025: No quiero salir de la ciudad, quiero salir de esta vida.

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A veces un ángel, a veces un demonio.

Él era un demonio disfrazado de ángel, que fingió salvarla pero terminó hundiéndola un poco más.

Mis pies desnudos vagaban entre cientos de granitos de arena que llegaban a calarse de entre mis dedos provocando que un escalofrío me invadiera y al mismo tiempo la brisa marina soplaba mi cabello, enmarañándolo.

Seguí caminando hasta que cierto hedor reclamó de mi atención, la misma imagen de cada noche estaba ahí y sentía una gran impotencia por no poder llegar a salvar a aquel pequeño, cada noche tenía una oportunidad para mantenerlo a salvo pero ni eso podía hacer.

Cerré mis ojos fuertemente hasta que las lágrimas invadieron parte de mi rostro, tragué saliva y logré inspirar hondo para luego expulsar todo el aire tratando de sosegar mi subconsciente.

Decidí aproximarme hacia el vehículo que llameaba, por lo que sin pensarlo dos veces tapé tanto mi boca como mi nariz para evitar aspirar el humo negro que este desprendía y en un rápido movimiento abrí la puerta del vehículo, pero me llevé una grata sorpresa al no ver nada en su interior.

Fruncí el ceño al pensar en las otras veces que mis oídos estaban invadidos por alaridos agonizantes y esta era la única vez que podía escuchar como el mar se tornaba algo revuelto impactando las olas en la orilla con cada segundo que pasaba, junto al sonido del vehículo en llamas.

Cerré la puerta del vehículo en un golpe sordo y retrocedí mis pasos pausadamente, sin esperar lo que acontecería. Un sonido alarmante provocó que me diera la vuelta con el corazón en una mano, bombeaba con tanta fuerza que en el fondo llegaba a lastimarme.

—Nos volvemos a encontrar. —sonrió de lado, de forma diabólica.

—¿Qué quieres de mí? —sollocé.

—Sólo quiero que desaparezcas de una buena vez... —trasteó con el arma que sostenían sus manos. —...yo creo que has tenido demasiadas oportunidades para terminar jodiendo.

—No veo el día en que lo hagas. —fruncí el ceño.

Una ronca carcajada brotó del fondo de su garganta provocando que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, poniendo mis pelos como escarpias.

—Bueno, eso lo podemos arreglar rápido... —alzó el arma para apuntarla en contra de mí. —...ahora mismo.

Cerré mis ojos al mismo tiempo que la pistola dirigió una bala hacia mí, esperaba que la bala impactara en cualquier miembro de mi cuerpo pero lo único que sentí era un cuerpo cayendo frente mis pies.

Logré abrir los ojos y fijarme en la persona que había caído en mis pies, jadeé aproximándome a la persona que gruñía de dolor aguantando su pecho con ambas manos tratando de ejercer presión sobre la herida de bala.

—¿Justin? —fruncí el ceño.

Él al escuchar su nombre siendo pronunciado abrió sus ojos y cuando su mirada conectó con la mía, sonrió a duras penas.

—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestioné, de nuevo.

—Recuerdas cuando te dije... —pausó. —...aunque no esté presente.

—Siempre cuidaré de ti. —acabé la frase al mismo tiempo que su corazón dejó de latir.

Mis ojos fueron abriéndose paso a la luz que lograba cegarme dejándome algo aturdida, carraspeé mi garganta llamando la atención de todas las personas que estaban pendientes de mi letargo y fueron aproximándose hacia donde me encontraba.

shadow boys ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora