Capítulo Nueve

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Pasaron varias semanas y comencé a sentirme mejor. Mi costado se fue recuperando notablemente, tanto que Dorian me dio el visto bueno para hacer vida normal. De vez en cuando, me haría alguna revisión por si hubiera alguna recaída, pero estaba totalmente curada. No dije nada a nadie sobre el retrato que encontré, ni siquiera sobre la melodía de la caja de música. Podría haber preguntado a Lady Brown, pero tal vez solo había sido cosa mía, lo que tenía claro era que tenía que volver a por aquella caja, pero por alguna razón había tenido a Cyrus tras de mí más de la cuenta, como si oliera mis pasos y mis intenciones. No podía mover ficha mientras él estuviera en juego. Tenía que esperar.

El invierno se estaba haciendo bastante duro en el reino de Vértice, por lo cual, agarré una capa de piel en azul marino con capucha antes de salir de mi alcoba, me la coloqué sobre los hombros y me dispuse a salir a pasear por el jardín. Al parecer, tampoco había mucho más que hacer en el castillo, cerca de la parte central había una biblioteca, pero no había muchos libros interesantes, además cada vez que me paseaba por allí, las gentes del castillo se sorprendían y cuchicheaban a mis espaldas cada vez que me veían con un libro entre las manos, no entendían como una plebeya como yo entendía el arte de las letras y no tenía tiempo para aplacar rumores absurdos. Pasear por los jardines era uno de mis pasatiempos favoritos, menos cuando me cruzaba con Margot o alguna de sus amigas de alta cuna, aún seguía en el castillo esperando la pedida de mano que nunca llegaba. Era cierto que había rumores, pero el rey Henry no se decidía. Había celebrado varias cenas y bailes días atrás y podría haber sido el momento perfecto para pedir su mano, pero por alguna razón, aún no lo había hecho.

—Buenos días, querida Rose —me sorprendió una voz agradable mientras paseaba.

No era la primera vez que nos encontrábamos en nuestro paseo matutino. El rey y yo habíamos mantenido varias conversaciones días atrás sobre los jardines, su cuidado y las diversas flores y aromas que nos envolvían con suavidad. Era realmente amable cuando se lo proponía.

—Buenos días, su majestad, espero que haya dormido bien.

—Llámame Henry, echo de menos que me llamen por mi nombre de vez en cuando —sonrió tímidamente.

—Si así lo desea —sonreí de vuelta.

—Me ha informado Dorian de que ya estás recuperada, me alegro, así podré invitarte a una de mis cacerías —sugirió sin dejar de caminar a mi lado.

Me asombraba que esa vez estuviéramos totalmente solos. Normalmente, siempre estaba acompañado por Stefan, Cyrus o alguno de sus caballeros.

—¿Cacerías? Pensaba que las mujeres no podían ir.

—Soy el rey, puedo cambiar las reglas a mi antojo —frenó su caminata y me miró fijamente—, y me gustaría que me acompañases a la próxima cacería, ¿qué me dices, Rose?

Me miró con sus ojos azules, de la misma intensidad que el océano que rodeaba gran parte del reino de Vértice.

—Acepto —sonreí. Me apetecía salir del castillo después de varias semanas de total descanso.

Alguien detrás de nosotros carraspeó haciendo que la atmósfera que habíamos creado se destruyera por completo.

—Su majestad —murmuró Stefan apareciendo tras mi espalda—. Problemas en las cuevas de las montañas del Ébano.

—¿Qué ha pasado exactamente? —preguntó el rey con rostro preocupado.

—Varios mineros han desaparecido en una de las cuevas, los pocos que consiguieron salir afirman que hay una bestia en su interior. La minería en esa zona se ha detenido por completo —respondió a su señor.

EL LINAJE ESCARLATA  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora