Capítulo Veintisiete

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Cyrus me dejó sola y aún sin palabras, todavía me faltaba oxígeno en los pulmones, pero poco a poco iba recobrando el aire. Tenía que avisar a Stefan, pero ¿qué podíamos hacer? ¿Decir la verdad? Eso también nos perjudicaría. Una brisa fresca de la mañana me agitó el cabello haciendo que volviera a la realidad mientras unas doncellas caminaban a paso rápido por delante de mí con unos trapos limpios entre las manos. Respiré hondo varias veces para mantener la compostura antes de decidir mi próximo paso.

Entré de nuevo al castillo, frenética. Necesitaba encontrar a Stefan como fuera, me asomaba en cada sala que encontraba, pero no le encontraba por ninguna parte. Cyrus contaría a el rey sobre lo nuestro en cualquier momento y nuestras vidas estarían condenadas para siempre.

Estuve toda la mañana recorriendo el castillo de arriba a abajo en vano, hasta que finalmente, me detuve en las cocinas. No lo había encontrado en ninguna parte. Los caballos no estaban en sus establos, y el rey no estaba en la sala del trono, así que supuse que habrían salido del castillo.

Me senté en una de las sillas y una de las doncellas me ofreció un plato de gachas que me llevé con gusto a la boca a pesar de no tener apenas hambre por culpa de los nervios que me provocaba aquella situación.

De repente, comencé a escuchar voces varoniles fuera de la cocina y varios caballeros entraron por la puerta hablando a viva voz entre ellos.

Todos ellos pasaron a una sala continua donde se encontraba una larga mesa rectangular y el cocinero se dispuso a servirles la comida. Stefan no se encontraba con ellos, lo cual me pareció algo extraño. Me levanté de mi asiento, me acerqué a la puerta de la cocina y me asomé al pasillo, allí estaba hablando con varios compañeros. Al verle, no hice otra cosa que sonreír y al segundo preocuparme, y negar con la cabeza, estábamos en una encerrona. Al segundo. empezaron a dirigirse hacia donde yo me encontraba y nuestras miradas se encontraron.

—Necesito hablar contigo —le susurré en cuanto llegó a mi lado y sus compañeros ya estuvieron dentro.

—Está bien —respondió.

—Pero aquí no —miré a mi alrededor.

Había demasiada gente.

—¿Quieres repetir lo de anoche? —preguntó mordiéndose el labio inferior con lujuria.

Sonreí, pero enseguida volví a negar con la cabeza.

—Sígueme —le ordené.

Recorrimos varios metros del pasillo hasta que giramos en un lugar seguro y sin salida. Tan solo una ventana que daba al jardín y un estandarte de la casa Bonaire nos vigilaba.

—¿Qué es tan importante? —preguntó inclinándose sobre mi rostro mientras me apoyaba sobre la fría pared de piedra.

Nuestros labios se rozaron por un segundo, pero le aparté. No estábamos allí por eso.

—Stefan. Cyrus sabe lo nuestro. No sé como lo ha averiguado, pero me ha amenazado con contárselo a el rey —solté sin pausa alguna.

Stefan se quedó blanco y sin habla. Aún estaba apoyado con un brazo en la pared, pero su rostro burlón y pícaro que usualmente utilizaba, había desaparecido, parecía realmente preocupado.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó finalmente.

—No lo sé —respondí.

—Decir la verdad es lo único que se me ocurre.

—¿Y que nos ahorquen en la plaza de la aldea? —pregunté al borde de la histeria.

—Tranquila —respondió lo más sereno posible.

EL LINAJE ESCARLATA  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora