Capítulo 22

20 3 0
                                    

I'll start bitching about other bitches being bitches .

Jimin's POV.

- Yo... – ____ me mira con los ojos aguados y yo no puedo decir nada. No me importaba su mamá, me importaba una mierda. No quería que ____ llorara. Estaba apenada. Lo sabía.

No, no, no, no. Por favor no llores.

Se traga sus lágrimas y me mira.

- Lo siento. – dice con una voz firme. No se quiebra en ningún momento. Admiro su fortaleza. – Mi mamá es una perra.

- No hables así de ella. – la defendí. A pesar de todo, seguía siendo su mamá. ____ comenzó a negar con la cabeza.

- Tú no la conoces...

- ¿Quieres que me quede? – niega con la cabeza. Trago herido. - ¿Quieres que me vaya? – vuelve a negar. Me acerco a ella y la tomo de la mano, con la intención de que se olvide de lo que acaba de pasar. Obviamente, lo que me dijo su mamá no es que se me haya resbalado. Sólo no voy a ponerme más mal sabiendo que ella también está mal.

La guío hacia el sofá con la intención de consolarla y la acomodo sobre mí. Amo cuando ____ está así. Claro no me gusta verla triste, sólo que siento que ella al fin baja las defensas cuando está en ese estado emocional.

¿Qué se supone que hago? La abrazo más a mí y siento cómo se relaja en mis brazos. Bajo mi cabeza y planto un tierno beso sobre su sien.

- No entiendo qué haces. – dice con voz rasposa. - ¿Qué quieres hacerme, Jimin?

- No me gusta verte triste. – murmuro, tocando su cabello.

- ¿No te gusta verme triste o no te gusta ver a las personas tristes? – pregunta, claramente resaltando la diferencia entre cada una. Se sorbe su nariz tiernamente.

- Ninguna de las dos. – contesto y me enderezo, sosteniéndola aún firmemente en mis brazos. Bajo mi cabeza y la beso. No entiendo por qué lo hago. Sólo sigo lo que dice mi corazón. Qué gay sonó eso, ahora que lo pienso.

- Para de besarme cuando te da la gana, Jimin. – respira. Rozo mi nariz con la suya. – No soy un juguete.

- ¿Quién dijo que lo eres?

- Tú. Todos. – susurra con dolor. Niego con la cabeza, contradiciéndola.

- Yo no soy como todos. – susurro en respuesta. Ella suelta una amarga carcajada.

- Eso es lo que todos dicen. – me mira a los ojos tan profundamente que siento que puedo ver su alma. La amo.

- Yo puedo probarte que no soy como todos. – me defiendo. – En serio puedo.

- No te creo. – responde, y lo hace tan firmemente que me da miedo. La vuelvo a besar sin dejarle responder. Pasa su lengua por mi labio inferior y me hace delirar.

- Te volví a besar. – susurro sobre sus labios y ella lloriquea. No la entiendo. – No entiendo. ¿Qué quieres?

- Que te vayas. – hace un intento de empujarme, pero no funciona en lo más mínimo. Suspira exasperada. Está encima de mí siendo aprisionada por mis brazos, invadiendo por completo su especio personal.

- No voy a irme hasta mostrarte que no soy como los demás. – lucho, tomando sus brazos cuando tratan de empujarme otra vez. Suspira cabreada.

- Bien. ¿Cuál es tu afán por demostrarme que no eres como todos?

- Es que... - trago sonoramente. Dilo. Dilo. ¡Ahora es el momento, Jimin! – No me gusta que pienses así de algunos chicos, cuando no todos somos de esa manera. – Aaahh, ¿podrías ser más estúpido?

- Bueno, ya, no eres de esa manera. – miente. - ¿Ya puedes irte? – rueda los ojos y río. No se le va a hacer tan fácil.

- ¿Cómo puedo demostrártelo? – susurro, aún cerca de ella.

- ¡Jimin! – dice exasperada. – Sé que después de aquí te vas a ir con cualquiera a follar o algo así. ¿Acaso no escuchas los rumores en la escuela? Dicen que te tiras a las tipas cada...

- ¿Les haces caso a los rumores de la escuela? – pregunto confundido. Vamos, _____, eres más inteligente que eso.

- Pues, no, pero...

- Pero nada. – le interrumpo. Se queda callada mientras mira a la ventana. Jimin, piensa en todas esas veces que se te han ocurrido ideas locas. Ésta puede ser una. - Bien, hagamos una apuesta. – mi mente se ilumina malévolamente y cruzo los dedos en silencio a que pueda funcionar.

- ¿Qué clase de apuesta?

- En dos semanas no voy a hacerle caso a ninguna tipa. Ni siquiera voy a verlas y a la única que le hablaré serás tú.

- No entiendo. ¿Por qué harías eso?

- Para enseñarte que no soy como los demás. – simplifico. Ella no lo entiende hasta después de un rato.

- Leila también cuenta. – escupe. Leila es la chica que se sienta sobre mis piernas en el almuerzo. Es estresante que esa chica nunca me deje en paz.

- Leila también cuenta, princesa. – recalco.

- Tampoco podrás hacerles caso. Ni tocarlas, nada. – recalca, también. Rio.

- Si cumplo esas dos semanas, sin siquiera besar a nadie, vas a salir conmigo cuantas veces yo quiera por un mes. Y también podré besarte cuando quiera.

Conocía a ____ desde hace tres años. La conocía demasiado bien. Ella nunca negaba una apuesta. La chica hermosa que está frente a mí arque una ceja malévolamente.

- ¿¡Un mes?! – casi grita. Asiento. - Bien, ¿y si yo gano?

- Entonces tú eliges.

- Suena bien. – acepta. – Tendrías que... correr el campus desnudo mientras están haciendo la práctica de porristas y la de jugadores de fútbol americano. Y luego... tendrías que volverte novio de Kendall.

Kendall era otra chica que nunca me dejaba en paz. No la soportaba. Y ____ lo sabía. Tenía una voz chillona y piernas muy torpes. Sólo hablaba de tonterías y era una verdadera cabeza hueca.

- ¿Cuánto tiempo?

- Unas... dos semanas estaría bien. – murmura y se revuelve incómoda. Dejo que se siente al lado mío, pero no quito el brazo de su cuello.

- Pero eso sí, Park... yo no juego limpio. – me tira una de esas sonrisas matadoras. Sonrío en respuesta. Ahora está feliz, yo le alegré.

- Yo tampoco, Cornell. – levanto la mano para sellar nuestro trato.

_____, ______, ______... ¿Cuándo vas a aprender a saber contra quién apostar?

UNTAMEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora