Capítulo V: Relatos Melancolicos

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 Aquellos cinco días habían sido

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 Aquellos cinco días habían sido... caóticos. El instinto de Minho se acopló perfectamente al de Christopher, evitando así malos momentos, aquella plenitud era tal, que el delta llegó a olvidar la oscura realidad que lo tenía realmente ahí.

Habían perdido la cuenta de la cantidad de veces que el delta había resultado anudado por el enigma, pero una cosa era segura, que gracias a aquella semana una camada estaba asegurada. El mayor cada vez que descansaban luego de un par de rondas acariciaba con cuidado el vientre del delta, relajando así el cuerpo del chico, quien sentía su corazón cálido ante aquello, porque en esos momentos donde su cerebro era capaz de pensar en otra cosa más allá de estar lleno, era testigo de la actitud de Minho, quien le demostraba que su futura camada estará en buenas manos.

También se pudo dar cuenta de que este embarazo sería complicado, Minho era demasiado cuidadoso, demasiado apegado para lo que el establecimiento había tenido antes o más bien, para lo que Christopher tenía capacidad de manejar, pero no se torturaría con ese tema, confiaba en que la matriarca encontraría la manera de solucionar el tema.

Ese día, al ser el último donde todo resto de celo estaba abandonando su cuerpo, prefirió quedarse oculto entre los brazos de Minho, esperando que el enigma despertará para así poder decirse el último adiós. Su lobo se sentía bastante tranquilo y no conseguía descifrar el porqué de aquello, ya que a como Christopher lo veía, en ese momento se encontraba entre las garras de su depredador y aunque Minho no fue nada brusco, continuaba siendo un enigma.

La mente de Christopher trataba de encontrar algún momento en el cual el enigma se hubiera comportado como tal, pero no pasó, solo fue un lobo que a pesar de estar sumido en sus instintos, cuido de él. Y eso, era nuevo.

Sus pensamientos se cortaron en el momento que el cuerpo a su lado comenzó a removerse, pudo sentir como el mayor apretaba su agarré en su cintura, apegándolo más a su cuerpo, Christopher se halló a sí mismo expectante del próximo movimiento de Minho, quien dejo salir un bostezo, despertando por completo.

—Buenos días, Christopher —Saludó con voz ronca, desviando su mirada al rostro del menor —¿Descansaste?

—Lo hice, gracias Minho

—Eso es bueno —Asintió el enigma, enderezándose en la cama, Christopher se vio obligado a salir de los brazos del mayor, permitiendo que este pudiera colocarse de pie —¿Quieres desayunar?

—Supongo que eso estaría bien

Ambos salieron de la habitación en el momento que se encontraron debidamente aseados, Christopher se esmeró en tallar su piel, buscando eliminar la mayoría de las feromonas del enigma que continuaban pegadas a su piel, ya que a pesar de que al ingresar al centro lo rocíen con inhibidor, sus cachorros podrían llegar a percibir el aroma ajeno y no quería encontrarse de nuevo en una situación donde sus bebés lo interrogasen.

Cuando ingresó a la cocina, pudo notar como Minho ya se encontraba frente a la cocina, revolviendo algo sobre el fuego. El delta no se cansaría de decir que aquel hombre era bastante ajeno a su naturaleza, se supone que los enigmas no cocinan, a los hogares que ha ido siempre existe una criada que se encarga de eso o en su defecto, pedían comida, pero ahora estaba ahí sentando en el desayunador a petición del mayor, mientras este se encargaba de preparar su desayuno.

Limbo || minchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora