Capítulo 23. Fragilidad.

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—La tormenta se ha aplacado por fin —anunció Owen con alivio—. El brujo debe estar sintiéndose mejor.

—Una tempestad acérrima, si señor —dijo Lachlan, vertiendo con cuidado un poco de su última pócima en una copa—. Por todos los santos, debe haber estado furioso. —Con cautela inhaló la bebida, arrugando a continuación la nariz con desagrado.

—¡Creo que yo también hubiera estado furiosa —dijo Marjorie—, si alguien hubiera intentado abrasarme viva en mi propia habitación!

—Fue un día triste para nuestro clan —lamentó Reginald, sacando brillo a su espada con un enorme trapo viejo—. No hay nada de honroso en encerrar a un joven en una habitación en llamas. Un método muy repugnante para matar a alguien; incluso aunque se trate de un brujo.

—¿Y supongo que sería más honroso atarlo a una estaca y prenderle fuego? —repuso Sully—. ¿Con todo el mundo presente para verlo?

—Dios mío, no —le aseguró Owen, con expresión de horror—. Brujo o no, nunca podría aprobar que alguien hiciera una cosa tan terrible.

—Ni Jeon —añadió Morag—. Por eso lo salvó de los Min.

—La cuestión es ¿quién lo golpeó en la cabeza y prendió fuego a su dormitorio? —se preguntó Munro.

—¿Por qué no nos lo explicas tú, Munro? —sugirió Taehyung, usando un tono áspero acusatorio—. Lo odias desde el día que dejó caer ese recipiente sobre tu cabeza.

—¡Jamás haría una cosa parecida! —los ojos de Munro se salieron de su órbita—. No tengo ningún motivo para desear su muerte.

—Dijiste que aparecía ante ti como un viejo dedo gordo del pie —señaló Lachlan—. Cualquier hombre podría cansarse de mirar algo así.

—No es tan espantoso como pensé en un principio —les aseguró Munro con rapidez—. En realidad, hay momentos en los que es casi atractivo.

—A mí también me lo parece —asintió Owen con entusiasmo—. Por supuesto, no es remotamente tan atractivo como tú, Morag —rectificó precipitado—; nadie lo es.

—Sinceramente, Owen —dijo Morag, ruborizándose—, qué soberano disparate.

—Jeon estaba encolerizado cuando ocurrió —dijo Farquhar—. Ha jurado encontrar al culpable que lo hizo —dio un largo sorbo a su cerveza antes de terminar—. No me gustaría estar cerca cuando eso ocurra.

—También ha dicho que todos debemos cuidar de Jimin  y asegurarnos de que no le ocurren más accidentes —añadió Ewan.

—¡Qué idea tan excelente! —exclamó Owen, frotándose las manos—. Me haría feliz cuidar del joven. Empezaré ahora mismo. — Avanzó unos cuantos pasos, a continuación se detuvo y se volvió—.¿Dónde se encuentra exactamente?

—Ha salido afuera con David —dijo Lettie, acomodando a su hijo en los hombros.

—¿Fuera? —dijo Owen—. ¡Dios mío, no creo que quiera irme afuera! Todo ese sol resplandeciente...

—¿Afuera? —estalló Reginald, espantado—. ¡Por Dios, los Min pueden venir en cualquier momento! —Arrojó el trapo viejo y se precipitó hacia la puerta, arrastrando la espada consigo.

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—¿Te encuentras bien, David?

—Estoy bien, Jimin —le aseguró—. Por favor dame otra vuelta.

Sus mejillas estaban sonrosadas y sus ojos azules despejados mientras se inclinaba para dar unas palmaditas en el cuello de su caballo. Al principio Jimin estaba preocupado de que el ejercicio resultara excesivo para él, pero el aire fresco y la excitación por sentarse a horcajadas en un caballo por primera vez le habían infundido una energía infantil que no había antes en él.

Mí Hechicero. (Kookmin +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora