No recuerdo de donde sacó Stefan el caballo en el que cabalgamos, tan solo recuerdo vagamente el olor a humo a causa del fuego, la sangre fluir espesa por mi rostro y el dolor insoportable que me recorría parte de la cara. Intentaba aguantar despierta y no desmayarme mientras escuchaba a Stefan hablarme. Me llevaba entre sus brazos, por delante de su pecho, para que no me cayera del caballo, y me había ordenado que aguantase sobre mi herida un trozo de tela de su camisa que se había arrancado previamente. Con las pocas fuerzas que me quedaban, llevaba una mano sobre la tela y el corte profundo, y con la otra me sujetaba fuertemente a Stefan para no caerme del caballo mientras atravesábamos el bosque a todo velocidad.
—La aldea de los Cedros —susurraba de vez en cuando sin fuerzas.
Allí teníamos que dirigirnos. Allí nos ayudarían.
Apenas recuerdo mucho más del viaje, ya que el dolor me lo impidió dejándome medio inconsciente, recordé el olor característico de los pinos, la suave brisa del viento sobre mis ropajes y el relinchar del caballo en cuanto llegamos a nuestro destino.
—¡Dios santo! —escuché una voz familiar femenina a lo lejos— ¡Es nuestra pequeña, Rose!
Stefan me ayudó a desmontar del caballo. En ese momento, estaba algo más consciente y pude abrir el ojo que tenía sano. Connor Grant estaba a mi lado y me ayudó a poner un pie en el suelo. Me miró con sus ojos dulces, los mismos que los de Ben y no pudo contener una pequeña lágrima.
—¿Qué te han hecho? —preguntó en un susurro.
—Hay que llamar a alguien rápido —apremió Rebecca a su lado preocupada en cuanto me vio con el trozo de tela ensangrentado sobre mi rostro.
Las rodillas me fallaron durante unos segundos, por suerte, Stefan estuvo lo suficientemente rápido para sostenerme al vuelo y finamente, no caí al suelo lleno de barro y pasto. Estaba perdiendo mucha sangre, necesitaba ayuda.
—¡Rápido, Connor! ¡Ve a la aldea, el físico debe de estar en su casa! —exclamó Rebecca acercándose a mí —. No puedo creer que seas tú, mi niña.
Intenté regalarle una sonrisa, pero el dolor me lo impidió y perdí todas mis fuerzas. Stefan me agarró por lo brazos y me levantó por los aires, dejé caer mis brazos mostrando el corte que tenía sobre mi ojo derecho. No tenía ni idea de como estaba, pero por la cara que puso Rebecca no tenía muy buena pinta. Había perdido todas las fuerzas para sostener la tela sobre la herida.
—¿Podemos entrar? —preguntó Stefan sosteniéndome entre sus brazos.
—Por supuesto —accedió Rebecca—, sígueme.
Ahí es cuando, finalmente, no pude aguantar más y perdí la consciencia por culpa del insoportable dolor que sentía.
Abrí mi ojo izquierdo con suavidad, por un momento intenté abrir el derecho, pero no pude. Habían pasado horas a mi parecer. El sol estaba en su punto más alto y me encontraba en mi antigua habitación donde antes dormía, antes de que toda aquella locura pasara. Miré a mi alrededor, pasaría mucho tiempo hasta que me acostumbrara a ver con un solo ojo. Me incorporé y vi unos ropajes que me habían dejado al lado de mi lecho. Llevaba tan solo el vestido beige que usaba como ropa interior, así que decidí vestirme. Rebecca todavía guardaba mis antiguos ropajes: un blusón de manga larga color burdeos, un cinturón de piel ancho marrón y un faldón también de color marrón que combinaba con mis botas de montar. Me sentía algo torpe mientras me vestía con un solo ojo. Elevé mi mano y rocé el corte que cruzaba mi rostro, desde la ceja derecha, atravesando el ojo, hasta la mejilla. Chasqué la lengua a causa del dolor. Recordé el pequeño espejo que guardaba en el cajón de una de las mesillas y sentí curiosidad por ver la herida de cerca. Lo abrí, agarré el espejo y respiré hondo. Ahogué un grito para no asustar a nadie... Mi ojo no estaba... No tenía ojo derecho. Tragué saliva intentando calmar los nervios, la cicatriz todavía estaba abierta, era muy pronto y pasaría mucho tiempo hasta que curara del todo, pero mi ojo nunca volvería. Tendría que pasarme el resto de mi vida viendo por un solo ojo. La percepción de mi mundo cambiaría para siempre.
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EL LINAJE ESCARLATA -COMPLETA-
Roman d'amourAños atrás, en el reino de Vértice, los monarcas Dubois, junto con su heredera, perdieron la vida una mañana de invierno en un trágico y misterioso incendio en una de las torres del castillo real, tras aquello, la familia Bonaire asumió el trono baj...