Las primeras semanas del año pasaron sin demasiados incidentes, a menos que se cuente como tal el que Theo dejara que se fundiera su sexto caldero en clase de Pociones.
—En la Escuela no se me daba tan mal, ¿sabéis? —se apresuró a justificarse frente al resto, que se reían entre dientes mientras tiraba el caldero a la basura—. De hecho era de los mejores. No sé que me pasa.
Realmente Ágata no pensaba que fuera su culpa: Enzo había sido el único que había sido capaz de acabar la poción que la profesora Tang les había retado a hacer aquel día sin su supervisión y sin sus habituales recomendaciones. Antes de eso, y por primera vez desde que habían comenzado las clases, los de Osadía de primero habían ido a los invernaderos. Tang les explicó cuando llegaron con un excesivo entusiasmo cómo algunas de las plantas cítricas existentes en el mundo mágico podían ser utilizadas tanto en pociones curativas como en venenos mortales, dependiendo de cómo se manipularan y combinaran con otros ingredientes. Mencionó nombres como "citrus mortiferum" y "acidus citrónicus", destacando su versatilidad en el mundo de la alquimia mágica.
—La citrus mortiferum, también denominada dystrophia, es una planta conocida por sus propiedades letales cuando se utiliza en la preparación de venenos o se ingiere o toca directamente —les había explicado mientras cortaba algunos de los tallos de la planta con unos gruesos guantes de piel de dragón y se los mostraba con orgullo a sus alumnos—. Las hojas trifoliadas que crecen de ella son unas de las más letales que existen. Sin embargo, cuando las propiedades de la planta se combinan con ciertos ingredientes, puede ser parte de una poderosa poción curativa que puede salvar vidas si nos hayamos, por ejemplo, ante la mordedura de una Acormántula. Suelen ser animales pacíficos, pero no os confiéis: si las cabreais, pueden ser letales.
—Pacíficas, ¡já! —escuchó Ágata que se mofaba Ron Weasley detrás suyo con Harry, aunque a pesar de su intento por sonar sarcástico pudo intuir también un ligero toque de temor en su voz—. Esta vieja loca no diría lo mismo si hubiera conocido a la dichosa de Aragog.
Cuando volvieron de los invernaderos a las mazmorras para realizar un elixir aracnídeo con los tallos de la citrus recién cortados, Enzo fue el único que terminó la mezcla antes de que sonara la campana. A diferencia del resto de sus compañeros, había extraído el aceite esencial del tallo en lugar de echarlo directamente a hervir junto con el polvo de escarabajo lunar y la raíz de mandrágora purificada, lo que hizo que la profesora Tang estallara en vítores de orgullo alagando su elocuencia, y dejando a Theo extraordinariamente colorado por no haber conseguido siquiera poner el fuego del caldero a la temperatura adecuada.
Después de la clase, Ágata pensó que podría aprovechar el ratito libre del que solía disfrutar entre el fin de la mañana y el almuerzo para subir a la buhonera. Desde que el año había comenzado, no le había escrito ni una sola carta a la directora Buxaderas más allá de una felicitación formal por la entrada del nuevo año, y se había sentido un poco culpable por ello. La directora no tardó mucho en responderla, asegurándose también de pedirle que siguiera contando con ella para lo que necesitara.
Aún así, Ágata no lo había hecho. Después de su reunión con la directora Sayre y la profesora Miracle, su idea de acudir a un adulto más experimentado y enterado que ella había ido perdiendo su fuerza por momentos. ¿Cómo iba a confesarle a cualquiera de sus mentoras las consecuencias de haber sido débil y de haber confiado demasiado en su suerte?
Cuando llegó a lo alto de la torre oeste cogió con manos temblorosas un trozo de pergamino y una pluma del estante de la entrada y se sentó en el suelo para tener un mejor apoyo. Cuando Matilda se percató de su presencia, pues estaba dormida cuando llegó, lanzó un suave graznido desde su perchero y se le acercó batiendo sus alas con aspecto animado. Ágata apenas pudo escribir una palabra con Matilda posada sobre su hombro:
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El Despertar de los Sanna: Los Hilos del Destino
Fiksi Penggemar¿Quien fue el primer mago? ¿Quien fue la primera bruja? El surgimiento de las personas mágicas es desconocido, pero sus inicios se remontan a una familia; los Sanna, datados en la antigua Roma. Sin embargo, la continuación de este linaje es desconoc...