Capítulo 23.

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• 𝓝𝓮𝓪 •

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• 𝓝𝓮𝓪 •

—Creo que me volveré un ninfómano contigo.

Suelto una carcajada al escuchar a Jared. Ambos estamos sobre la alfombra de la sala de estar, desnudos, sudados y muy agitados después de la increíble ronda de sexo que hemos compartido apenas llegamos de la universidad. Me atrapó en el ascensor, avanzamos con tropiezos y tambaleos por el pasillo mientras nos besábamos y la ropa no tardó en salir volando apenas cerramos la puerta a nuestras espaldas.

Sacudo la cabeza y me echo el cabello enmarañado hacia atrás. Siempre termina hecho un lío por los tirones que me da mientras lo hacemos o cuando me besa para evitar que me aleje de él. Agito mi mano frente a mi rostro sonrojado buscando refrescarme, necesito agua y mi bálsamo para labios, los siento hinchados y súper irritados por todo lo que hemos hecho estos días.

Ya ha pasado casi una semana desde que todos los límites que me obligué a situar entre nosotros, fueron quebrantados por una ola de incontrolable deseo y lujuria. Apenas podemos quitarnos las manos de encima y cada día se vuelve más obvio para quienes nos rodean, o al menos, para los que ponen atención, porque justo ahora las gemelas están completamente distraídas y encantadas con su sexy vaquero del Sur que no tiene problemas con ser parte de un trío.

Por lo que son Caroline y Travis,—aunque más la primera—, la que no deja de lanzarnos miradas curiosidas y discretas cuando estamos todos juntos, algo que se ha vuelto recurrente. Quiero decírselo, pero aún no estoy segura de que es lo que se supone que debería decir. Jared y yo no hemos hablado de nuevo sobre que sucederá con nosotros, no nos hemos tomado la molestia de etiquetar esto, simplemente nos estamos dejando llevar.

Tanto que comienzo a resentir toda la actividad física matutina y nocturna. Aunque cabe aclarar, que no hemos pasado noches juntos tal cual, no importa en cuál cama terminemos,—aunque normalmente es en la suya—, al terminar nos separamos. No quiero que quedarnos acurrucados se vuelva un hábito, porque sé que de alguna forma, acciones y detalles como esos me harán ceder, harán que mis sentimientos cambien y crezcan en la dirección equivocada.

Una que ya ha sido utilizada antes y que ahora está tan dañada que no tiene continuidad.

No puedo ilusionarme, no puedo confundir lo que tenemos y somos ahora. Si me enamoro de él, será una sentencia autoproclamada. Sé que es lo que tiene para ofrecer, lo deseo cada día y lo disfruto como jamás he hecho, pero eso es todo. El no querrá ni podrá prometerme nada, y no arriesgaré a mi corazón por un intento que sé que está destinado a fracasar. Y aunque parece haber perdido el interés en el resto de las féminas del mundo, sé que tarde o temprano volverá.

Yo quedaré atrás, sólo seré un nombre en una lista llena y que no tiene un fin próximo.

Mi atención se desvía al glorioso chico desnudo que se pone de pie y que me mira con una sonrisa brillante antes de desaparecer en el baño. En un segundos vuelve, con un par de toallas húmedas en sus manos y mis bragas. Mi corazón se agita cuando se que es lo que hará a continuación, algo que siempre hace para mi cuando terminamos agotados y satisfechos, sin aliento y con el cuerpo tembloroso. Se hinca entre mis piernas, me limpia con delicadeza, sin ningún toque de morbo, aunque me parece ver el orgullo brillar en sus ojos siempre que lo hace.

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