Para cada demonio existe un ángel dispuesto a salvarlo.
Y se asustan del demonio que ellos mismos han creado...
Su mirada vagó de la superficie del suelo hasta que contactaron con los míos, la tensión brotaba de mi cuerpo junto al estremecimiento que me recorrió de pies a cabeza en un raudo de tiempo.
—No me gustan los abrazos. —negó con la cabeza, desviando la mirada.
—¿A quién no le gustan los abrazos?... —pregunté. —...creo que todo el mundo necesita muestras de afecto de vez en cuando, ¿tu madre no te daba abrazos?
En un ágil movimiento me encontré a Justin frente a mi, sus ojos se habían tornado opacos, su respiración comenzó a acelerarse en escasos segundos y sus puños ejercían tanta fuerza que se volvieron en un tono níveo.
—Jamás la menciones, zorra. —me advirtió.
Tragué saliva gracias al nudo que se había formado en el fondo de la garganta, traté de esquivar su inquietante mirada.
—Bajo la coraza de chico frío e insensible... —pausé. —...sé que eres sensible y, posiblemente, cariñoso.
Sin medir mis impulsos mis pies tocaron el suelo incorporándome y envolví mis brazos alrededor de su cuello formando un abrazo a pesar de no recibir respuesta, lo único que logré recibir de su parte fue un empujón que provocó que cayera sobre la cama.
—No me gustan los abrazos, no me gustan las personas... —pausó. —...y espero que pienses dos veces antes de tocarme de nuevo, ¿me has entendido?
¿Cuantas veces has querido decirle algo bonito a alguien y te arrepientes al ver su actitud?
—¿Qué debo entender? ¿Qué eres un maldito bipolar?... —vociferé. —...¡un momento me dices que no me haga daño cuando era lo que quería, lo que necesitaba... y al otro momento me dices que no puedo tocarte!
—No lo entiendes... —comentó, aproximándose. —...tengo muchos demonios dentro de mí.
—¿De qué demonios estás hablando? —pregunté, frunciendo el ceño.
—No quiero hablar de ellos, nunca he hablado de ellos con nadie y tu no eres la excepción. —susurró, antes de desaparecer por la puerta que fue cerrada de golpe provocando que me sobresaltara.
Justin descendió los peldaños de escalera para dirigirse a la planta baja y se encontró a Cody en el umbral de la puerta junto a Tom, el cual estaba encolerizado.
—¿Qué demonios está pasando? —preguntó, frunciendo el ceño al observar que se encontraba a Tom entre ellos.
—¿Dónde está el maletín? —cuestionó.
—¿Quién te crees que eres para venir aquí a reclamar nada? —vociferó Justin, aproximándose.
—¡La misma persona que puede partirte esa jodida cara como no me digas donde se encuentra el maldito maletín! —bramó al mismo tiempo que sacaba un revólver de la cinturilla de sus pantalones y apuntaba con él a Justin.
—¿Por qué tanta curiosidad por saber donde se encuentra el maletín? —preguntó, sosegado.
—¿Y desde cuando tú opinión sirve aquí? —contraatacó.
—Tom... —susurró Cody, aproximándose pausadamente. —...será mejor que bajes el arma.
Tom volteó su rostro hacia un lado teniendo a Cody en el punto de mira.