Ayudando a las niñas.

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Mi cabeza me duele un montón, no puedo evitar sentir que todo duele, que todo pesa, que me moriré. A no ser de que ya me haya muerto, y mis párpados pesan tanto. Intentó abrir los ojos, pero no puedo. Duele, duele más de lo que debería. Hago el intentó de nuevo, y todo se ve muy borroso, con cuidado me siento y frotó mis ojos suavemente, pero mi brazo izquierdo duele de una forma extraña, así que lo dejó reposar. Cuando mi vista se normaliza, me doy cuenta de que no estoy en mi casa. Estoy en un lugar desconocido, o eso me parece.
-No sabes lo estúpida que fuiste -oigo una voz familiar e instantáneamente me relajo -En primer lugar, ni siquiera debiste ir al bar. ¿En qué estabas pensando?
-Sólo quería saber más de lo que...
-Sé que amabas a Riker. Pero él ya no está y creo que lo más sensato que puedes hacer, aceptar su muerte.
-Ya la acepté. Sólo estoy buscando encontrar al asesino, debe pagar.
-¿Y no has pensado que puedes morir en el intento? Lo de hoy fue una estupidez, algo que no esperaría de ti, Marano.
-Dejando de lado la parte en la que me insultas y eres odioso, como de costumbre. Quiero saber... ¿qué pasó? Quiero decir, ¿qué hago aquí?
-Creí que no tendría necesidad de explicar lo sucedido, pero viendo la situación... -Ross suspiro.
☆★☆
Laura había caído al suelo, me agaché para poder ayudarla y verificar que su corazón siguiese latiendo. Latía de una forma débil, pero sí lo hacía.
Jorge se veía horrorizado, los presentes se fueron corriendo, quizás a aprovecharse de las pobres niñas que se quedaron solas en esa habitación.
-Podría llamar a la policía si no me dejas ir.
-Vete. Y asegúrate de que está mocosa no vuelva a entrar aquí jamás. Es demasiado peligrosa.
-¿Peligrosa? -Ross rió tomando a Laura entre sus brazos -No creo que sea peligrosa, quizás sea... audaz y sobretodo inteligente. Si alguien descubre la verdad, no me sorprendería que...
-¡Cállate! Sabes que tengo contactos que pueden matarla si se los digo.
-¿Y tener más juicios? La policía te conoce bien.
-Será mejor que te vayas, tú "amiga" se ve muy mal.

-¿Me dirás lo que pasó o no?
-Podemos decir que Jorge nos echó, y que me pidió que no entres de nuevo al bar.
-¡Imbécil! Seguramente se sintió amenazado conmigo.
-Es lo más sensato que puedes hacer.
-Sí, tienes razón -¿para qué discutir? De todas formas él no me puede vigilar, y nunca sabrá lo que hago o lo que dejó de hacer. Si no somos nada -Creo que ya es hora de irme.
-Deberías saber que tú madre habló conmigo
-¿Cómo?
-Una amiga tuya estaba llamando a Martina, Martina me dio el número de tú casa, y tú madre estaba histérica. Le dije que hemos estado trabajando en una obra, y eso la relajó. Creo que me creyó. Así que inventa cualquier obra.
-Bueno... supongo que es una buena mentira. Gracias por salvarme
-No lo tomes como algo personal, no me agradas
-Es bueno saberlo -me levanté, pero él me tomó de los hombros e hizo que me volviera a sentar en la cama. Mi brazo derecho me dolía un monto.
-Antes de irte, necesito que respondas algo
-¿Qué pasa ahora?
-¿Dónde están las niñas?
-¡¿Las niñas?! -me levanté de inmediato. ¡¿Cómo pude olvidar algo tan importante?!
-Por lo que veo tú sabes donde están. ¿Sabes en que clase de problema estás metida?
-Pienso que ellas son más importante ahora. Debo ir...
-¿Irte? Te duele un brazo, dormiste por horas... debería llevarte al doctor.
-Ross... yo entiendo que no te gusta pensar en los demás, y que amas ser una persona fría. Pero no debes aparentar. Sé que planeas actuar dulce para que yo no hable de todo lo que he visto, entonces quiero que dejes todo esto -empecé a caminar, y abrí la puerta. Todo este tiempo estuve en la casa de Stormie y no la reconocí, me siento un poco ciega.
-Iré contigo... yo tengo auto, y el tuyo lo tiene tú amiga.
-Punto a tú favor.
Ross y yo nos subimos a su auto, él me mira, me siento algo intimidada, porque sé que es un poco bipolar, y me da nervio pensar en lo que puede pasar.
-Dime la dirección.
-Claro... es en... -le di la dirección y él empezó a manejar.
-Parece ser una mansión -dijo Ross en cuanto llegamos, después de media hora. Y vaya que sí era una mansión, suspire con algo de melancolía al ver de nuevo éste hermoso apartamento.
Ross y yo subimos las escaleras, y apenas abrí la puerta, me sorprendí, porque Martina estaba llorando, y todas las pequeñas la abrazaban. Era una escena algo conmovedora.
-¡Volviste! -las niñas me vieron y enseguida me abrazaron.
-¡Gracias por ayudarnos!
-¡Yo no quería ir a ese lugar! ¡nunca debí hacerlo!
-¿Por qué estaban ahí si ni qiuiera querían ir?
-Yo quería dinero
-¡Yo una muñeca!
-¿Qué dicen?
-Yo te explico... -una chica de cabello castaño oscuro se me acercó -Hay muchos anuncios repartidos por todas partes, o en Internet que te llevan a ese lugar, y si haces lo que te piden, te pagan.
-¡Es inaudito!
-Sí. Esas personas son muy malas -las niñas empezaron a llorar, muy asustadas.
-¡Quiero ir a casa!
-¡Yo quiero a mí mamá!
-¡Y a papá!
-¡Y a mi hermano!
-¡Tranquilas! Nosotros las llevaremos a casa.
-¡¿En serio?! -todas se alegraron muchísimo al escuchar eso, gritaban y saltaban.
-Laura... -Ross me estaba llamando, me acerqué a él y a Martina, fuimos a la cocina.
-No podemos llevarlas a casa
-¿Por qué no?
-Porque es peligroso. Jorge podría localizarlas, o podría atacarnos a nosotros
-No le tengo miedo
-¡Deberías!
-Tini... entiendo que lo respetes y le tengas algo de miedo, pero deberías entender que aunque de alguna manera tú estés atada a él, ellas son unas niñas. Quizás tengan pocos recursos, por eso lo hacen. Pero... no tienen porque someterse a algo tan fuerte como eso. ¿Las viste? ¡Ninguna sobrepasa los 18! -Ross y Martina permanecieron en silencio, mirándose entre ellos -No sé que piensen ustedes, pero yo quiero ayudarlas.
Salí de la cocina, y Martina me tocó el hombro, chille de dolor.
-¡Lo siento! Sólo quería decirte que te ayudaré.
-¡¿Qué?! -Ross se espantó -Tini deberías...
-¡No digas nada que ayudaré!
-Afuera hay tres autos. Cada uno debe utilizar un auto, y en el llevar a cuatro niñas, es lo mejor
-¿Cuántas son en total?
-Son quince. Jorge siempre me hace contarlas.
-Entiendo. Entonces yo llevaré ocho niñas, algunas deben ir sentadas arriba de otras, es lo mejor.
-¿Qué hay de tú brazo?
-Es sólo un pequeño dolor.
Los tres bajamos, junto con las niñas. Martina se llevó a cuatro, Ross también y yo a ocho. Las niñas se veían tan felices, esas sonrisas eran preciosas. Riker y yo habíamos ahorrado y con ese dinero compramos una camioneta negra, no tenía mucho espacio, pero al menos los vidrios eran polarizados. Nadie notaría que voy con ocho niñas. Todas subieron.
Diría que estuve cuatro horas manejando. Ahora sólo me quedaban dos niñas, la rubia y la de cabello oscuro.
-¡Está es mi casa!
-Se ve linda
-Sí. Su casa es linda y tiene una familia unida
-Te oyes triste, ¿qué pasa?
-Es que mi familia no es así, y eso me duele
-¡Oh, linda! -la abracé con cariño -Aquí tienen mi celular, por si me quieren llamar.
Las dejé en su casa y después volví con los demás, porque quedamos de vernos en el mismo apartamento.
-¿Qué pasará ahora?
-No podrás hablar de esto con la policía
-¿Por qué? Eso sería lo más lógico
-Entiendo que tienes la necesidad de siempre hacer lo correcto, pero en está ocasión, no sería lo correcto. Debes quedarte callada
-Más que nada, hazlo por todo lo que yo he hecho, y por lo que haré ahora -dijo Martina con pesar
-¿Qué harás ahora?
-Debo volver con Jorge
-¡¿Estás loca?!
-No. Para que sepas, una de las razones que tengo para no separarme de ese idiota, es que como tú, también me preocupo por los demás. Además, de no ser por mí, sé que el cometería muchas locuras.
-¿Cómo lo haces para calmarlo?
-De la peor manera... cumpliendo con lo único que lo hace sonreír. La cama.
-¡Qué horrible!
-Pero debo hacerlo, y debo volver.
Martina se levantó, y así como llegó... se fue.
Me sentía tan mal, habían pasado muchas cosad durante éstos días. Ya eran las nueve y media, casi las diez. Había pasado por tantas cosas, y considerando el lugar en el que me encontraba... no pude evitar largarme a llorar como una estúpida.
-No llores... -Ross se acercó y acarició mi cabello -Sé que son temas delicados, pero así es el mundo en el que vivimos.
-¡Es todo tan fuerte!
-La vida es fuerte.
-Y este lugar no me ayuda en lo más mínimo.
-¿Dónde estamos?
-Aquí es donde Riker y yo viviríamos después de...
Ross se separó de mí e inmediatamente, abrió la puerta y la cerró con un sólo portazo. Dejándome completamente sola... y completamente abatida. Esto era algo horrible, me dolía todo. Pero... debía volver a casa.

Confusiones y peligros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora