Capítulo 7

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I wanna fly, I want to drive, I want to go .

Jimin's POV.

Joder, y ahora lo peor era que casi no habíamos adelantado el trabajo y ahora íbamos a atrasarnos. Tomé mi computadora y me senté, aún enojado, a hacer esa asquerosa basura. Estúpida química, mínimo yo voy a ser un científico loco y me tengo que aprender todo esto que nos están mandando. Comencé a hacer el trabajo, principalmente poniendo puro copy and paste. Ya no me importaba. Bueno, la verdad es que nunca me importó, pero si iba a estar con ___, ¿Qué más daba? La puerta de mi casa sonó y me paré a abrirla, con la mínima esperanza de que fuera ___. Ya Jimin, demasiada imaginación.

- -Hey, bro. – dijo mi mejor amigo, Ryan, al entrar a mi casa. Nos saludamos y siguió adelante, caminando hacia la sala.

- Estaba haciendo lo de química. – murmuré para volver a sentarme en el sofá. Ryan se burló de mí y se sentó al lado mío.

- El niño bueno, pues. – se burló.

- Siempre.

- Claro, cueco. – se hizo un silencio y luego él lo interrumpió. - ¿Qué es eso? – preguntó señalando... el iPad de ___.

- El iPad de ___ . – rodé los ojos. – La loca salió tan apurada que se le quedó.

- Uuuh. – dijo haciendo un sonido dramático. – Debes de estar muy cabreado para decirle loca a ___. – me encogí de hombros. Tomé mi celular y le mandé un seco mensaje diciéndole que su iPad se había quedado acá y que se lo llevaba mañana si quería. Cortante, pero educado, ¿no? En fin, ella me respondió dos minutos después con un seco 'Ok. Gracias.'

Bueno, en cierta parte, tiene sus razones para estar enojada.

Fui un poco grosero. Un poquito.

Ryan interrumpió mis pensamientos. Luego de decirme que parara de comportarme como una mujercita, me invitó a que saliéramos a un bar. Ryan y sus asquerosos hábitos de ser un borracho de mierda. Le dije que sí, sólo porque quería desconectarme un rato.

____'s POV.

Estúpido, egocéntrico, gilipollas, grosero, atorrante.

Eso y más era lo que pasaba por mi mente en este momento.

Tengo 17 años y no tengo porqué estarme aguantando bobadas y estupideces. Y mucho menos de personas como Jimin. ¿Cree que por que es guapo y todas lo miran como un pedazo de carne tiene que tratarme mal? Conmigo se equivocó. Esquivé bruscamente al carro que se me cruzó por delante. Luego de un par de maldiciones, llegué a la casa. Mi celular sonó con un mensaje. Perfecto, se me había quedado mi preciada tableta en casa de Jimin. Sólo Dios sabe qué le hará. Probablemente venga con la pantalla toda llena de líquido corrector o algo así.
Okay, ____, tu pensamiento fue una mierda.

Abrí la puerta de la casa de a malas y me encontré con mi mamá hablando por celular.

- ¿Dónde estabas? – me volteé.

- Fui a...

- Sí me encanta la idea. Los centros de mesa, les podemos poner claveles. - ¡ni siquiera pude contestar! Murmuré un 'gracias por tu atención' – que apuesto que ni siquiera escuchó - y subí las escaleras. Ya se me hacía raro eso de que me preguntara dónde estaba o algo así. Arreglé mi ropa para el día siguiente y me acosté en la cama para dormirme. Mi reloj indicaba que eran las siete de la tarde, pero estaba tan cansada que no me importó. Ah, mierda, se me había olvidado comer. Ahora mi estómago no paraba de molestarme. Ignorándolo por completo, me acurruqué hasta dormirme.

***

- Good morning, sunshine. – 'buenos días mi sol' dijo mi mejor amigo cuando me vio llegar a la escuela con una cara de culo. Digamos que no tuve mi mejor mañana. Luego de hacer un chicky show, mi mamá me obligó a comer. Literalmente. ¡Nunca le importo y siempre dice que estoy gorda! Juro que no la entiendo. Dijo que si me iba sin comer o algo así, iba a castigarme. La verdad, ni le escuché. Segundo, me levanté tarde y me vestí con unos shorts rasgados y una camisa simple. Ah, y unas converse. ¡Converse! Sólo las había usado dos o tres veces en mi vida. Y siendo honesta, no eran ni las diez de la mañana y ya extrañaba mis tacones o mis Toms. Tacones. Eso me recuerda, debo pasar por la tienda de Louboutins...

- Eh, tierra llamando a ___. – tocó mi larguísimo cabello, como haciendo un cariño.

- Lo siento. – me sonrojé. – Estoy en otro mundo.

- Ya veo. – dijo Mike para regalarme una sonrisa. – Me gusta cómo estás vestida. Te vez bien. – me halagó.

- Sí, claro. – rodé los ojos con sarcasmo. – Estoy hecha un asco.

- Claro que no. – me regañó. – Menos es más. – solté una carcajada al oír a mi amigo decirme una de las tantas frases que yo digo al vestirme. Seguimos hablando un rato, incluso me comentó sobre su conquista más reciente. Mike no era un player, ni tampoco huía de las relaciones. Eso era otra de las tantas cosas que me gustaban de él. Así que, yo personalmente, tengo que encargarme de que la chica con quién esté sea supermegahiper-especial. Y luego sonó el timbre. La verdad, es que no tenía nada de ganas de ir a dar clases. Sólo quería ir a un rincón a decirme lo gorda que estoy. Le dije a Mike que se adelantara. Me tocaba Historia. ¡No! Aún peor. Las pocas ganas que tenía de ir se me quitaron. Me escondí por una parte del patio y me senté ahí a tener un momento de paz conmigo misma, cosa que no tengo desde hace rato.

Pensé en todo. En mamá. En papá. En que sólo duraría un año más, ya que a los 18 me iría a Londres o algo así y saldría de Washington. No era que no me gustara, amo mi estado. Es sólo que ya estoy aburrida de él.

También pensé en que no debería estar haciendo eso. Mi papá me tiene las notas extremadamente controladas. Dice que ni para eso soy buena. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Tragué fuertemente, y las lágrimas se fueron con mi saliva. No iba a llorar. No valía de nada. Es cómo un día mi papá me dijo;

- Cuando rompes un vidrio, en muchos pedacitos, una disculpa ni unas palabras mágicas lo arreglarán. – me explicó. – Ni tus lágrimas van a pegarlo. No llores si sabes que no tiene arreglo. Es sólo una pérdida de tiempo. Mejor concéntrate en ver cómo y qué puedes hacer para arreglarlo. – asentí obedientemente.

Sólo tenía once años. Qué tonta era. Bueno, aún lo soy. Nada me sale bien. Vivo triste y amargada, sólo que lo escondo bajo una linda sonrisa de unos dientes que ni me gustan. Volví a mirar hacia adelante. Admiré el cielo. Las aves. Pasó por al frente mío un águila. Desearía ser como ella. Grande, majestuosa. La reina de todas las aves, libre. Vuela donde quiera, dónde sea que siente que debe volar. A veces, envidio a los animales. Ellos hacen las cosas por que las sienten, les nace. No como nosotros.

Bueno, no como los humanos. Porque yo, casi siempre, no hago las cosas forzadas. Ya que nunca hago nada. Tomé un puñado de pasto y comencé a tirarlo por ahí mientras admiraba la belleza del cielo un jueves a las ocho de la mañana. Era hermoso. Me recordaba a vacaciones, cuando mis papás no estaban. Sin estrés. Salía con mis amigos, todos los días. Una vez que me hartaba, sólo salía con Mike. Salir con él era como encontrarme a mí misma. Algo así como cuando te pierdes...

- Hey. – me volteé asustada, pensando que era algún profesor o algo así. Luego, me relajé notoriamente al ver su rostro. Me volví a tensar.

- Park. - respondí duramente para volver a voltearme.

- ¿Qué haces? – preguntó tonto.

- Juego ping-pong. – amo usar el sarcasmo y más en preguntas estúpidas.

- Ja-ja. – se rió imitándome. – Wao. Qué cambio. – dijo sorprendido al ver mi ropa.

- Sólo cállate, ya sé que me veo mal. - ¡casi no tenía puesto maquillaje! Y él estaba burlándose.

- No, pienso que estás linda. Te vez diferente. - ¿qué? ¿Él en serio me había dicho eso? Me sonrojé, demasiado. Nunca me sonrojo y ahora lo hago notoriamente. ¿Qué pasa conmigo?

- Gracias. – murmuré ininteligiblemente para luego regalarle una tímida sonrisa. La borré por completo al acordarme de nuestra pelea de ayer.

No, no iba a ser tan fácil.

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