Capítulo Dieciséis

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Lady Brown era muy querida en el castillo de los Bonaire. Muchos fueron los que asistieron a su funeral. Samuel estaba desconsolado. No le quedaba familia en el castillo. Había perdido todo; a su hermano, y ahora a su madre. Mientras enterraban el cuerpo, Margot arropaba a Samuel entre sus brazos bajo la atenta y furiosa mirada de su padre; Lord Lytton. El rey Henry dio un discurso de despedida y los asistentes comenzaron a despedirse de Samuel dándole sus condolencias. Estaba helada de frío mirando la tumba de Lady Brown, sin mover ni un músculo a uno de los lados de Samuel, junto a Margot. Stefan me acarició el hombro y me dio todo su apoyo en esos momentos duros. Ya estaba al tanto de mi nueva adquisición y le había mostrado a Samuel y a Margot la nota que había dejado Lady Brown junto a la caja de música. Ninguno de los dos entendió por qué la dejó a mi nombre, ni por qué quería entregármela especialmente a mí.

—Siento mucho tu perdida —susurró Stefan, acercándose a Samuel.

—Gracias —respondió este con la cabeza agachada. Tenía el rostro húmedo y no quería mostrarlo.

El cielo estaba oscuro, se avecinaba tormenta, sería mejor que nos refugiáramos dentro del castillo antes de mojarnos por culpa de la lluvia que amenazaba por caer de un momento a otro.

—Vámonos, Samuel —dijo Margot agarrándole de la mano suavemente.

—Tú no vas a ningún lado, Margot —ordenó su padre desde el otro extremo.

Todos nos giramos repentinamente hacia el hombre que acababa de alzar la voz. No era el momento ni el lugar.

—Padre, ahora no —negó Margot con la cabeza sin dejar de apretar la mano de Samuel.

—Me obedecerás, haz lo que te digo —repitió Lord Lytton, seriamente, apretando sus finos labios.

—¡No! —exclamó Margot.

—Maldita desobediente —murmuró su padre acercándose a ella.

Lord Lytton agarró a su hija del brazo y por mucho que Margot se resistió, la separó de Samuel. Este no tenía fuerzas de luchar, no le culpaba, pero Margot parecía decepcionada.

—Lo siento, Margot. Me marcho unos días —dijo Samuel finalmente, antes de que Lord Lytton se llevara a su hija.

—Pero... Samuel —respondió ella con la mano firme de su padre sobre uno de sus hombros.

—Necesito tiempo.

—¡Suficiente! Nos vamos —declaró Lord Lytton antes de tirar de su hija y dejarnos en mitad del cementerio ya casi vacío.

Miré a Samuel, aún tenía la mirada agachada. Stefan le miraba preocupado.

—¿Dónde irás? —pregunté a mi amigo.

—No muy lejos. —Comenzó a caminar hacia nosotros—. A tres días a caballo de aquí viven unos primos míos. Solo necesito salir del castillo por un tiempo. Todo me recuerda a ella.

Samuel dirigió la mirada hacia la tumba de su madre.

Los tres caminamos en silencio hasta las puertas del castillo. Todos se habían marchado dejándonos solos. Empezó a chispear sobre nuestras cabezas, así que aligeramos el paso y nos despedimos de Samuel en cuanto nos resguardamos en el primer saliente de un balcón del castillo, allí donde se habían construido varios arcos de piedra blanca, con columnas retorcidas y con motivos florales, que daban lugar al jardín.

—Hay algo que me sigue sin cuadrar en todo esto —dije dando vueltas en mi cabeza al asunto de la caja de música.

—¿A qué te refieres? —preguntó Stefan acercándose a mí para no mojarse.

EL LINAJE ESCARLATA  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora