Capítulo 9

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They say 'home is where the heart is', so follow your heart, and you know you
can't go wrong .


Jimin's POV.

- ¡Vete a la mierda, idiota! – gritó Selena desde el piso de abajo. Gracias a Dios que mi mamá no estaba.

- Como quieras, cariño. – grité, me puse los pantalones y bajé las escaleras. Le abrí la puerta.

- No entiendo por qué estás enojada. – dije despreocupadamente, mientras enterraba mis dedos en mi cabello.

- ¡Me estás corriendo de tu casa! – dijo con su voz de pito.

- No te estoy corriendo. – aclaré. – Sólo te dije que necesitaba hacer tareas. – y con tu pitosa voz no voy a poder. – Te llamaré mañana. – le guiñé el ojo. Luego recordé que saldría con ___. Sonreí mentalmente al escuchar su nombre resonar por mi cabeza.

- Chaú, Jim. – ugh, como odio ese apodo. Sonreí falsamente para abrirle la puerta y acercó sus labios a los míos. ¡Dios, esta chica me babeaba toda la cara! Me alejé y prácticamente le cerré la puerta en la cara. Qué me importa, total, ella y yo tenemos un trato. Cero sentimientos envueltos. Además, apuesto que ahorita mismo fue a casa de otro a hacer lo que hizo conmigo.

Caminé hacia la cocina para revisar las alacenas a ver si había algo de comer y pensar dónde llevaría a ____ mañana. Se escuchó un 'click' dentro de mi cabeza. Estaba harto de pelear con ella, pondría cartas en el asunto. La llevaría a esas fogatas en la playa que se dan los viernes y sábados por la noche. Como yo prácticamente vivo al lado de la playa no es problema. Son divertidas, tomas, fiesteas y luego vas a casa como si nada pasó. Mi mente me felicitó por la idea. Luego le inventaría que es demasiado tarde para llevarla a casa, las calles son muy oscuras, se averió una llanta, estoy perdido, en fin; millones de excusas. Y como mamá estaba en la ciudad trabajando, la traería a casa y luego nos conoceríamos más. Digo, si la dejan dormir donde Mike, ¿porqué no la dejarían dormir aquí? Mi mente respondió esa pregunta con cinco mil respuestas, pero las ignoré.

No me malinterpreten, no planeaba hacer nada con ____. Sólo quería enseñarle que no era el gilipollas que ella cree que soy. 'Sí lo eres', susurró mi mente recordando la manera en que había tratado a Selena. No me gusta hablarle así a las mujeres pero ella es realmente insoportable.

Tomé mi celular, las llaves del carro y salí al bar a encontrarme con Ryan.

____'s POV.

Me levanté exageradamente sobresaltada y con el corazón en la mano. Mis pesadillas cada vez eran más vívidas. Sin darme cuenta, estaba llorando. Era horrible y encima, no tenía a nadie que me consolara. Seguí sollozando y me acurruque contra la almohada.

Fue tan real...

Luego de calmarme, tomé mi celular para ver la hora. 1 OO am.

Bien, ahorita mismo estaba teniendo un ataque de nervios. Necesitaba calmarme. Salí de la cama con las piernas temblando, con el miedo de mi pesadilla aún presente y comencé a caminar sigilosamente por los pasillos. Bajé las escaleras y llegué a la cocina para poder tomar un vaso de agua y calmarme. Un vaso de agua helada. Mi garganta lo agradeció. Oí un ruido en el patio, (ya que en la cocina, había una puerta de vidrio al patio) y me volteé a toda velocidad. Suspiré temblorosamente. Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas al recordar la pesadilla.

Dios, no....

Sin darme cuenta, estaba jadeando como un perro en verano. No podía respirar. Estaba teniendo un ataque de asma. Mis pulmones se contraían exageradamente y el dolor también estaba ahí.

Necesitaba respirar.

Me deslicé hasta el piso dándome por vencida. El ataque de asma me estaba ganando. Comencé a hacer ejercicios de respiración que me habían enseñado en cuarto grado. Milagro que me acordara, ni siquiera me acuerdo de lo que cené ayer. Bueno, no cené ayer, pero el punto está claro. Inhala, exhala. Bien, ___, el aire está llegando.

Los ejercicios de respiración comenzaron a ayudar y mi respiración comenzó a normalizarse. Todas las noches tenía pesadillas, pero estos ataques pasaban como una vez cada dos meses. A veces eran pesadillas leves, y otros días [como hoy] eran horribles. A tal punto, que no podía parar de llorar. Necesitaba a alguien conmigo. Comencé a llorar otra vez. Mi nariz estaba trancada gracias a toda la mucosidad y sólo podía respirar por la boca. Estrellé el vaso contra el fregadero, haciendo un estruendoso ruido, que honestamente, no me importaba si despertaba a las empleadas.

Traté de subir las escaleras, pero me caí en el intento. Mi respiración volvió a agitarse y me calmé mentalmente para no tener un break down como el que tuve unos minutos atrás en la cocina. Subí las escaleras y llegué a mi cuarto, al fin. Abrí la puerta para entrar y el viento la cerró fuertísimamente atrás mío. Me asusté demasiado.

No estaba en condiciones para ruidos fuertes.

Llegué a mi cama y el viento comenzó a mover las cortinas, dándole un aspecto escalofriante a mi lujoso cuarto. Las lágrimas cayeron a chorros. No podía controlarlas.

Estaba fuera de mis manos.

Se me había salido de las manos.

Tomé mi celular desesperadamente para llamar a Mike. Tenía que escuchar su voz, saber que estaba bien.

Hola, soy Mike, deja tu mensaje después del beep---

Tiré mi celular fuertemente en la cama. Pobre Mike, probablemente está durmiendo y yo lo estoy molestando. Corrí hacia la cama en caso de que alguien fuera asesinarme por atrás –nótese el sarcasmo- y me acurruqué en mis calientes sábanas de Ralph Lauren. Mi almohada estaba extremadamente mojada.

Las lágrimas simplemente, no cesaban. Necesitaba hacerlas parar.

Traté de volverme a dormir y enterré mi cara en la almohada obligándome a parar mis sollozos. Tenía que pararlos. Mis manos, orejas, nariz y pies estaban helados. Friísimos. Me hice una bolita.

El aterrador sonido de ring tone de mi celular comenzó a sonar a mi lado y ahogué un grito en la almohada. Sollozando y probablemente, estando a punto de tener un ataque epiléptico, contesté sin siquiera ver el identificador.

- ¿Qué? – mi voz sonaba ahogada y estrangulada. Tuve otro sollozo repentino que no pude controlar.

- Soy Jimin. ¿Estás bien? – su voz sonaba preocupada. Me sorbí la nariz.

- No. – dije mientras mi voz se quebraba. - ¿Has visto qué hora es? ¿Por qué llamas? – volví a sollozar y escuché sus pasos por el teléfono.

- Voy a tu casa. Deja la ventana abierta. – ordenó.

- ¿Qué diab....? – cuando iba a decir eso, era muy tarde.

Él ya había cerrado la llamada.

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