Las furiosas llamas viajaron hasta el espíritu quemando todo e incendiando el aire con el poder suficiente para rivalizar incluso con la tormenta de fuego del espíritu corrupto y convirtiendo al Calabozo, una vez más, en un mundo de ardiente destrucción roja.
El espíritu de alguna manera logró reaccionar cuando la columna radiante de fuego y azufre estalló desde el centro del círculo mágico, envolviendo todo su cuerpo en una armadura formada por diez pétalos de flores gigantes.
Este se separó de su mitad inferior, de titán-alm, preparándose para el ataque entrante.
Entonces explotó.
Le pegó diez veces.
Una columna de diez pilares de devoradora incandescencia sacudió el cuerpo gigante del espíritu.
Fue incalculablemente caliente. Inmensamente poderoso. El hechizo genocida de Riveria ardió, gorgoteó, carbonizó y luego encendió la superficie de los pétalos de las flores, semejantes a armaduras.
Crepitaron y explotaron. Los mismos pétalos que se habían enfrentado a la magia de Lefiya y las espadas mágicas sin tomar siquiera un rasguño ahora se quemaron enteros antes de caer al suelo.
-Riveria...-
Ais sintió que cada hendidura de su cuerpo irradiaba un calor sensacional mientras observaba, rodeada por las llamas del gran elfo de puro poder mágico.
Luego ella, Bete y Finn se aprovecharon de la ayuda del usuario mágico y se impulsaron aún más rápido, con sus ojos brillando.
-...¡!
Por primera vez, la sonrisa del espíritu desapareció. Sus defensas habían desaparecido.
Treinta metros permanecían. Nada más que unos breves momentos entre ellos y el espíritu.
Ellos se lanzaron a través de ese mundo de fuego, y cuando el espíritu los miró, sus labios se tensaron de rabia.
Con el largo cabello verde fluyendo, ella abrió la boca.
- ¡¡Aaaaahhh!!-
Y la tierra respondió.
Desde debajo de sus pies, desde lo más profundo de los pisos inferiores, una multitud de puntas verdes irrumpieron en el suelo como si fueran convocadas por esa llamada aguda.
-¡¡!!
Los tentáculos se alzaron, formando una poderosa barrera en forma de cúpula de unos veinte metros de ancho alrededor del espíritu.
Los ojos de Bete y Finn se abrieron de par en par sorprendidos, y luego los dos se acercaron, cada uno con sus armas girando en un intento de derribar la pared.
Pero no sirvió de nada.
Sus cuchillas se hundieron en la carne verde, pero ni perforaron ni cortaron el poderoso escudo.
Verlos corriendo a toda velocidad con un efecto absolutamente nulo hizo que incluso Ais se estremeciera.
Toda la velocidad, el poder y la fuerza que habían acumulado durante su embestida fueron anulados.
Y ahora le habían dado la oportunidad de lanzar otro hechizo. El juego había sido cambiado.
Habían perdido su única oportunidad, y el tiempo se sentía como si estuviese frenando a su alrededor.
Sólo entonces... Una gigantesca cuchilla giratoria pasó corriendo junto a ellos para colisionar con la enorme pared verde.
¡¿Un hacha?!
