Capítulo Treinta y tres

26 4 6
                                    

Todos los Lores estuvieron de acuerdo por unanimidad. Henry abdicó, ya que no era de sangre Bonaire y no podía ser el rey legítimo de Vértice, según los nobles del reino. Aún con el cuerpo de Stefan yaciendo en la fría piedra, decidieron que Rosetta Dubois, sería coronada nueva reina del reino de Vértice, me convertiría en reina quisiera o no.

Me miré en el majestuoso espejo dorado lleno de piedras preciosas. La alcoba real era inmensa, y desde que Stefan se había ido notaba un vacío frío y desolador en mi interior. Las doncellas me habían ayudado a vestirme para la coronación real con un vestido color escarlata con escote corazón lleno de pedrería y mangas largas en forma de cascada, el faldón abultado era espectacular y la tela de un exquisito terciopelo. Para el cabello me habían hecho un semi recogido con trenzas para que a la hora de colocarme la corona luciera más sobre mi cabeza. Acaricié el parche negro que yacía donde debería de estar mi ojo derecho, incluso el parche, estaba decorado con piedras preciosas, lucía lujoso en comparación con el que usaba días atrás que ahora guardaba en una pequeña caja cerca de mi enorme lecho donde dormía en soledad.

—Stefan...

Su imagen apareció delante de mí como si de un fantasma se tratase al acordarme de él. Una pequeña lágrima se deslizó por mi mejilla izquierda. Me la limpié rápidamente con la manga del vestido y recuperé la compostura.

En ese momento, llamaron a la puerta.

—¿Rose? ¿Todavía puedo llamarte así?

Henry apareció delante de mi puerta por primera vez vestido de la manera más simple que le había visto nunca.

—Henry —sonreí levemente al verle—, pasa.

Henry accedió y entró dentro.

Observó a su alrededor y finalmente, se quedó mirándome de arriba abajo.

—Aún me cuesta creer como las cosas pueden cambiar tan rápido de un día para otro.

—Solo ha pasado una semana —respondí.

—Y en unas horas serás la próxima reina de Vértice —sonrió.

—Eso parece.

—Estás hermosa —dijo observándome de arriba a abajo—. Ojalá estuviera aquí con nosotros.

Se me formó un nudo en la garganta que conseguí tragármelo para continuar la conversación.

—Le extraño tanto...

Me dolía el pecho al pensar en él, sentía el corazón roto en pedazos y tenía la certeza de que se quedaría así para siempre.

—Yo también.

Henry se acercó a mí y me abrazó. Me reconforté en su pecho durante unos segundos. Necesitaba un abrazo como ese.

—¿Y qué harás ahora? —pregunté una vez estuvimos más tranquilos.

—Me marcharé del castillo y viajaré por todo el reino, es mi oportunidad de hacer lo que siempre he querido —sonrió agarrando una de mis manos.

—Me alegro por ti —le devolví la sonrisa—, ojalá puedas volver algún día al castillo y hacerme alguna visita.

—Eso por supuesto.

Una vez, Henry se marchó, bajé la escalinata con cuidado de no tropezar con el faldón del vestido hasta la sala del trono. Allí me esperaban, nobles, clérigos y personas importantes del reino. Respiré hondo antes de traspasar la puerta, la última vez que lo hice también fue como Rosetta Dubois, pero las consecuencias fueron mortales para mi otra mitad, ahora me encontraba sola. Me llevé la mano al estómago, estaba muy nerviosa. Intenté calmar los nervios respirando hondo varias veces. Caminé paso a paso hasta la parte principal de la sala, justo delante del trono donde me esperaba el clérigo mayor.

EL LINAJE ESCARLATA  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora