Quedé impresionada nada más pisé el castillo, a pesar de necesitar un descanso, un baño y semanas de reposo, no podía apartar la mirada de los maravillosos jardines que tenía delante de mis narices. Las diferentes variedades de flores, los aromas que me envolvían, las fuentes de piedra que salpicaban y me refrescaban al pasar, los setos verdes perfectamente cortados, era todo perfecto, y eso que aún no había visto el castillo por dentro. Una vez entré, conocí a Mina, una joven de mediana edad a la que asignaron ser mi doncella mientras me encontrara en el castillo.
—Es por aquí —anunció con su voz cantarina en cuanto llegamos a un portón enorme, dejando atrás el jardín central.
Entramos al castillo decorado algo sobrio y ostentoso, lleno de piedras enormes y escudos, algunos banderines y armaduras con sus respectivas espadas. Recorrimos algunos pasillos hasta finalmente, llegar a una puerta de madera gruesa.
—Es esta.
Asentí y dejé que abriera la abriera. Mi nueva alcoba no era el mayor lujo del mundo, pero al menos tenía una bañera en mitad del cuarto. Una cama enorme y decenas de mantas y pieles con las que arroparme en las frías noches del reino de Vértice.
—Es perfecta, gracias Mina —agradecí.
Mina se quedó quieta a un lado de la alcoba, no sabía muy bien por qué, así que me quedé mirándola.
—¿Preparo un baño? Seguro que después de la pelea le sienta bien —sugirió atentamente mientras se llevaba un mechón color ceniza detrás de la oreja, el cual se le había escapado de su moño perfectamente recogido detrás de la cabeza.
—Claro.
El agua se llevó todas las impurezas de mi piel. La roña, la sangre, ya no quedaba nada, tan solo el dolor, demasiado dolor para mi gusto, ni siquiera podía concentrarme en el placer de un buen baño por culpa de aquel maldito dolor de costillas, aproveché y me miré la parte dónde me dolía, estaba de un color morado, no pintaba nada bien, necesitaría un curandero rápido. Había pedido a Mina que se quedara fuera, no me apetecía tener observadores mientras me bañaba. Finalmente, salí, me sequé y me acomodé con un vestido color azul grisáceo sencillo que me habían dejado encima de la cama. Mina me había comentado que en los próximos días me llegarían más vestidos con los que sentirme más cómoda, aunque a decir verdad yo no necesitaba ningún tipo de lujo para sentirme cómoda. Tal vez tantas atenciones en un futuro me podrían llegar a pasar factura. Tras vestirme, avisé a Mina.
—Me gustaría ver al físico, tengo varias heridas que...
Ni siquiera me dejó terminar la frase, se alejó por el pasillo obediente, dando pasos pequeños, pero rápidos y desapareció tras una esquina. Mina era una joven muy rara o muy devota.
Me quedé en mi alcoba esperando, hasta que un pelirrojo ya conocido y un hombre ya entrado en edad atravesaron el umbral de la puerta.
—Me alegro de volver a verte, Rose —me saludó Samuel, nada más verme—, este es Dorian, es el físico del castillo, él te puede ayudar con tus dolencias.
Dorian tenía buena mano con la botánica, trajo consigo varios ungüentos vegetales que aplicó justo encima de mis costillas una vez me deshice del vestido y acto seguido me vendó para que apenas me pudiera mover. Su larga barba blanca a juego con su cabellera del mismo color le hacía parecer más mayor de lo que era y sus ojos verdes eran tiernos en contraste con su ronca voz.
—Deberías de descansar y moverte lo menos posible, debes de tener al menos varias fracturas internas, tienes toda la zona hinchada, no tiene muy buena pinta —dijo lo más paciente que pudo mientras terminaba de vendar.
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EL LINAJE ESCARLATA -COMPLETA-
RomantizmAños atrás, en el reino de Vértice, los monarcas Dubois, junto con su heredera, perdieron la vida una mañana de invierno en un trágico y misterioso incendio en una de las torres del castillo real, tras aquello, la familia Bonaire asumió el trono baj...