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CAPÍTULO V: El príncipe perfectamente imperfecto

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CAPÍTULO V: El príncipe perfectamente imperfecto

Bianca no sabía si Rhys había reducido la velocidad o simplemente se había acostumbrado a él, pero ya no le entraban ganas de vomitar

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Bianca no sabía si Rhys había reducido la velocidad o simplemente se había acostumbrado a él, pero ya no le entraban ganas de vomitar.

El bosque estaba oscuro y nublado. Sin embargo, y a pesar de que nunca había conducido por allí, Rhys seguía sin ningún problema. Sí que bajó la velocidad, pero no soltaba la mano de la princesa de la palanca de marcha.

Llegaron a un acantilado sobre una colina. Al pie del monte se extendía un valle oscuro que Bianca no podía ver muy bien. Rhys frenó y paró el coche, salió y le señaló a Bianca que lo imitara. Se acercaron al precipicio poco inclinado de la ladera, pero por el que podías caer rodando con facilidad.

Rhys cogió una piedra del suelo, miró a Bianca con una sonrisa traviesa y divertida.

—¿Vas a matarme con eso?

—Quisieras.

Rhys lanzó la piedra con fuerza para que cayera al valle. Unos instantes después, el extenso prado se iluminó con pequeñas luces: eran luciérnagas. Sus barrigas iluminadas permitieron ver un enorme y precioso campo de girasoles cabizbajos.

Las mil luciérnagas brillaban en los castaños ojos de la princesa. Rhys se acercó a ella y rodeó con un brazo su cuerpo mientras tomaba también una de sus manos.

—Ésta es mi libertad —susurró en su oído—: viajar y descubrir espectáculos como éste.

—Es hermoso —sonrió ella.

Rhys llevó a Bianca hacia el coche y esta vez sí que le abrió la puerta. Ella entró y se acomodó. Cuando Rhys se sentó frente al volante, colocó las piernas de la princesa sobre su regazo, abrigándose con la enorme falda de su vestido.

—¿Así es tu libertad: conducir como un loco y tirar piedras a las flores?

—Uy, hay más.

El Príncipe del Sol || Rhys FitzherberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora