018: Amo el demonio que veo en tus ojos, tan perverso, tan soberbio, tan cruel.

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Puedo sentir el fuego en mi interior.

Siempre he buscado entre ángeles un corazón grande que aguarde pureza y dignidad, sin saber que en un demonio podría encontrar algo mucho mejor que eso.

El silencio reinó entre ambos y el único sonido que podían apreciar nuestros oídos era el sonido de las olas impactar contra la orilla del mar, incluyendo el sonido de las gaviotas que volaban al ras del agua. Viré mi rostro para apreciar su perfil, Justin se encontraba con el ceño fruncido y concentrado en sus pensamientos.

¿En qué estás pensando? —susurré.

¿Qué? —cuestionó, frunciendo el ceño.

Estás pensativo... —murmuré, tragando saliva. —...¿no es así?

Asintió con la cabeza, apoyando su cuerpo contra el muelle de madera.

¿Estás pensando en ellos? —pregunté.

¿Quiénes son ellos? —frunció el ceño.

En tu familia. —susurré.

¿De dónde te sacas eso? —preguntó, soltando una carcajada.

Es solo que... —murmuré, mi mirada descendió hasta el movimiento que hacían mis manos a causa de los nervios acumulados. —...con este silencio y con las vistas del mar, me recordó a mi familia, ¿a ti, no?

Negó con la cabeza, sin articular palabra.

¿Hace cuánto no ves a tus padres? —pregunté, indiscreta.

¿Desde cuando eres tan curiosa? —respondió, observándome detenidamente.

Lancé una débil carcajada, encogiéndome de hombros en respuesta.

Respondiendo a tu pregunta, desde los seis años que no veo a mis padres...

...Los dedos de mamá hacían cosquillas sobre mi tripa, su motivo era porque le gané por quinta vez en el juego que estábamos jugando y papá estaba dentro del baño dándose una ducha tras llegar del trabajo. Un fuerte golpe se escuchó fuera de la habitación donde nos encontrábamos mamá y yo, sabía que mamá escuchó el mismo golpe que había escuchado yo, cuando sus dedos dejaron de hacerme cosquillas sobre mi tripa.

Frunciendo el ceño, se acercó a la puerta y tras abrir la puerta preguntó pronunciando el nombre de papá, el cual no respondió. Mamá cerró la puerta tras ella y me colocó sobre la cama, para hablar conmigo.

—Será mejor que mire a ver como está papá... —tragó saliva. —...no te muevas de aquí, ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza y tras el momento de dejar un beso sobre mi frente desapareció tras la puerta, la puerta que yo abrí segundos después de que bajara de la cama la cual prometí no dejar. Asomé mi cabeza por la puerta viendo a mamá de espaldas a mí y un hombre desconocido vestido con un traje oscuro delante de ella, el hombre empujó a mamá contra la pared provocando que cayera al suelo.

Jadeé del susto, al ver como mamá caía al suelo deslizándose por la pared. Papá salió poco después de la puerta del baño y se encontró con el hombre malo, quién pegó con una pistola contra la cabeza de papá el cual también cayó al suelo como mamá.

El hombre no dejaba de gritar contra la cara de papá y de pegarle en la tripa con su pie, le estaba haciendo daño en la tripa porque se quejaba de dolor como cuando me caigo al suelo y me raspo las rodillas.

Las lágrimas no dejaban de caer de mis ojitos provocando que la vista de mis papás se volviera borrosa, después de quitarlas con mi mano había agradecido no hacerlo porque mis ojitos vieron la cosa más horrible que podría haber visto en toda mi vida. El hombre malo hizo que a mamá le saliera sangre del cuerpo al igual que a papá, el cual no paraba de sangrarle la cabeza y sin saber que hacer me escondí dentro de la habitación.

Llorando en silencio pude ver como humo negro se metía en la habitación por el agujerito de la puerta y pude saber que algo estaba quemándose como cuando mamá quemaba varias veces la comida, reconocía el olor. Sabía que no podía quedarme aquí por mucho tiempo, bajé nuevamente de la cama y salí a la calle por la trampilla de Sam.

Corriendo por el patio de casa llamé a Sam mirando a todos lados, Sam corrió hasta mí ladrando y los dos corrimos adentrándonos en el bosque malo que una vez me contó un cuento mamá para que no volviera a entrar en él.

Sabía que si se enteraba mamá me iba a castigar, pero seguí a Sam...

Desde ese momento no volví a saber de ellos, esperé por ellos hasta que cumplí doce años pero jamás volvieron... —susurró, cabizbajo. —...y eso me dejó saber que estaban muertos.

Tuviste que pasar por mucho de pequeño... —murmuré. —...lo siento mucho.

No necesito tu lástima, ni la de nadie. —comentó, frío.

Sus palabras fueron como un balde de agua fría que impactaron sobre mí de igual manera, por lo que me alejé de su lado unos segundos para observar el paisaje del lado opuesto de donde él se encontraba. De repente, unas manos se posaron alrededor de mi cintura provocando que me sobresaltara.

Siento lo que te he dicho antes... —susurró, escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello. —...no pienso racionalmente cuando recuerdo a mis padres.

De acuerdo. —susurré.

Mírame. —se alejó unos centímetros, sin soltar el contacto de sus manos sobre mi cadera.

No puedo. —negué con la cabeza.

¿Por qué? —cuestionó.

Porque me pongo nerviosa. —tragué saliva.

¿Te pones nerviosa o... —rozó su labio inferior contra al lóbulo de mi oreja. —...te pongo nerviosa?

Giró mi cuerpo con facilidad y sin esperarlo, jadeé al momento que pegó su cuerpo contra el mío provocando que dibujara una sonrisa en su rostro.

No pude evitar sonreírle de vuelta.

Siempre me fue difícil expresar mis sentimientos... —pausé. —...pero no voy a negar el echo de que me gustas mucho y a veces me asustas a la misma vez, incluso me confundes mucho más.

Su silencio me dio la oportunidad de decir mis últimas palabras, dispuesta a mostrar como crecían mis sentimientos por él.

Amo el demonio que veo en tus ojos, tan perverso, tan soberbio... —susurré. —...tan cruel.

Ky. —le interrumpí.

Sé que me hará daño, pero no me importa, de algo hay que morir. —tragué saliva.

Cerré mis ojos al sentir como su mano fluía entre mis cabellos, su otra mano escaló por el valle de mi cuello y posó la totalidad de su mano sobre mi nuca empujándola de a poco, hasta que nuestro labios destinados al pecado se rozaran.

Me sentía como en el cielo cuando me besaba, ignorando todas esas veces que me hizo pasar un infierno.

De repente, se alejó de mí negando con la cabeza y llevando sus manos a la cabeza.

¿Qué ocurre? —pregunté, frunciendo el ceño.

Esto no puede suceder... —negó con la cabeza. —...yo nunca voy a ser lo suficientemente bueno para ti y el peligro que conlleva tener una relación conmigo.

Él quiso ponerle punto final a la historia entre ambos. Pero, ¿cómo iba a terminar algo que ni si quiera había empezado?

No puedo estar con una persona como tú. —negó con la cabeza.

Su teléfono que se ubicaba en el bolsillo trasero de sus pantalones comenzó a emitir el inicio de una llamada entrante.

Sus palabras fueron tan reales, tan crudas y penetrantes que las sentí cómo un golpe, uno de los que te dejan sin aire.

shadow boys ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora