Mi mente a veces me asusta.
Es un gran día para decir adiós al mundo.
Me estremecí al sentir una leve exhalación contra la areola de mi oreja provocando que me aferrara con más intensidad al cuerpo con el que había estado arropado durante todo el trayecto. El silencio reinó durante aquel trayecto por lo que logré descansar mis ojos durante un tiempo prolongado, el vehículo frenó de golpe provocando que me sobresaltara sintiendo mi respiración agitada por unos segundos.
Una mano se posó sobre mi espalda, logrando relajar mi cuerpo por suaves caricias.
—Sólo a sido una pesadilla, tranquila. —susurró Cody, desde el asiento piloto.
—¿Estás bien? —preguntó Taylor, desde los asintios traseros.
Asentí con la cabeza fingiendo estar bien, todos me creyeron, menos yo, sabía que todo lo que sentía dentro de mí me dolía.
—¿Puedes caminar? —preguntó Justin, frío.
Mis actos respondieron por si solos al lograr salir del vehículo, me sostuve contra el vehículo al sentir el temblor de mis piernas. Fui arrastrando mis piernas hasta la pared donde podría sostenerme pero mucho antes de alcanzarla mis piernas empezaron a temblar descontroladamente y mi cuerpo se desvaneció contra la acera.
Volví a caer, pero, esta vez no quería levantarme.
Logré sentir unas pisadas acercándose hacia donde me encontraba, mi cabeza comenzó a atormentarme provocando estragos en mí. Mi cuerpo se elevó del pavimento, adentrándome en la casa y depositando mi cuerpo sobre la cama al mismo tiempo que unas manos comenzaron a deshacerse de la ropa que cubría mi cuerpo.
—¿Qué diablos estáis haciendo? —preguntó Justin, frunciendo el ceño.
—Tenemos que meterla en la bañera... —informó Taylor. —...está teniendo indicios de fiebre alta.
Logré escuchar algunos jadeos surgir de sus gargantas al despojarme de la camiseta que cubría la parte superior de mi cuerpo, encogí mi cuerpo en mi lugar sintiendo las inquietantes miradas posadas sobre mi cuerpo.
—¿Kylie? —susurró, Taylor.
Entreabrí mis ojos, con el simple objetivo de escuchar lo que tenía para decir.
—¿Cuando fue la última vez que comiste? —preguntó Cody, interrumpiendo las palabras de Taylor.
—No lo recuerdo. —susurré, negando con la cabeza.
—Shawn encárgate de su comida, por favor. —indicó, Taylor.
Mis labios se elevaron en una sonrisa al sentir que me darían de comer, mi estómago llegaba a doler por no darle lo que necesita.
Y lo más triste es que, a pesar de todo, me quedaba fuerzas para sonreír.
Unos brazos volvieron a levantarme, encaminándome hacia la puerta del baño.
—Puedo hacerlo sola... —susurré. —...necesito estar sola.
—¿Estás segura? —cuestionó, Taylor.
Asentí con la cabeza al mismo tiempo que mis pies tocaron la superficie del suelo provocando que me sobresaltara al sentir la baja temperatura de este.
—Si necesitas algo, no dudes en acudir a nosotros, ¿de acuerdo?
Volteé mi cuerpo y afligida conseguí asentir con la cabeza, de nuevo. Al asegurarme que la puerta estaba completamente cerrada, fijé mi vista en el espejo que daba una clara imagen de mi amoratada y desastrosa figura. Sentí ganas de llorar al observar como mi cuerpo tenía gran parte de color violáceo que de mi color natural.