Capítulo 19.

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• 𝓙𝓪𝓻𝓮𝓭 •

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• 𝓙𝓪𝓻𝓮𝓭 •

Sin poder evitarlo, mis ojos se desvían de nuevo hacia el balcón. Nea lleva ahí sentada desde que volvió de no sé dónde, luce pálida, fuera de sí, como si ella no estuviera habitando su cuerpo justo ahora. Lo único que hizo al volver fue dirigirse a la cocina, servir una copa de vino tinto y salir al balcón para sentarse a mirar la ciudad iluminada por luces y bajo el brillo de la Luna. No dijo ni pío, y comienzo a preocuparme.

¿Habrá recordado lo que sucedió? ¿Se arrepiente de ello? ¿Está molesta por cómo he actuado? ¿O tal vez porque la besé?

La película que escogí y la cena que preparé han quedado fuera de mi cabeza apenas volvió. Sólo puedo pensar en que es lo que sucede y en si debería preguntarle. Sé que he actuado de manera incorrecta, pero no pude evitarlo. Era como si otra persona se hubiera adueñado de mi cuerpo, o al menos, una versión mía llena de indignación y molestia. Quiero creer que tengo derecho a molestarme porque ella lo haya olvidado, aunque sé bien que no es algo que ella hubiera elegido.

Bebió mucho, yo fui testigo de ello, así que las lagunas mentales después de una borrachera no son novedad, pero aún así no pude evitar sentirme como un maldito idiota que es completamente olvidable porque no tiene nada de especial que pueda evitar que la chica que le gusta olvide los momentos que compartieron en una noche de juerga. Mi antiguo yo no le habría dado nada de importancia, tampoco habría dejado que su ego fuese herido de esa forma, pero ya no soy el mismo.

A pesar de que sé que no fue su culpa o algo así, no puedo evitar sentirme furioso con ella por olvidarlo. Creí que después de eso algo más pasaría, no estoy seguro de que estaba esperando exactamente, pero fue una total decepción todo lo que pasó aquella mañana. Es decir, le preparé el jodido desayuno y se lo llevé a la cama esperando hablar de nuestro momento, la idea de que ella se me lanzara encima pasó por mi cabeza, lo admito.

Y definitivamente no iba a decir que no esta vez.

Estoy seguro de que si las cosas hubieran escalado esa noche, aún así no me habría acostado con ella. Si, habría negado mi cuerpo a una chica deseosa y con las hormonas revolucionadas por el alcohol. Jamás me he metido con una chica tan ebria que casi me vomite encima. Mi madre no crió a un poco hombre que no puede aceptar un no por respuesta o que no puede controlar sus impulsos. Jamás dañaría a una mujer, mucho menos por razones egoístas que busquen satisfacer mi propio interés o placer y aún menos dañaría a Nea.

Aunque estoy seguro de que lo hice al haber actuado así ayer.

Quiero disculparme y hablar con ella al respecto de eso y de lo que parece haberle revuelto las entrañas violentamente con una motosierra, pero mi maldito orgullo me tiene con el culo pegado al sofá desde hace horas. Marina se fue mucho antes de que Nea volviera,—de no sé dónde y no debería interesarme—, y después de termináramos el pequeño proyecto en pareja que nos asignaron en la clase de Estadística Inferencial Aplicada.

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