Bajo ciertas circunstancias...

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Días después.







Jujuju...

Te notas cansado, amor.

¿A-acaso fui muy ruda contigo?.

N-no, pa-para nada.

Hitohito rodeo con su brazo vendado a su amada, sonriendo con nerviosismo.

E-eso estuvo... A-asombroso.

¿T-te hice sentir mejor?.

S-si, Omoharu... G-gracias por esto.

Muac.

La otaku beso con ternura los labios de su amado,  acurrucándose con él luego de la muestra de afecto. Ambos se encontraban como Dios los trajo al mundo, compartiendo una sabana rosada para tapar su desnudes. El muchacho besaría la frente de su pareja, viendo hipnotizado como se quedaba dormida en sus brazos. Tadano admiraría el hermoso rostro de Nakanaka, sintiendo su corazón a punto de salir de su pecho. Ese raro sentimiento no tardo en hacerlo enternecer, tanto que incluso un par de lagrimas escaparon de sus ojos.

Odiaba llorar y todavía mas por tontearías... Pero... Esto sencillamente era demasiado complicado de controlar para él. Luego de tantos malos momentos... De tanto caer de rodillas, sintiendo que no podría levantarse... Era como recibir una suave brisa de otoño luego de pasar años en el mismísimo infierno. Sentir que todo lo que había pasado... Había valido la pena solamente por este cálido y amoroso momento. Sentir que por primera vez en toda su miserable y ridículamente desafortunada vida... Alguien lo amaba de verdad, que alguien lo protegía, que alguien se tomaba el tiempo de entender... Que en el fondo no quería ser un monstruo sediento de sangre, cediendo a sus instintos mas oscuros.

La ultima vez que sintió algo similar fue cuando Hikari decidió acogerlo como su hijo.

Aunque solo fuera por su potencial innato.

Hitohito se levanto de la cama, sin nada para tapar su cuerpo.

Camino llorando hasta el espejo de la habitación de invitados de Shiina...

Observando su dañado reflejo, incapaz de dejar de sonreír a pesar de las lagrimas que escapaban de sus ojos...

Su fila de dientes que solamente lo hacían lucir mas intimidante.

Él siempre deseo que alguien lo salvara de su propia oscuridad.

El chico promedio se tapo los ojos, mientras apoyaba su mano en aquel espejo.

Aun con esa sonrisa involuntaria y psicótica torturando su trastocada psique.

Quizás Omoharu era la salvadora que deseaba cuando era un niño indefenso.

Tal vez el ángel que lo sacaría de la profunda y aborrecible oscuridad que lo consumió luego de caer ante las manos de el mal.

Eres Un Verdadero Cretino TadanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora