La luna siempre estará ahí para escucharte, no importa qué.
Todos somos ángeles hasta que nos cortan las alas, y ahí nos convertimos en demonios.
—¿Qué quieres decir con que Lucy no es quién creo que es? —susurré, tragando saliva.
Justin lanzó un suspiro al mismo tiempo que negaba con la cabeza, discurriendo en la respuesta que me iba a decir.
—Técnicamente no tendría que hacer esto, pero... —suspiró, de nuevo. —...mereces saber la verdad.
Asentí con la cabeza, dispuesta a escuchar lo que tenía para decirme.
—¿Cuándo fue la última vez que viste a tu prima en persona? —cuestionó.
—Tenía alrededor de seis años la última vez que la vi. —susurré, frunciendo el ceño.
—Ahí tienes la respuesta a tus preguntas. —sonrió, sin mostrar los dientes.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, temiendo la respuesta.
Justin rodó los ojos al mismo tiempo que lanzaba un suspiro, nuevamente.
—Hay que darte la comida masticada, ¿o qué?... —preguntó, observándome con molestia. —...la chica que conociste, no se trata de Lucy.
Como si un balde de agua hubiera caído sobre mí, me di cuenta lo que la realidad me quería mostrar y sobretodo lo que tenía preparada para mí.
—¿Estás seguro? —susurré, incrédula.
Justin asintió con la cabeza, sin articular palabra.
—¿Y de quién se trataba entonces? —pregunté, esperando la respuesta.
—Creo que es suficiente por hoy... —pausó. —...agradece que te he dicho lo de Lucy.
—¡No puedes dejarme así!... —exclamé, observé como Justin soltó una carcajada. —...¿qué te hace tanta gracia?
—Con esa frase me acabas de recordar a una chica a la cual dejé a medias. —carcajeó.
Rodé los ojos por su ocurrencia y me crucé de brazos, sin saber que hacer.
—Puedes parar de ser tan... —gruñí, haciendo una mueca de desagrado por sus palabras.—...eres asqueroso.
—No seré tan asqueroso cuando te he dejado meterte en mi cama. —comentó.
—A veces una persona puede ser dulce, en algunos aspectos. —susurré, observándole.
—Yo tenía un lado dulce... —susurró, aproximándose a mi oreja. —...y me lo comí.
Mi cuerpo se sobresaltó al escuchar tanto sus palabras como la forma de expresarlas provocando que una carcajada brotara de sus labios.
—Presiento que el lado dulce de tu persona está escondido en algún lugar junto a su candado para evitar que salga a la luz y reluzca una parte de ti que nadie conoce. —susurré.
—No me conoces, no sabes nada sobre mí, siquiera como en verdad soy. Todo lo que crees saber de mí es superficial, solo lo que todo el mundo ve, no sabes quién soy en realidad, ni como soy, así que deja de actuar como si supieras todo de mí, como si me conocieras de toda la vida, porque ¿sabes qué?... —preguntó, sintiendo su respiración en la punta de mi nariz. —...no estás ni cerca de conocerme.
—¿Y si mi objetivo es seguir conociéndote? —pregunté, sin medir mis palabras.
—No te recomiendo hacerlo, zorra. —susurró, ladeando la cabeza.