Todo sigue

69 10 0
                                    

—Asombroso. Verdaderamente asombroso. Fue un milagro que quedaran todos con vida. ¿Quién se lo iba a imaginar?

—Desde luego, señor ministro...

—¿Qué vamos a hacer, Adeline? Esto va a ser muy complicado de explicar.

—He convocado una reunión urgente con el comité. Necesitamos tomar medidas lo antes posible.

—¿Y qué me dice de la señora Tang? Usted misma me ha dicho que sus alumnos comienzan a hacer preguntas. Lleva ya varios días desaparecida...

—Se me están acabando las opciones, Kingsley, no voy a mentirle. Su familia me ha escrito también...

—Oh, por Merlín, ¿cómo justificaremos esto ante la comunidad mágica?

—Eso nos va a resultar un tanto complicado, ministro. Como le decía, su familia ayer mismo me envió personalmente una lechuza preguntando sobre el estado de la señora Tang. Lleva días sin responder a sus mensajes, estaban muy unidos y se escribía con sus padres a menudo...

—Pobre...

—Claro está, no puedo decirles que fue el señor Riddle quien acabó con su vida. Sería imposible de explicar y armaría un tremendo alboroto... Su hermano está preparando sus cosas.

—Por supuesto, este es un caso excepcional. Debemos hacer esto con discreción.

—Son muchas las medidas que tenemos que tomar. Nunca antes en todos mis años de docencia me he encontrado con esta situación. Un alumno que le quita la vida a uno de sus profesores...

—Debemos darnos prisa en encontrar algún motivo para explicar su muerte. Le debemos por lo menos que sea de la manera más digna posible.

—Si... A propósito, señor ministro, ¿cuando llevarán los presos a Azkaban? Llevan ya demasiado en el castillo, no me siento muy cómoda sabiendo que aún están aquí.

—Los Inefables y los aurores están en ello, Adeline. Pronto acabaremos con las interrogaciones. Hemos preparado un carruaje que llegará aquí mañana por la noche.

Hubo una pausa. El cerebro de Ágata comenzó despertar poco a poco y, al hacerlo, una sensación punzante se acentuó en su estómago. Abrió los ojos.

Alguien le había puesto una tela sobre uno de ellos. Todo estaba borroso. Al otro lado de la habitación del hospital simulado, a unos cinco metros de ella, vislumbró a la señora Rummage inclinada sobre otra cama, dándole la espalda. Nunca había estado en una habitación con más de una. Bajo el brazo de la profesora distinguió el pelo oscuro de Pansy.

La luz de la luna caía sobre su cama. También tenía los ojos abiertos. Parecía petrificada y, al ver que Ágata estaba despierta, abrió mucho los ojos. Ágata giró la cabeza hacia la puerta. Estaba entreabierta y las voces de Kingsley Shacklebolt y la directora Sayre entraban por ella desde el corredor.

A diferencia de la otra habitación donde Ágata había permanecido todas y cada unas de las veces que había sido ingresada, ésta era una mucho más alargada y espaciosa. Había dos camas que podían ser separadas por un biombo que estaba en esos momentos plegado. A su izquierda había un monitor que mostraba sus constantes, que aquella vez no pitaba, y a su derecha una percha de suero.

La profesora Rummage llegó entonces caminando enérgicamente por la oscura sala hasta la cama de Ágata. Ella se volvió para mirarla. Llevaba una jeringa con la aguja más grande que había visto en su vida. Parecía una varita de metal.

—¡Ah, estás despierta! —dijo con voz animada. Rodeó la cama y comenzó a introducir la jeringa en el cuentagotas. La bolsa de suero se rellenó con un líquido verdoso.

El Despertar de los Sanna: Los Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora