Capítulo 16. Escarlata.

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—... Y con estas palabras gallardas el Increíble Torvald golpeó con fuerza el cuello de Mungo con su espada, cerrando los ojos ante la lluvia caliente de sangre despedida al rodar la cabeza de Mungo desde su cuerpo convulsivo.

—¿Y qué ocurrió después? —preguntó David, encantado—. ¿Se levantó Mungo y continuó luchando sin cabeza?

—Lo intentó —le respondió Jimin—, pero mientras buscaba a tientas su espada, que se le había caído, el Increíble Torvald hundió su acero en lo más profundo de sus entrañas, luego tiró hacia arriba con un movimiento enérgico, abriéndole por la mitad como a un fétido melón podrido.

—¡Oh, querido Jimin —exclamó Sully, con aspecto de estar mareada—, es una historia realmente horrible!

—Eso no es nada —se burló David—. Deberías oír la que cuenta sobre el monstruo que vive en el lago y que se traga a las personas enteras y hace que vivan dentro de su estómago oscuro y pegajoso mientras las va digiriendo lentamente. A veces pasan años allí dentro, con su carne descomponiéndose...

—No creo que Sully esté en condiciones de escuchar esa, David—le interrumpió Jimin—. Quizá en otra ocasión.

—Es sólo una historia —le aseguró a Sully, llegando a la conclusión de que se lo estaba tomando en serio. —Me temo que mi tolerancia ante esos cuentos tan espantosos no es lo que era —Sully suspiró al tiempo que centraba su atención de nuevo en el diminuto faldón que estaba cosiendo—. Quizá una vez que el bebé haya nacido y no sienta como si me hubiera tragado algo entero, puedas contármelo otra vez.

—¿Es eso lo que se siente? —preguntó David, de repente fascinado—. ¿Como si tú fueras el monstruo y el bebé una criatura indefensa que te has comido?

Sully rió.

—Supongo que esa es una manera de describirlo. Pero la mayoría de las veces siento que es el bebé el que me está comiendo, al tiempo que se va haciendo enorme en el proceso. ¡No sé cómo seré capaz de alojarlo un minuto más!

—¿Cuánto tiempo crees que queda, Sully? —le preguntó Jimin.

—No estoy segura —respondió mientras acariciaba la rígida curva de su estómago—. Unas cuantas semanas más, creo. Pero nunca se sabe... algunas veces tienen una prisa enorme por llegar y otras les gusta tanto donde están, que empiezas a pensar que no saldrán nunca.

—¿Te duele? —preguntó David—. ¿El estar tan inflada?

—No. Es una sensación maravillosa. Mira —se levantó de la silla y con andares semejantes a los de un pato se dirigió a él—. Coloca tu mano contra ella y sentirás cómo se mueve el pequeño. —Se sentó junto a él, agarró su minúscula mano y se la puso con firmeza en el abdomen.

David frunció el ceño.

—No siento nada.

—Tienes que ser paciente. Espera.

—Tu estómago está muy duro —dio con la punta del dedo como tanteando—. Creía que sería blando como el de Alice.

—Alice no tiene un bebé dentro —le explicó Sully, sonriendo— A ella lo que le pasa es que le gusta comer.

De repente, David abrió la boca horrorizado y apartó la mano con rapidez.

—¡Se ha movido algo ahí dentro!

—Eso ha sido el pequeño —dijo Sully, intentando no reír—. No pasa nada. Ven, puede que se mueva otra vez —tomó su mano y la presionó contra ella una segunda vez—. Ahí tienes, ahora... me está dando pataditas. ¿Puedes sentirlo?

Mí Hechicero. (Kookmin +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora