Introduciendo las Facciones

296 14 4
                                    

El día anterior, Ágata había podido conocer a los amigos de Pansy. A pesar de las advertencias de la directora Sayre y la directora Buxaderas justo antes de su partida a Londres, éstos la habían recibido con los brazos abiertos y le habían caído muy bien. Acribillaron a Ágata con preguntas de su antigua escuela y de España, y ésta les contestó encantada, aunque no dejó de advertir las miradas furtivas que cada uno de ellos le dirigían a Draco Malfoy,  sentado dos mesas más atrás.

Mattheo era el más callado de todos; parecía un chico pensativo y reservado. A simple vista, no habría asumido eso de él. También era muy atractivo: tenía el pelo castaño oscuro y rizado, facciones algo infantiles y un bigote afeitado de lo que parecía un par de días atrás. Ágata sabía muy bien que era con el que menos debía intimar, pero también era el que más ganas había tenido de conocer en persona...

Después de la cena se dirigieron junto al profesor Reginus y el resto de los estudiantes de primero a las mazmorras, donde llegaron tras cruzar sendos corredores fríos y pobremente iluminados hasta llegar a un frontón donde albergaban las habitaciones para la primera semana.

Ágata y Pansy se instalaron en la habitación número 23. Les explicaron que, una vez asignadas las Facciones, se asentarían en las que serían sus habitaciones los próximos cuatro a cinco años (dependiendo de si querían cambiar de facción en el segundo año, ampliando un año más sus estudios por el primer año "perdido"). Allí podrían elegir a su compañero de dormitorio, con la única condición de que deberían estar en la misma facción y, por lo tanto, en la misma torre.

    —Espero que estemos en la misma torre... —le había murmurado Pansy.

Disfrutó de una noche magnífica de sueño después del día tan cansado que había pasado. A la mañana siguiente, Ágata se levantó a las ocho, algo más tarde de lo que debería por el horario del desayuno y, con cuidado para no despertar a Pansy, agarró sus cosas de aseo y se dirigió a los baños compartidos de las chicas.

Mientras se duchaba, no paraba de repetirse preocupada la pregunta de Mattheo de la noche anterior: ¿Nos conocemos de algo?

"No... No creo". Pues claro que no. Ni creer, ni pensar, ni sentir. Mattheo Riddle había sido un desconocido, y nada más, hasta que se presentaron la noche anterior. Pero estar en su misma casa... Querer llevarse con su grupo de amigos... Tal ve tendría que buscar otro grupo en el que asentarse...

Ágata sacudió la cabeza. No, no tenía nada que temer. No había manera de que Mattheo pudiera reconocerla, o saber quién o qué era ella.

Cuando volvió a su dormitorio, Pansy ya estaba despierta.

    —¡Buenos días! —exclamó nada más verla entrar con más energía de la habitual para un ser humano normal a las ocho y media de la mañana—. Hoy tenemos mucho de que hablar. Anoche me quedé frita... A propósito —añadió mientras se levantaba de su cama para sacar de su baúl colocado a los pies de su cama un gran neceser de color esmeralda con el símbolo de Slytherin grabado en el centro—; cuidado con Theodore, ya te ha echado el ojo. Aunque también vi que Mattheo no paraba de mirarte...

    —Tenemos mucho de que hablar, sí —rió Ágata.

    —No tendrás novio, ¿no?

    —No, que va... —respondió Ágata.

Pero había tenido uno, en quinto; aunque no habían durado ni seis meses. Tuvo algún que otro rollete en sexto y séptimo, pero nunca había llegado a nada serio. Estaba demasiado ocupada con sus estudios, el quidditch, el club de duelo, las reuniones privadas con la directora Buxaderas...

Pansy fue a ducharse. A pesar de que Ágata estaba emocionada por estar en la Universidad de Hogwarts, echaría de menos a Ispanya y a sus antiguos amigos.

El Despertar de los Sanna: Los Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora