Mi Alfa Bestia {YOONTAE}

V E I N T I T R E S

CAPITULO 23

Diosa Luna

Poco a poco, Jimin ha dejado de llorar.

En cuanto ha podido, el general Jeon Jungkook ha corrido a la alcoba de su pareja, para explicar con todo el dolor que puede sentir la situación. El omega pelirrubio le ha mirado, y ha intentado, por su cachorro, no tirarse a la desesperación cuando Jungkook le ha dicho que Namjoon ha dejado de respirar.

Ninguno menciona la palabra.

Mencionarla convertiría en realidad sus más grandes pesadillas, así que sólo se queda quieto, llorando silenciosamente, acariciando su vientre y respirando entre cada sollozo, por el bien de su cachorro.

El pelinegro le besa la frente y libera feromonas que intentan tranquilizarle. No puede brindar palabras de consuelo.

No las tiene ni para sí mismo.

Sólo puede cerrar los ojos y abrazar a Jimin, sintiendo contra la parte baja de su abdomen la presencia de su hijo.

Cierra los ojos y pide un favor a la Diosa Luna.

Su única esperanza.

*

—Hyung, ya es cerca de media noche —, murmura bajo un omega castaño, caminando con pasos suaves.

Taehyung lleva en las manos una bandeja con dos tazas, algunos panecillos y un caldo que emana un suave aroma a algas y especias.

Los soldados han abandonado el lugar, dejando antorchas encendidas y la puerta abierta.

Hoseok y Yoongi han recordado un par de horas después, que el asunto con el rey Na podría causar una guerra, y han tenido que alejarse. La luna está creciente, como un hilo de plata débil. El cielo se ve más oscuro de lo normal, como si no hubiera estrellas en el horizonte.

Como si hubiera tristeza desde arriba.

Seokjin no se ha movido.

Lo único que ha cambiado es un poco la forma. Ahora, permanece recostado, de lado, sosteniendo el helado cuerpo del alfa Namjoon. Su lobo se ha retirado. Resignado, ha estado llorando de rabia desde entonces.

Su humano, permanece callado, todavía inhalado los restos de lavanda, e intentando impregnar de suave eucalipto al médico.

—Hyung, no has bebido ni tomado nada. Por favor...

Taehyung se coloca tras el alfa inconsciente para ver a su hermano. Los ojos castaños se han inyectado de rojo, víctimas de las gruesas lágrimas y apenas parpadean ante sus palabras.

—Traje té. Al menos, ¿podrías beber un poco? —Suplica.

Al joven omega se le rompe el corazón al ver a su hermano mayor negar con la cabeza y hundirse de nuevo en el cuello de su alfa.

"No quiero que mueras también", piensa de forma brusca el omega, arrepintiéndose de inmediato.