Capítulo 12. Juegos en llamas.

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Jimin y el niño miraron la entrada de Jungkook perplejos de asombro.

—Buenas tardes Jeon —consiguió decir Jimin, intentando calmar el violento latido de su corazón—. ¿Algo marcha mal?

Jk lo miró circunspecto.

Jimin se encontraba arrodillado en el suelo junto a la tina de metal, las manos sumergidas bajo una masa de burbujas de espuma que se elevaba mientras lavaba con delicadeza la cabeza de David. Las delgadas mejillas de su hijo estaban sonrosadas por el calor del agua vaporosa y su mirada tenía un brillo notable y reflejaba su sorpresa. El aire cálido del verano entraba a ráfagas a través de las ventanas abiertas, pero la tina había sido colocada con cuidado ante el crepitante fuego de la chimenea, evitando que David estuviera en peligro de enfriarse. 

Unos charcos plateados de agua brillaban en el suelo de piedra y el cabello rubio de Jimin y su camisa estaban empapados, sugiriendo que había habido algo de chapoteo mientras jugaban antes de que Jk entrará. No había rastro de enfermedad ni de miseria que cargaran el aire, en cambio la alcoba olía de maravilla a limpio y fresco, a jabón y flores. Se habían frotado todas las superficies, colocado jarrones con flores de diversos colores por toda la habitación. La cama había sido movida desde el extremo de la cámara hacia las ventanas, desde donde David podía estudiar las estrellas por la noche y sentir los rayos de sol acariciar su rostro por la mañana.

—Yo... yo venía a ver si todo iba bien —balbuceó Jk, sintiéndose estúpido.

—Jimin me está contando una historia sobre un hechicero perverso que se convierte en dragón e intenta quemar un reino —le informó David, asomándose por el borde de la bañera para ver a su padre.

—¿De verdad? —Jungkook enfundó la espada y, avergonzado, dirigió una mirada a Jimin. Su expresión se había enfriado, dándole a entender que intuía por qué había irrumpido de ese modo allí, agitando la espada como un loco.

—Quizá te gustaría quedarte y escuchar el final del cuento —le invitó Jimin con educación.

Jungkook vaciló. 

El lugar había experimentado un cambio palpable. Era como si Jimin y David hubieran estado cómodamente instalados a salvo en su pequeño mundo propio y él lo hubiera resquebrajado y azotado con aire glacial. Durante un momento la necesidad de quedarse y participar de ello se le hizo casi arrebatadora. Pero se dio cuenta de que era un extraño. Jk nunca había estado involucrado en el cuidado físico de su hijo. Ciertamente nunca había participado en algo tan íntimo como el baño. El hecho de contar cuentos era una recreación para mujeres y niños, se recordó a sí mismo con nerviosismo, no para un laird que tenía el peso del bienestar de todo su clan sobre sus hombros, pero ahora estaba este brujo, un joven, duchando a su hijo y no le era descabellada la idea de él también poderlo hacer, aún así no estaba listo para ese rol.

—Tengo una serie de asuntos urgentes que atender —les aseguró, aunque en ese preciso instante no pudo pensar en uno—. Sólo quería ver como estaba mi hijo.

Jimin asintió. 

Estaba seguro de que el clan había estado llenado la cabeza con toda clase de historias horribles sobre lo que le estaba haciendo al niño. La sorpresa en el rostro de Jungkook, al quedarse allí de pie mirándoles fijamente, indicaba que esperaba haber encontrado a su hijo medio muerto.

—Jimin dice que puedo ver las estrellas desde mi cama — dijo David con elocuencia y voz aguda, rompiendo el incómodo silencio—. Dice que las estrellas tienen un poder curativo especial que me ayudarán la recuperarme. Y dice que mi madre está ahí arriba, cuidándome mientras duermo.

Jk miró a Jimin sorprendido e incómodo. ¿Sabía que él examinaba el cielo cada noche, buscando la estrella de Flora? ¿Que se aferraba con desesperación a la creencia de que el espíritu de su esposa lo rodeaba por completo, cuidándole? ¿Había adivinado el origen de su locura?

Mí Hechicero. (Kookmin +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora