001: Yo soy el que siempre ha estado allí para ti.

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Aprendí que los días pueden ser largos, pero la vida es corta.

Llegué a la dolorosa conclusión que todos se van y nada es para siempre.

¡Kylie, a llegado Nathan a verte! —escuché el grito de mi padre, desde la planta baja.

¡Estoy arriba! —grité de vuelta al mismo tiempo que abría la puerta para que me pudieran escuchar con más claridad, se escucharon algunos murmuros antes de que unos pies subieran los peldaños de escalera hasta mi habitación.

Hoy era el último día que pasaría en Atlanta antes de que me fuera dirección a Oakland, California. Sabía con certeza que Nathan vendría a despedirse antes de que saliera mi avión, porque prácticamente hemos vivido la vida juntos desde que tenemos uso de conciencia y ese era el único impedimento que me ataba a quedarme en Atlanta, había momentos en la vida que eran difíciles de afrontar.

¿Como va la huida, Ky? —me preguntó Nathan, a los segundos de abrir la puerta.

¿Huida?... —pregunté, frunciendo el ceño. —...sabes que no estoy huyendo de nada, sólo voy a ir a la universidad.

A unos tres mil novecientos sesenta y dos kilómetros de distancia... —contestó. —...la gente no piensa lo mismo.

¿Te sabes la distancia entre ambas? 

¿Para qué sirve Google Maps entonces? —preguntó, carcajeando.

Me encogí de hombros, soltando una carcajada que poco después intercambié por una mueca.

Me da exactamente igual lo que la gente piense de mí, si hago esto es para que la gente se de cuenta de que clase de persona soy.

Pues querida Ky, les estás dando a entender otra cosa. —se encogió de hombros.

¿Qué cosa? —pregunté, inclinada.

Cobardía.

Aquél término se enterró de tal forma en mi interior, que inmediatamente sentí como mis ojos se empezaron a aguar y mi cuerpo se empezó a deslizar hasta caer en la mullida cama que se encontraba en mis espaldas.

Sé que hay cosas que por mucho que las superes son muy difíciles de olvidar. —susurró, acariciando mi espalda continuamente en modo de consuelo.

Nat, hace mucho tiempo que lo olvidé... —susurré, de vuelta. —...sólo necesito un cambio de aires.

¿Entonces porqué lloras?... —preguntó. —...a lo mejor lo que necesitas no es un cambio de aires, si no sólo un huracán que te desordene por completo.

Porque después de repetidos desamores, siento que no le merezco a nadie. —agaché la cabeza, decaída.

Creo que tu boca debería estar en silencio porque no dice la verdad... —negó con la cabeza. —...Ky, la vida no se trata de desamores ni quién merece qué. La vida es muy larga para poder cumplir tus sueños, para lograr lo que te propones y sobretodo para encontrar a la persona indicada. Es más, tu persona indicada puede hasta estar más cerca de lo que tu puedas creer.

No digas tonterías. —negué la cabeza, carcajeando.

No es ninguna tontería... —susurró, observándome a los ojos sin parpadear.

Por un momento pensé que sería mentira, pero conociéndolo sabía que no estaba mintiendo.

Sabes que... —negué con la cabeza, entre nosotros.

No tienes que decir nada. Pero quiero que sepas que eres el amor de mi vida desde la infancia, eres el motivo de mis locuras, cuando estoy contigo no corren las horas porque lo tienes todo, tienes todo lo que me enamora, Ky... —me dijo, con un brillo en los ojos que no había conseguido percibir nunca. —...no quiero que te vayas, porque eso significaría que te olvidarías de mí y de lo que una vez fuimos y yo soy el que siempre ha estado allí para ti.

Agarró mis manos unidas en mi regazo con las suyas, gracias a ello sentía la temperatura de estas y podía llegar a saber el nerviosismo que desprendía por la frialdad de estas.

Nathan, no sé como puedes llegar a pensar que me olvidaría de ti...—negué con mi cabeza. —...eres mi mejor amigo, hemos compartido tantas cosas, tantos momentos que nunca me olvidaré de lo que somos o de lo que hemos logrado juntos. Esto no es un adiós, es un hasta luego.

Observé como estos se entristecían, al momento en que me coloqué en pie y perdimos el contacto de nuestras manos. Agarré mi equipaje de encima de mi cama y la deposité en la superficie del suelo, dispuesta a emprender mi viaje.

Me da miedo reconocer que tu y yo nunca tendremos un nosotros. —susurró, antes de ponerse en pie.

Lo siento, Nat.

Un lo siento no significa nada para mí, en estos momentos. —dijo, dispuesto a abandonar la habitación.

Nathan... —susurré, apretando mis labios entre ellos.

Se dio la vuelta al momento de agarrar el pomo de la puerta entre sus manos, observándome detenidamente desde su posición.

Ten mucho cuidado con ese corazón... —me aconsejó, antes de partir. —...y no te amarres a nadie. 

shadow boys ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora