Capítulo 17. Asomos de preocupación.

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Unas punzadas acuciantes lo despertaron lentamente de un sueño profundo, aunque no relajante. El dolor empezó a extendérsele por todo el cuerpo, con lentitud al principio, a continuación apremiante, rodeándole con sus tentáculos la cabeza, los hombros, descendiendo, hasta que finalmente estaba totalmente envuelto en él como en un capullo. Se movió hacia un lado. Una nueva punzada de dolor lo atravesó como un rayo, directo y afilado. No había posibilidad de dormir. Haciendo alarde de lo que parecía, un esfuerzo extraordinario, abrió sus ojos, parpadeando con la mirada perdida en la penumbra que lo rodeaba.

Jungkook estaba sentado en una silla junto a la cama, con sus largas y musculosas piernas estiradas ante él, sumido en un sueño profundo. Las líneas de su rostro bien marcadas a la luz de las velas, haciéndole aparentar bastantes más años de los que tenía. Su pelo le caía en descuidados mechones negros sobre la camisa arrugada y manchada de color escarlata. Jimin  se quedó mirando las manchas, confundido, preguntándose si su herida se había abierto dejando esas marcas de sangre. Quizá debería haber cosido el corte de nuevo con hilo apropiado al llegar al castillo. Sus ojos se dirigieron hacia las ventanas. ¿Cómo había anochecido tan rápido? Sin duda David se habría despertado y preguntado dónde se encontraba.

Se incorporó y luego cerró los ojos, desorientado por el gran esfuerzo que ello le supuso.

 Cuando los volvió a abrir, Jk estaba mirándolo, su expresión severa tan sólo aplacada en cierto modo por lo que podría haber sido un indicio de alivio.

—David —dijo con voz áspera—. ¿Está bien?

—Está bien, Jimin.

Lo miró desconfiado, preguntándose si le estaría mintiendo. El aire feroz de su rostro no ayudó a aliviar su preocupación.

—Debo verle —dijo echando hacia atrás los cobertores—. Ahora. 

Una sensación de mareo y náuseas obstaculizó sus movimientos, obligándolo a detenerse y llevarse los dedos a la sien.

Las poderosas manos de Jungkook se fijaron a sus hombros y con amabilidad lo acomodó de nuevo hacia atrás.

—Está durmiendo. Puedes verle por la mañana.

—Quiero hacerle un caldo especial.

—Puedes hacerlo más tarde. Cuando te sientas mejor. —Acercó una copa de agua a sus labios.

 Cuando bebió suficiente, Jk alargó los brazos hasta una palangana de agua, escurrió un paño y se lo colocó sobre la frente.

—No estoy enfermo —le dijo Jimin, extrañado por cómo lo estaba tratando, con esa amabilidad tan impropia de él—. Jamás me enfermo.

—No, no lo estás —dijo dándole la razón.

Él asintió a su vez, como si un rayo le atravesara, sintió que se le partía el cráneo. Se echó la mano a la cabeza, en un intento por hacer que el dolor desapareciera. Su cabello estaba enredado y pegajoso, y se le había formado una costra de sangre en el cuero cabelludo.

—Te encontré tumbado al final de las escaleras en la planta de abajo—le explicó Jk al ver su confusión—. Te golpeaste la cabeza mientras caías y dejaste el suelo hecho un desastre.

Aquello explicaba el dolor. Pasó los dedos, indeciso, sobre su cabello, notando la superficie de la parte pegajosa.

—Las heridas en la cabeza suelen sangrar mucho —musitó Jimin, recordando la noche que cosió el cuero cabelludo de Hoseok.

—Sí. Hace difícil determinar la gravedad de la herida. Especialmente cuando la víctima se niega a despertarse.

—Difícilmente puedes culparme por descansar un poco, Jk.—refunfuñó Jimin a la defensiva.

Mí Hechicero. (Kookmin +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora