verdad, en el que el había elegido prueba, en el que él había elegido a... Ágata.
Se le vino a la mente el diminuto armario en el que había permanecido con ella por siete minutos, siete minutos que se le habían antojado deliciosos. Especialmente, cómo la luz se colaba por las rendijas de la puerta e iban a iluminar las curvas de su figura, cómo no podía apartar la vista de Ágata mientras ella procuraba mantener la mirada fija en el suelo, incapaz de levantar la cabeza hacia sus ojos, y con un leve rumor adornando sus mejillas; su olor a vainilla y canela que se había metido hasta lo más profundo de él cuando alcanzó a besarle el cuello...
Y luego la imagen se desvaneció, y se transportó a la calidez de la lumbre de su habitación, que inundaba el rostro y el cuerpo desnudo de Ágata con sus reflejos. Recordaba vívidamente el lunar de su pecho derecho, la hendidura bajo sus clavículas, la cicatriz de la rodilla que alcanzó a besarle. En sus oídos retumbaba el recuerdo de sus gemidos, llenos de deseo y placer. Su boca, que le pedía cada vez más y que lo devoraba.
Un agradable cosquilleo le recorrió el cuerpo. Notó el suave tacto de las sábanas que rozaban su piel. Estaba acurrucado en un lado de la cama, como solía situarse cuando era niño y aún dormía bien. Con un perezoso movimiento, estiró su cuerpo, agarrotado por el descanso. Desconocía que hora sería.
Sin abrir los ojos, se giró hacia el otro lado de la cama, y estiró su brazo izquierdo. Tan solo alcanzó a tocar el cubre sábanas del colchón.
Entonces los abrió. Aquella noche, Ágata había dormido junto a él, acurrucada en su pecho. Había trazado delicados movimientos con sus dedos sobre su torso, haciéndole caer en un sueño apacible.
Debería estar ahí con él. Debería haber permanecido allí, dormida, al otro lado de la cama.
Sin embargo, cuando Mattheo consiguió adaptar sus ojos a la luz matutina, vio que Ágata ya no estaba.
Bajó a grandes zancadas las escaleras que separaban la habitación de Mattheo y la suya y, al llegar a su puerta, la abrió con un brusco movimiento y la volvió a cerrar tras ella. Murmurando un tímido "buenos días" a su compañera de cuarto Penelope Padgett, que salía en esos momentos del cuarto de baño, se apresuró a esconderse en las intimidades de su cuarto.
Estaba tal y como lo había dejado la tarde anterior, cuando tan sólo entró para coger algunas cosas que necesitaba antes de dirigirse al cuarto de Pansy para cambiarse con ella e ir a la fiesta. Su cama estaba deshecha, y su pijama yacía arrugado sobre ella. Se quitó rápidamente el vestido rojo que le había prestado su amiga y lo lanzó al otro lado de la habitación, como si al hacerlo pudiera deshacerse también de todas las decisiones que había tomado con él.
Y también las que había acatado sin él. Se había descontrolado con el vino, algo que le haría arrepentirse por un largo tiempo. Había sucumbido a sus propios deseos, a sus anhelos...
Se acercó al trozo de espejo que le había dado Dumbledore y que yacía ahora sobre su escritorio. No tenía mucho sentido el habérselo traído con ella a Hogwarts. Recordaba haberse debatido durante días, sino semanas, si llevárselo a la universidad o no. Se había quedado en uno de los cajones de su escritorio de su casa en Madrid tras la batalla, y lo observaba esperanzada de vez en cuando, esperando ver a Mattheo. Mattheo, que al parecer no volvió a tocar el espejo hasta el día de su partida a Hogwarts, pues había permanecido vacío sin mostrar reflejo alguno, hasta el seis de septiembre cuando comenzó el curso escolar.
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El Despertar de los Sanna: Los Hilos del Destino
Fanfiction¿Quien fue el primer mago? ¿Quien fue la primera bruja? El surgimiento de las personas mágicas es desconocido, pero sus inicios se remontan a una familia; los Sanna, datados en la antigua Roma. Sin embargo, la continuación de este linaje es desconoc...