18. F r e e d o m

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Vegas sabía que no estaba listo, que era demasiado pronto proponerle vivir juntos a Tay pero lo hizo y en cuanto vió que el menor no había podido ponerse más feliz comprendió que era lo correcto, se enfocaría en su relación y entonces los confusos sentimientos por el pelinegro irían desvaneciéndose poco a poco mientras más cerca estuviera de su novio. Comunicárselo a su familia sería todo un reto, ellos no aprobaban su relación y estaba consciente de que esto no los haría cambiar de opinión al respecto, pero era su vida, era un adulto y si él quería formar su propio hogar lo haría.

Lo más probable era que su padre se pondría histérico al recibir la noticia y que sin duda haría un escándalo, fué por eso que los citó a él y a su hermano en el restaurante al que solían acudir con frecuencia, un lujoso lugar en el que solamente aquellas personas con un estatus social tremendamente elevado podrían acceder, no solamente por la exquisita carta de alimentos y bebidas, también por los contactos que se podían adquirir en ese lugar, era un restaurante con clase y distinción en donde su padre definitivamente no haría un espectáculo. Por supuesto que cuando los citó no mencionó que iría acompañado de su novio, no lo aprobaría y sin duda no hubiera asistido, aunque cuando se encontraron en la entrada del restaurante su padre no hizo ni el mayor esfuerzo en disimular su descontento con la presencia del menor.

—Espero que le hayas advertido sobre qué clase de lugar es este —le dijo su hermano al oído antes de seguir a su padre hacia el interior. 

Y por supuesto que no lo había hecho, no quería que Tay fingiera ser alguien diferente solo para obtener la aprobación de su familia si de igual manera ya le habían dejado claro que no lo harían, para que exigirle que tuviera perfectos modales si no lo conoció así y así lo quería.

Todo iba con normalidad, todo marchaba bien, hasta que su padre se detuvo frente a una mesa a saludar.

Y entonces lo vió.

Estaba ahí sentado bebiendo vino, sorprendido de verlo a él también que casi se derrama el vino encima, lo vió lamerse los labios y, ay Dios, de repente sintió calor.

Ni siquiera se fijó en que momento los invitaron a sentarse con ellos o si fué su padre quien lo pidió, cuando entró en razón ya se encontraban sentados en la misma mesa y para su mala suerte tenía a Pete justo enfrente, podía ver claramente cada uno de su movimientos y cómo sonreía mientras conversaba con Macao y jamás en su vida imaginó que un día se sentiría celoso de él. Estaba tan sumergido en sus pensamientos que sintió un escalofrío cuando sintió el tacto frío de la mano de Tay sobre la suya, le sonrió y apretó el agarre de sus manos con suavidad.

Luego salió al tema la palabra que ocasionaría un desastre después: París.

Quién iba a imaginar que una simple palabra haría enloquecer a Tay, y por más que quiso mantener la calma todo se fue al demonio cuando asimiló el hecho de que Tay se había atrevido a golpear a Pete en el rostro y más aún, ahí frente a todas esas personas. No existía la manera de explicar lo tremendamente furioso que se sintió al ver la mejilla de Pete con ese tono rojizo y la silueta de la mano de Tay ligeramente marcada en su piel, sintió el impulso de correr hacia él y consolarlo pero antes debía encargarse de su novio, ni siquiera le importaba si le estaba haciendo daño o si estaba estropeando su ropa, simplemente lo agarró del brazo con fuerza que seguramente dejaría un moretón pero que ni siquiera le importaba y lo arrastró a la salida.

Además de sentirse enfadado se sentía extremadamente avergonzado del tremendo show que Tay había causado ahí dentro y no estaba seguro de poder regresar a ese lugar; ni siquiera podía decirse que lo ayudó a subir a su auto porque literalmente lo empujó para que entrara.

Por supuesto que el menor no dijo ni una sola palabra durante todo el trayecto a su casa, estaba furioso, pero estaba consciente de que Vegas estaba el triple de furioso y que le esperaba una mala noche a causa de sus impulsos.

El auto se detuvo justo frente al pequeño edificio donde vivía Tay y durante unos segundos ninguno dijo absolutamente nada, hasta que Vegas finalmente habló con una clara firmeza en su voz.

—Se acabó.

Pudo ser por el enojo o la sorpresa pero el cuerpo de Tay tembló al oírlo decir esas dos palabras, no tenía ni idea de cómo responder así que optó por hacerse el desentendido. 

—¿Qué... qué quieres decir?

Vegas no respondió, su mirada seguía clavada en el frente viendo quién sabe qué. 

—¿Vegas?

—¿No me escuchaste? ¡Dije que se acabó!

—No puedo creer que me estés dando la espalda después de todo lo que he tenido que soportar por ti —reclamó —¡Todos esos comentarios clasistas! Las malas miradas de tus familiares y los comentarios provocadores del mismo Pete ¡¿Crees que no me hacen daño?!

—No quiero escucharte hablar sobre cómo te haces la víctima, creí que todos estaban siendo injustos contigo por no darte una oportunidad pero ahora comprendo que eres tú quien nunca intentó encajar —respondió mirándolo a los ojos.

—¿Cómo esperabas que lo hiciera? No soy igual a ellos y no lo seré, prefiero quedarme en mi apartamento de cuarta como lo llamó Pete a tener que convertirme en una persona odiosa como lo son en tu mundo, no puedo ser alguien diferente a quien soy.

—En ningún momento te pedí eso.

—Y aún así lo intenté.

—No te preocupes más por eso, he dicho que se acabó. 

—Yo tendría que decir eso ¡Me engañaste!

Vegas no pudo evitar soltar una risa.

—Me dijiste que tenias un viaje de trabajo cuando en realidad estabas en París con él, si era por trabajo ¿por qué no me lo dijiste? —sollozó.

—Porque sabía que harías un escándalo, justo como el que estás haciendo ahora y justo como los que haces desde que comencé a trabajar con Pete, maldita sea.

—¿Lo ves? Él es el problema aquí, desde que apareció nuestra relación ha ido desvaneciéndose por su culpa.

Para ese punto, Tay ya estaba con el rostro mojado de lágrimas.

—Eso no es verdad —respondió Vegas de inmediato —él no tiene la culpa de tus intensos celos e inseguridad. 

—¿Por qué lo defiendes tanto? Solo lo harías con alguien que te importa demasiado... ¿lo quieres?

Vegas se acomodó en el asiento viendo hacia el frente nuevamente y soltó un suspiro lleno de cansancio.

—Suficiente, terminemos todo de una vez y vete a casa —le dijo sin mirarlo a los ojos.

—Vegas...

—Por favor, entra y sube a tu casa.

Aunque Tay se rehusó a bajar del auto por unos minutos, no le quedó otra opción más que obedecer y en cuanto cerró la puerta Vegas lo puso en marcha, alejándose lo más rápido posible de ahí.

Una vez que dobló una esquina, dejando fuera de su campo de visión el edificio donde Tay vivía dejó salir el aire que no sabía que estaba conteniendo, acababa de terminar una relación de más de un año y en lugar de sentirse dolido se sentía como... libre, aliviado. En cuanto llegó a su apartamento en un condominio de lujo, se sentó a beber una buena cantidad de whisky y se detuvo a reflexionar sobre lo que sintió al ver a Pete lastimado, si bien había sido enojo ahora comprendía que también había sido preocupación.

Cada vez que miraba al pelinegro sentía la necesidad de estrecharlo entre sus brazos con fuerza, de no dejar que nadie lo tocara o mirara siquiera y cada vez que lo veía sonreír con alguien más juraba que sentía su sangre hervir, recordó la vez que vió su cuerpo desnudo y el solo pensar en alguien además de él teniendo la dicha de verlo o peor aún, de tocarlo y hacerlo suyo lo ponía de un humor del diablo. 

Y no supo cómo o cuándo fué que le comenzó a gustar ese chico, pero le gustaba, no, le fascinaba, y ahora que finalmente lo aceptaba no había nada que le impidiera ir corriendo a confesarselo, no había una sola persona que se lo hiciera difícil y sin duda lo aprovecharía.

Mañana mismo iría en busca de Pete.

Y todo saldría perfecto. 

H e a t h e rDonde viven las historias. Descúbrelo ahora