Capítulo 16

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I hold my feelings, just in case you bring them back .


- ¿Dónde estamos? – pregunté fastidiada después de estar una hora en el carro. Park me ignoró. – Tengo que estar en mi casa ahorita mismo. – volví a reclamar. – Mi mamá va a matarme. – mentí, pero si eso le hacía llevarme a casa, bien por mí. Tomé mi celular, para ver que era la una de la mañana y que mi mamá sabía que yo iba a dormir donde Mike. Aunque no creo que le importe...

- ¿Puedes callarte de una vez? – casi me gritó luego de que preguntara lo mismo, cinco veces más.

- ¡Si me respondieras! – le contesté en el mismo tono.

- ¿¡No vez que estamos perdidos?! – exclamó. Mi corazón comenzó a agitarse. Me revolví nerviosamente en el asiento de cuero.

- ¿Qué tanto como perdidos...? – pregunté con nervios.

- No tengo ni mierda de idea de dónde estamos.

Okay, eso era suficiente como para darme un ataque de asma o algo así.

- Eso no es todo. – ¿¡Qué?! ¡¿No es todo?! ¡Afuera hay cinco grados! No podemos salir a pedir direcciones ni nada por el estilo. Encima, el muy inútil no me dejó cambiarme. Gruñí con una mezcla de frustración y nerviosismo. Eran las dos de la mañana, tenía cuatro tragos encima, y estaba con hambre y sueño. ¿algo peor, Dios? ¡¿Mi vida no es lo suficientemente mierda?!

- ¿Qué más está mal? – pregunté al ver su cara, se reflejaba seria preocupación.

- Tengo... - tomó un respiro y suspiró. – Quince kilómetros de gasolina.

El aire se fue de mis pulmones de golpe. Wao, cuanto pregunté eso era una pregunta retórica, no un desafío. Joder, ahora me quedaré aquí estancada para siempre con este idiota, que dice que sólo soy un buen polvo...
- ____, respira. – me recordó. Probablemente mi cara estaba azul.

- Llama a alguien. – contesté rápidamente. Me enseñó su celular, sin carga. Ni siquiera prendía. Solté un gruñido de frustración. - ¡Ni siquiera me dejaste traer el mío! Maldito loco psicópata. No tengo nada, sólo unos shorts y un cardigán. Probablemente moriré congelada y a nadie le importe. – dramaticé.

- A mí me importaría... - soltó de golpe.

- Cállate, que tú no cuentas. – gruñí. – 'Estás buena para una noche.' – escupí con desgano.

- Era un chiste... - trató de defenderse. Ni eso sabe hacer bien.

- Voy a venderte para ver si sirves para algo. – dije cabreada. Jimin largó una risotada. – No le veo lo gracioso.

- Por eso tienes arrugas apenas a los 17, para de ser tan cascarrabias.

- ¡Yo no tengo arrugas! – chillé para bajar el espejo del asiento del copiloto a toda velocidad, causando la risa del rubio. Miré mi asquerosa cara y me percaté de que estaba completamente lisa. Lo miré mal y él me miró nervioso, volviendo a la realidad del tema. No me importaba mi cara, ni los tragos que tuviera encima. Tampoco que tuviera hambre o sed. Estábamos en el medio de la nada.

- Jimin... - solté con voz temblorosa. Él me prestó toda su atención, la carretera estaba oscurísima, no se podía ver más allá de donde alumbraba el carro. - ¿Y si nos asaltan? – dije con casi lágrimas en los ojos. Y justo cuando él me iba a contestar... el carro se apagó. En. Medio. De. La. Puta. Carretera. Toda la gasolina se había ido. Ahora sí, mis ojos se llenaron de lágrimas. Él pareció aterrorizado y todas sus facciones se crisparon cuando vio mis ojos.

- Hey, no llores... - me arrulló. Me cargó como si pesara 5 libras y me acomodó sobre él. – No me gusta ver a las chicas llorar. – explicó. – Y más cuando son así de lindas. – comenzó a moverse como si yo fuera un bebé y quisiera que me durmiera. A arrullarme, mejor dicho. Sus manos subían y bajaban por mi espalda, justo como la noche anterior.

- En serio, si vas a decir un piropo, al menos dilo bien. – dije rodando los ojos juguetonamente y él secó mis lágrimas, con una bella sonrisa. Besó mi frente y sonreí.

- ¿Ves? Así te ves mejor. – dijo. Si sólo supiera que lo último que me importa es cómo me veo ahorita mismo. – No quiero que te estreses, ¿sí? Tengo unas mantas y unas almohadas atrás, en el maletero. – lo miré arqueando una ceja. – Mi mamá y yo fuimos a la casa de mi prima la semana pasada y tú sabes cómo son los chicos de desordenados, que nunca desempacamos nada... - lo dejó a mi imaginación y me reí entre dientes. Me movió para el asiento del copiloto y en menos de un minuto, la parte de atrás del carro de Jimin, parecía una cama improvisada. Todos los asientos estaban corridos hacia atrás, dándole un cómodo aspecto.

- ¡Mira lo que encontré! – soltó con una risotada. Dejó a mi vista un tubo de maníes y reí. No era fan de los manís, pero con esta hambre, me comería lo que sea. – Ven. – me invitó y abrió la sábanas. Estaba congelándome, literalmente. Me quité los zapatos y me pasé hacia atrás. - ¿Tienes frío? – preguntó y abrió sus brazos. En ese preciso momento... boté todo por la borda. Al menos, por esta noche. Corrí hacia ellos, que pareciera que tuvieran mi nombre y me acomodé. Él me apretó y apagó la lucecita, dejándonos a oscuras. Y a mí con miedo.

- Park, en serio tengo miedo. – dije con un hilo de voz. Park me apretó hacia él y entrelazó nuestras piernas para conservar el calor. Él se estremeció por completo al sentir mis helados pies.

- Nena, no va a pasar nada. – hundí mi cabeza en su cuello. – Mañana vamos a pedir ayuda y al medio día te estaré dejando en tu casa. – me prometió. Lo dijo tan solemnemente que me derritió el alma. Asentí, por segunda vez en mi vida, iba a confiar en un hombre. El hecho de que esté aquí, conmigo, consolándome, luego de que tuvimos una pelea; media hora antes... me da bastante que pensar. Mi barriga interrumpió mis pensamientos, haciendo sonidos extraños, reclamando por alimento.

- Manís. – ambos dijimos a la misma vez para yo sentarme sobre él y agarrar la lata. Jimin se rió entre dientes al ver mi desesperación. La abrí sin pensarlo dos veces y comencé a comer. Ocho segundos después, mi estomagó agradeció algo de sal.

- ¡Comparte! – exigió el rubio. Reí y comencé a tirarle manís en la cara. - ¿¡Qué haces, ___?! – preguntó riendo. – Sigue tirándome la única comida que tenemos, vamos. – paré al instante, regañándome mentalmente por ser tan tonta. Una vez terminada la lata y haber compartido una botella de agua –porque no había más- ambos nos volvimos a acurrucar. El silencio revoloteaba entre nosotros y el viento se golpeaba contra las ventanas del carro, una que otra hoja se quedaba estancada en el parabrisas. Me había percatado de cerrar cada una de las puertas y luego Jimin me dijo que era una loca neurótica. Prefiero eso a que me rapten o algo así.

- Ju- Park. – me corregí. Él me miró, para darme a entender que me escuchaba. – Gracias. – dije de todo corazón.

- ¿Gracias, por qué? – preguntó totalmente confundido, y lo peor era que lo decía en serio.
Me acurruqué más entre sus brazos, donde estaba totalmente cómoda. Y eso, me asustaba por completo.

- Por todo. Cualquiera me hubiera hecho dormir adelante con frío o algo así.

- A, es que yo no soy cualquiera. – explicó y reí entre dientes.

- Lo sé. – solté. – Gracias.

- No es nada, princesita. – di un inesperado bostezo de real cansancio y me encontré con su mirada.

- Sabes, si alguna vez, vuelvo a ser tan estúpida como para que me pase esto – dije señalando nuestra situación. – quiero que sea contigo. – él soltó la risa más hermosa y me sentí incómoda. Yo. ____ Cornell. Había. Dicho. Algo. Lindo. A. Un. Chico. Oh. Dios.

- Estaría encantado. – sinceró. Besó mi frente y me estrechó entre sus brazos, donde no cabía ni la mínima corriente de frío; y lo último que escuché fue un 'descansa...'


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