Capítulo Diez

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Llegamos a un claro en mitad del bosque, era el sitio perfecto para acampar. Varios hombres comenzaron a montar las tiendas, mientras que otros, preparaban algo de comida para pasar la noche. El sol estaba bajando lentamente por el horizonte. El rey había desmontado de su caballo y me dirigía una mirada intermitente. Era cierto que había dicho que no me separara de él ni de Stefan en todo el viaje, y había hecho todo lo contrario, pero él había estado con Cyrus, y cada vez que me acercaba a ese hombre me entraban escalofríos.

—¿Cómo ha ido el viaje? —preguntó acercándose a nosotros con serenidad. Ni el viaje más largo le perturbaba, es más, parecía que disfrutaba de él.

—Muy tranquilo, su majestad —respondió Samuel a mi lado bajando de su caballo.

—Ha estado bien.

El rey Henry me concedió su mano y yo accedí a que me ayudara a bajar de mi caballo a pesar de haberlo hecho mil veces sin ayuda.

—Gracias —sonreí agradecida.

—No hay de qué —sonrió de vuelta—, acamparemos aquí esta noche, espero que no sea un inconveniente para ninguno. Mañana a primera hora seguiremos nuestro camino y llegaremos muy pronto al pueblo de Ébano.

—Sin problema —acerté a decir.

—Ahora, si me perdonáis, tengo un par de asuntos entre manos —dijo antes de marcharse.

—Hacía tiempo que no veía al rey Henry tan hablador —declaró Samuel impresionado.

—¿En serio? —pregunté incrédula.

—Serán cosas mías —se rio—, veamos si alguien necesita ayuda.

—De acuerdo.

Deambulamos por el campamento y ayudamos a un par de doncellas y colocar las tiendas, la noche iba a ser fría y se necesitarían varias mantas de piel gruesa para pasarla sin congelarnos en mitad del bosque. La suave brisa ya nos anunciaba el tiempo que nos esperaba en cuanto el sol se ocultara. Stefan y Cyrus no se separaron de su rey hasta que salieron de la tienda principal, asumí que allí estarían debatiendo cómo actuarían ante el problema en el pueblo de Ébano a pesar de tener poca información todavía. Finalmente, la noche cayó, por suerte, ya teníamos todo preparado y un gran fuego en mitad del campamento que nos mantendría calientes. Unas doncellas nos repartieron platos de comida calientes y los comimos con gusto. Las tiendas se movían suavemente por la brisa, pero parecían fuertes, probablemente aguantarían una tormenta si esta apareciese, aunque observando detenidamente al cielo estrellado, era imposible que cayera alguna.

Las gachas rellenaron el hueco vacío de mi estómago, algo de comida caliente venía estupendamente para contrarrestar el frío del ambiente. A pesar del fuego y las mantas, el invierno lamía las partes de mi cuerpo que se quedaban ha descubierto.

—Ten.

Stefan se encontraba a mi lado con una manta de piel grisácea extra entre sus manos.

—Póntela por encima, no querrás pasar frío.

—Gracias —respondí agarrándola y pasándomela por encima de mis hombros.

—Vaya momento han elegido para detener la minería. Pleno invierno —bromeó sentándose a mi lado en uno de los troncos que habíamos improvisado junto a la hoguera.

—Tienes razón —respondí arropándome con la manta.

—Al menos, tenemos unas vistas excepcionales del cielo, ¿has visto las estrellas? —me preguntó—. Aquella de allí es la constelación de Orión, y justo a su izquierda está Géminis —dijo indicando con el dedo sobre el cielo.

EL LINAJE ESCARLATA  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora