Capítulo XXIX: Finalmente

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Finalmente, era libre, luego de tanto tiempo, era libre

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Finalmente, era libre, luego de tanto tiempo, era libre.

Pero, eso se sentía muy extraño.

No estaba muy seguro de cómo manejar la libertad, no la poseía desde que era un adolescente sin preocupaciones, y ahora que era un adulto, no estaba seguro de cómo manejarse, pero se decía a sí mismo que pronto encontraría él equilibró en su vida y sería capaz de tomar sus propias decisiones.

Al comienzo fue difícil, tener que adaptarse al mundo real le tomó más trabajo del que le gustaría admitir, aún sentía miedo todo el tiempo, se había tornado en alguien paranoico, una madre sumamente territorial. No permitía que nadie se acercará a sus cachorros, nadie más allá de su madre, su hermana, Hyunjin y Minho eran merecedores de su confianza y aquello sus conocidos podían notarlo, más nadie le reprochaba, comprendiendo por qué actuaba de ese modo.

Christopher en cuanto salió del hospital, rogó volver junto a sus cachorros y aunque Minho le recordó que no era necesario que hiciera tal cosa, su lobo no cedió en sus súplicas hasta que se vio envuelto en ese aroma a cachorro que tanto anhelaba. Recuerda que estuvo tan nervioso cuando entraron en las rejas de la casa dorada, y al momento de esa puerta abrirse, fue asaltado por dos pequeñas figuras que rompieron a llorar en sus brazos.

«—¡Mamii! —Esas voces despertaron al lobo de Christopher, y cuando pudo sentir sus cuerpos tirar de su pantalón, las lágrimas corrieron por sus mejillas sin cuidado alguno

—¡Mis amores! —chilló, arrojándose al suelo a pesar de las advertencias de los médicos, Roseanne corrió a sostenerlo, pero fue en vano porque el delta apretó contra su pecho a ambos cachorros que se restregaron contra su cuello sin dejar de llorar

Esa escena rompió el corazón de todos los presentes, quienes no podían imaginarse como los tres se sintieron al encontrarse separados, Christopher besaba la cabellera de sus niños sin creerse que podía estar con ambos en la tan afamada libertad, pero era real, tan real como ese aroma a café que continuaba inundando la habitación para ellos, el delta alzó su mirada para encontrarse con Minho, quien sonreía aliviado de presenciar aquel reencuentro y fue con ello que las lágrimas del delta aumentaron.

Ambos niños se negaron a separarse de su pecho y a pesar de los regaños, Christopher los tomó en brazos hasta que pudo sentarse en el sofá con ellos, ya ahí, acomodado sobre la superficie mullida y con ambos niños contra su regazo fue que la nariz del delta pudo captar otros dos aromas que tanto conoció.

Alzó su mirada percibiendo el combo de manzanilla y perejil que tanta familiaridad le traía. Busco con la mirada a los dueños de aquellos olores, observando dos lobos que se mantenían de pie al margen de la escena, inseguros de acercarse, al menos hasta que Christopher les sonrió, incitándolos con un ademán.

—¿No vendrán a saludar a su hermano mayor? —cuestionó, colocándose de pie a pesar de los reproches de los cachorros, porque sabía qué pasaría a continuación.

Limbo || minchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora