Capítulo 2. ¿Tu salvación?

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—... por tanto el diablo que lleva en sus entrañas debe ser enviado de vuelta a las llamas del infierno, de esta manera él no podrá provocar la muerte y la destrucción de su clan —terminó diciendo laird Min.

—¡Quemad a ese condenado brujo!

—¡Rápido, antes de que haga más conjuros contra nosotros!

—¡Quemadlo, quemadlo, quemadlo...! —las voces se elevaron a modo de plegaria, hasta que todo el clan coreó al unísono pidiendo su muerte.

Al fijar su mirada en aquellos adustos rostros, Jimin comprendió la absoluta desesperación que debió sentir su madre el día que la ejecutaron. Sin embargo, el sufrimiento de su madre fue mayor ya que murió dejando a un marido angustiado y a un hijo aún demasiado pequeño. Al menos Jimin no dejaba a nadie. Su padre había muerto librándose del horror de ver a su hijo morir de la misma manera que lo había hecho su esposa antes. En cierto modo era consolador, se convenció a sí mismo, luchando contra las lágrimas que inundaban sus ojos.

—¡Encended la hoguera! —ordenó laird Min, esforzándose para que se le oyera por encima del griterío.

El clan alzó los brazos en el aire y le vitoreó.

Dos hombres avanzaron portando sendas antorchas. La respiración de Jimin se hizo más profunda; su cuerpo empezó a temblar, apretó los brazos contra la estaca y dijo para sí:

«Por favor, Dios mío, permite que pierda el conocimiento antes de que las llamas devoren mi cuerpo».

Lanzó una última mirada llena de odio a Agust, quien recostado en su silla lo observaba con cierto aire de triunfalismo, no obstante Jimin sabía que se trataba de una victoria vana.

«Nunca tendrás la piedra, bastardo.»

La primera antorcha comenzó a descender. Fue preso del terror, pero se ordenó a sí mismo no soltar una lágrima.

Uno de los guardias sonrió al dejar suspendida en el aire la antorcha sobre la hierba y las ramas secas.

—Fuera de aquí, brujo —gruñó—. A las llamas del...

Esperó a que dijera «infierno», pero lo único que emitió fue un gruñido apagado. Jimin lo observó confundido, sus ojos se abrieron de par en par y luego se quedaron en blanco. Con un jadeo cayó desplomado en el suelo; de su espalda sobresalía la empuñadura con piedras preciosas de una daga y su antorcha abandonada yacía sobre las ramas secas.

El portador de la otra tea miró estupefacto a su compañero muerto. Entonces arrojó la antorcha al árido nido bajo los pies de Jimin. El guerrero borracho de pelo cobrizo, a su izquierda, vació la cuba de cerveza que llevaba en las manos, extinguiendo las llamas. Luego golpeó con fuerza la cabeza del guardia con la improvisada arma, le hizo girar sobre sí y dándole una buena patada por detrás lo envió volando hacia la multitud de asombrados del clan Min.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó laird Min haciendo un gran esfuerzo para ver a través de la gente—. ¿Está realmente tan borracho aquel tipo pelirrojo... ?

—¡Detenedlo! —gruñó Agust mientras Jeon, el Loco, se dirigía al galope hacia la estaca. Se levantó de un brinco tirando hacia atrás la silla—. ¡Detente, Jeon!

Las llamas de la primera antorcha se habían extendido hambrientas hacia las ramas no mojadas por la cerveza y avanzaban ahora por el bajo del pantalón de Jimin, no tanto como para tocar su piel, pero si lo suficiente para sentir el fogaje. El hombre corpulento se subió de un salto a la plataforma y haciendo uso de un machete comenzó a cortar la soga que lo mantenía sujeto al poste. Entre tanto, Jeon Jungkook avanzaba como un rayo a caballo, con su gran espada en alto, amenazando a todo aquel lo suficientemente loco para interceptarle el camino. Los Min, atónitos, se apartaban complacientes, advirtiendo lo loco que estaba, o quizá, pensando que se trataba de un conjuro mágico de Jimin. Cuando Jeon alcanzó la plataforma en llamas, Jimin sintió cómo cedía la última cuerda. Empezó a desplomarse, pero el enorme guerrero lo levantó con facilidad sobre sus piernas debilitadas, arrojándolo al caballo de Jk.

Mí Hechicero. (Kookmin +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora