Capítulo 15. Yo soy, ¿el clima?.

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Jimin arqueó las cejas con recelo.

—¿Cómo has sabido que necesitaba otra vestimenta?

—Ha sido tan sólo un presentimiento —replicó Morag con alegría mientras depositaba sus regalos en la cama—. ¿Te gustan?

Jimin extendió la mano para posarla indeciso sobre el montón suave de telas.

—Son preciosos —admitió, recorriendo el bordado de uno de ellos con la yema del dedo. 

Si estas camisas y pantalones habían pertenecido de verdad al difunto esposo de Morag, debían de tener más de cincuenta años. Sin embargo, las telas y las costuras no estaban apenas desgastadas, los colores tenían aún brillo, dando la impresión de que posiblemente no se remontaran a ese tiempo.

—Siempre he cuidado mucho mis trajes y por supuesto, los de mi difunto esposo —explicó Morag, como si hubiera leído su pensamiento—. Y, como verás, el estilo clásico persiste de una generación a la siguiente.

—Siempre he dicho lo mismo —subrayó Sully, levantándose con dificultad de la silla para unirse a Jimin junto a la cama—, lo cual es de suma importancia cuando procedes de una familia de nueve hermanos —añadió con ironía.

—No puedo aceptarlo —dijo Jimin al tiempo que deslizaba la mano con veneración sobre la seda firme de la vestimenta color dorada.

—Naturalmente que puedes —repuso Morag agitando su mano venosa en el aire—, no tengo hijos para que luzcan estas magníficas prendas, puedo asegurártelo. Estas vestimentas te han estado esperando.

Jimin se quedó pensativo, tentado. A continuación hizo un gesto negativo.

—Es un regalo demasiado generoso. Y odiaría que les ocurriera cualquier cosa —añadió, echando una mirada a la tela negra, quemada, que se encontraba en la chimenea.

—Es una pena —subrayó Morag, sin desviar la vista hacia las ascuas—. Pensaba que estabas perfectamente adorable con el color carmesí. Quizá encuentre algo parecido en alguno de mis arcones. Hasta entonces, creo que estos te quedarán muy bien.

Jimin dudó. Estaría mal por su parte si los aceptaba, pensó.

No le había importado aceptar el traje que le dio Jeon, porque él lo había secuestrado y era en parte culpable de que su camisa y pantalón estuviera ahora en ese estado tan miserable. Sin embargo, Morag le estaba ofreciendo este regalo como un gesto de amistad. Jimin no estaba acostumbrado a ese tipo de generosidad y no deseaba sentirse en deuda con ella.

—Un regalo verdadero es aquel que es entregado sin esperar nada a cambio —señaló Morag.

Jimin la miró sorprendido, desconcertado por el modo que Morag parecía leerle el pensamiento.

—Hoy te pondrás el esmeralda —decidió Morag—. Es de lana y te protegerá bien cuando salgas fuera.

—Jimin no puede salir fuera hoy —protestó Sully—. Está cayendo una lluvia torrencial, no ha parado desde anoche.

Morag miró a Jimin con gesto divertido. —Es porque la lluvia se complementa con su humor. Si a un hechicero no le gusta el tiempo, entonces tendrá que cambiarlo.

Jimin contuvo las ganas de reír. Era patente que la historia de Namjoon y Hoseok sobre la tormenta, que supuestamente convocó él durante el viaje de camino al castillo, había inducido al clan a pensar que el tiempo estaba sometido a sus poderes.

—Me gusta la lluvia —declaró, como si fuera responsable de la misma.

—A mí, también —dijo Morag con un tono agudo y animado—. Purifica el mundo y te permite empezar de nuevo —se volvió para encaminarse hacia la puerta—. Creo que descubrirás, no obstante, que al resto de los Jeon's no les agrada tanto.

Mí Hechicero. (Kookmin +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora