021: Te diría que te fueras al infierno pero no me apetece mucho volver a verte.

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La puerta está abierta hasta que se acaba el tiempo, y cuando se cierra ya es tarde.

Hay cosas que te pasan tantas veces que te terminas convirtiendo en parte de ellas.  

El órgano de la oída captó un sonido que provocó que me diera media vuelta en la cama en la que me encontraba, solté un leve gemido a causa del molesto sonido que parecía provenir de la planta baja de la casa y nuevamente un fuerte golpe, captó totalmente mi atención provocando que mi cuerpo se irguiera en desconcierto.

Un bostezo me asaltó a la misma vez que mi vista se fijaba en la hora que marcaba el reloj con números rojos, los cuales marcaban las cuatro y cincuenta de la madrugada.

Un pacífico Justin se cernió sobre mi cuerpo posicionando su brazo izquierdo alrededor de mi cadera a la misma vez que su pie se enrollaba de entre los míos, tragué saliva ante su repentino contacto. No quería entorpecer sus sueño, pero temía que algo ocurría en la planta baja de la casa y removí mi cuerpo, susurrando su nombre reiteradas veces logrando un gemido de su parte.

Justin, creo que hay alguien en la planta de abajo. —susurré, ganándome su atención.

Justin abrió los ojos al mismo tiempo que retiraba las cobijas que le cubrían el cuerpo y se levantó de la cama, exaltado.

¿Estás segura? —cuestionó, aproximándose hacia la puerta.

Sí, se escuchan golpes. —respondí.

Oigas lo que oigas, no salgas de esta habitación. —advirtió.

Justin sostuvo en sus manos un bate de detrás de la puerta y salió tras ella, caminó cuidadosamente hacia la planta baja observando todo a su alrededor, se aproximó a la cocina dispuesto a entrar pero se precipitó contra el suelo por algo que había golpeado duramente su cabeza, un bate de béisbol semejante al suyo cayó en su campo de visión.

Jadeé al sentir un golpe junto a un gemido proveniente de Justin, mis piernas se encaminaron hacia la puerta de la habitación y salí por ella con sumo cuidado. Mis pasos se detuvieron al observar a cuatro hombres de negro y enmascarados de espaldas a mí, golpeando despiadadamente contra el cuerpo de Justin, quién se encontraba sobre la superficie del suelo retorciéndose de dolor.

¿Dónde están los putos diamantes? —preguntó uno de los enmascarados, golpeando el rostro de Justin.

¡No le golpeen más! —sollocé.

¡Haz callar a esa maldita zorra! —gruñó, el cabecilla.

Uno de ellos se aproximó a donde me encontraba provocando que mis pies retrocedieran pero antes de que tuviera la oportunidad de voltear mi cuerpo para echarme a correr, una de sus manos tenía aprisionada mi cintura contra su cuerpo y su brazo derecho apretaba mi cuello con fuerza, sin dejarme oportunidad de tomar un suspiro.

Golpeaba su cuerpo con la intención de conseguir algo de oxígeno, pero él me ignoraba por completo.

¿Vas a cerrar esa boquita tuya, preciosa? —preguntó, contra mi oído.

Su lengua se deslizó por el lóbulo de mi oreja de una forma sensual para él, pero repugnante para mí.

Sí. —asentí con la cabeza.

Bien... —susurró para si mismo, deslizó su brazo fuera de mi cuello provocando que mi cuerpo cayera contra el suelo en busca de aliento, gemí sosteniendo mi cuello junto a una mueca de dolor. —...¡he dicho que te calles, perra!

shadow boys ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora