Capítulo Veintiuno

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—¿Te encuentras bien, Rose? —me preguntó justo después de dejar el arco en el suelo.

Henry me acarició el rostro con ambas manos, preocupado.

—Sí —asentí con la cabeza —, ¿cómo me habéis encontrado?

Miré hacia Stefan, este tenía la cabeza agachada, pero en cuanto hablé, me miró con sus preciosos ojos verdes.

—Margot avisó a Stefan de que querías ir al pueblo sin seguridad alguna, y yo ordené a Stefan que te siguiera —respondió Henry.

—Pero, ¿por qué me has seguido tú, Henry? —preguntó Stefan.

—Es mi prometida —me miró con los ojos fervientes de deseo—, lo estuve pensando detenidamente después de ordenarte venir y decidí salir tras de ti, y de hecho no hice mal en hacerlo.

Miró al hombre de negro que yacía en el pasto con la flecha clavada en la espalda.

—Toda una suerte que llegaras a tiempo —dijo Stefan esquivando cualquier mirada.

—Lo importante es que mi prometida está a salvo y me encargaré personalmente de encontrar a quién contrato a este mercenario —respondió Henry.

—¿Es un mercenario? —pregunté.

—Lo es, sin duda —respondió Stefan—, y de los peores, mis hombres y yo llevamos tiempo buscándole y él solo se ha desenmascarado en uno de sus trabajos sucios. Han debido de prometerle muchas monedas de oro para exponerse a la luz del día tan fácilmente.

—Tienes razón —le contestó Henry a su lado—, de todas formas, gracias, amigo, sin ti esto no hubiera sido posible.

El rey apoyó una de sus manos en el hombro de Stefan y le sonrió.

—Como en los viejos tiempos —continuó Henry.

Y finalmente, Stefan sonrió después de tantos días sin ver esa curva dibujada en su boca que tanto me gustaba ver.

Volvimos a caballo al castillo, yo me subí al corcel blanco del rey junto a él bajo la atenta mirada triste de Stefan, definitivamente, necesitaba hablar con él a pesar de que él no quisiera escucharme. Se formó un revuelo al llegar a los jardines del castillo cuando entramos a través del gran portón.

—¡Llamad a Dorian, necesito que revisen a Rose cuanto antes! —ordenó el rey a sus vasallos una vez nos bajamos de su caballo.

—De verdad que estoy bien —me acerqué a él para corroborar mi palabra.

—Todo lo que haga por ti será insuficiente después de lo que tú has hecho por mí —me acarició una mejilla y me sonrió.

Desvió su mirada a mi cuello y puso mala cara.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

—Estás sangrando —respondió seriamente examinando mi herida.

—Será por la presión del cuchillo, apenas me duele.

—Aun así, prefiero que Dorian te examine —continuó.

Miré hacia donde supuse que estaría Stefan, pero había desaparecido. Ni él ni su caballo estaban a nuestro lado, imaginé que se habrían ido al establo junto al corcel del rey. A pesar de eso, todavía me rondaba por la cabeza la idea de buscarle y hablar con él, aunque le hubieran ordenado seguirme se había preocupado por mí, podría no haberme preguntado, pero mi cabezonería nos había hecho cometer un error en mitad de la pelea.

Unos minutos más tarde, me encontraba con Dorian, el arañazo en el cuello apenas era un rasguño que se curaría en un par de días, Henry estuvo a mi lado en todo momento. Era un hombre, que a pesar de todos los compromisos que tuviera que hacer, era dedicado y cariñoso, ¿a qué más podría aspirar? Aun así, mi corazón seguía latiendo por otro hombre irremediablemente, no podía evitarlo.

EL LINAJE ESCARLATA  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora