16. C h a n g e s

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Aunque sentía deseos de llorar y liberar su frustración, Pete no lloró. Ni siquiera cuando estaba en su habitación solo, haciendo sus maletas para irse de inmediato y es que no le veía ningún sentido quedarse. No era mentira que sintió un poquito de esperanza cuando escuchó a Vegas decirle que pensaba en él en todo momento y que no le gustaba su amistad con Arm, pero cuando le hizo la importante pregunta y el no respondió sintió como si le hubieran tomado el corazón con la mano y apretado con fuerza enterrandole las uñas.

Sabía que Vegas era una persona respetuosa y leal, pero no imaginó que lo ilusionaria de esa manera para después darle a entender que no dejaría a Tay a pesar de sentirse así por él. 

Era suficiente.

Por más que estuviera enamorado de Vegas no dejaría ser tratado de esa manera, si no se sentía de esa misma manera hacia él aunque le doliera tendría que superarlo, y eso haría.

—Pete, has vuelto antes —dijo su padre mientras lo envolvía en un abrazo para darle la bienvenida —¿Qué tal el viaje?

Cuando aterrizó en el país el primer lugar al que pensó ir fue la casa de su padre ya que precisamente no quería estar solo.

—Todo estuvo bien, la construcción comenzará la siguiente semana.

—Perfecto.

El padre de Pete lo guío hacia el jardín en donde tomaron asiento en una pequeña mesa que estaba ubicada debajo de un gigantesco árbol que brindaba sombra, y le indicó al personal que les llevaran té y bocadillos.

—¿Qué tal todo con Vegas, hubo un avance? —preguntó con entusiasmo.

Después de todo ese viaje había sido organizado por su padre y el de Vegas en un intento de acercarlos más, pero lastimosamente eso no había sucedido y tenía que decírselo.

—Padre, él no me quiere.

El Señor Phongsakorn observó a su hijo detenidamente mientras la sonrisa en su rostro se desvanecía.

—Por favor no me hagas insistir más, intenté ganarme su corazón pero simplemente no me quiere, le gusta mi compañía pero no le gusto yo —habló, con la mirada en la mesa, incapaz de verlo a los ojos ya que se sentía avergonzado.

Lo único que escuchó fue a su padre ponerse de pie y en cuestión de segundos sintió sus brazos envolviendolo nuevamente en un cálido abrazo, y aunque no lloró, se sentía fracasado.

—Mereces algo mejor.

Lo escuchó decir y entonces le correspondió el abrazo. 

Sabía que su padre no lo obligaría a ir detrás de Vegas nuevamente, si bien quería que ellos estuvieran juntos, no lo forzaria a hacer algo que no quisiera y Pete agradecía inmensamente eso. Aunque no demostrara que se sentía mal, su padre lo sabía por lo que le pidió que regresara a casa, comprendía que Pete deseara su independencia pero de esa manera su padre no podría animarlo cuando se sintiera triste y Pete no pudo negarse.

Como aún le quedaba un día libre debido a que regresó antes de su viaje, quiso utilizarlo para trasladarse por completo de su habitación en el hotel a su casa, pero primero contactó a Porsche para indicarle que pasaría por él ya que necesitaría su ayuda y como siempre el moreno aceptó encantado. Realmente le gustaba trabajar con Porsche, era muy leal y sincero, además de que ninguna otra persona podría hacer su trabajo como lo hacía él, es por eso que Pete quiso agradecerle obsequiandole algunos artículos que trajo de París: unos macarons, una chaqueta de cuero que quedaba a la perfección con el estilo del moreno, unos chocolates y unas lociones.

—¿Todo esto es para mi? —dijo Porsche con emoción.

—Por supuesto, hice muchas compras esta vez y aparté algunas para ti.

—Aw, te daría un beso si no fueras tan delicado.

—Con un gracias me basta —rió.

Inexplicablemente su relación iba convirtiéndose más en una amistad que en una de jefe a asistente, de hecho era la primer persona a la que Pete consideraba un amigo (incluso antes que Vegas) y tenía que confesar que se sentía un poco mal ya que era también amigo del novio de Vegas, al principio fue incómodo pero Porsche jamás mencionó el tema así que el tampoco lo hacía, nunca hablaban de eso pero por supuesto que el moreno sabía a la perfección todo el asunto y algo le decía que tampoco se lo mencionaba a Tay.

—¿Estás bien? —preguntó al ver que Pete se había quedado pensativo.

—Por supuesto.

—Te noto decaído.

—¿Si?

Porsche asintió.

—Supongo que tengo que disimular mejor.

—¿Qué sucede?

Pete lo miró a los ojos y entonces Porsche supo a qué o mejor dicho a quién se refería.

—Ah...

—Mejor vamos —dijo Pete mientras se acomodaba en el asiento del piloto y ponía en marcha el automóvil.

—Si —convino el moreno, poniéndose el cinturón de seguridad.










Vegas no tardó mucho tiempo en regresar también, de hecho lo hizo al día siguiente de que Pete volvió y aunque lo primero en su mente fue ir en busca del pelinegro, se abstuvo de hacerlo ya que suponía que lo que menos deseaba Pete en esos momentos era verlo y para ser honesto él tampoco estaba listo para hacerlo, así que cambió su destino hacia la casa de Tay.

—¿Vegas? —dijo el menor totalmente sorprendido de verlo afuera de su casa.

—Hola, cariño.

Tay se hizo a un lado para dejarlo pasar y lo guió hacia la sala.

—¿Como has estado?

—Bien, ¿Por qué estás aquí?

—Quería verte.

—No he sabido nada de ti desde que te fuiste de viaje.

—Lo siento —suspiró —tengo la cabeza llena de tantas cosas.

Aunque se sentía molesto por la indiferencia de Vegas, Tay simplemente exhaló y decidió que no valía la pena crear un drama así que se acercó a él y le dió un abrazo.

—Te extrañé mucho.

—Y yo a ti —respondió Vegas correspondiendo el gesto.

Mientras tenía a Tay entre sus brazos pensó en que no podía tirar por la borda casi dos años de una relación estable por un impulso, Tay no merecía algo así, fué entonces que decidió recuperar su relación. 

Pensó que era hora de dar el siguiente paso.

H e a t h e rDonde viven las historias. Descúbrelo ahora