Vᴇɪɴᴛɪsᴇɪs |𝟐𝟔|

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No vengo a romantizar actitudes tóxicas, recuerden que todo es ficción y disfruten los celos de Enzo como unas enfermitas.
Contiene escenas explícitas

–Enzo...nos puede ver cualquiera–dije entre el beso, entre lo poco que me dejaba separarme.

–Cállate, Josefina–no tardo en volver a besarme.

Escuchamos un ruido de jadeos acercándose pero no éramos nosotros.

Abrí los ojos un poco, era Matias y Malena besándose, caminando torpemente hacia una habitación. Le agradecí hasta a cleopatra cuando vi que ambos tenían los ojos cerrados.

Como si Enzo supiera de quienes se trataba, movió su mano a la manija de la puerta de su cuarto, adentrándonos.

La parte trasera de mis rodillas chocaron con la cama de Enzo. Movió sus manos a mis hombros y me empujo a la cama, rebote un poco debido a la fuerza con la que me había tirado.

Se tiro encima mío y volvió a atacar mis labios con desespero. Atrapo mi labio inferior entre sus dientes, tirándolo sensualmente y con fuerza. No pude evitar sonreír.
Sentí un sabor metálico en mi boca. Solté un gemido y conducí mi mano hacia el pelo de su nuca, apretándolo más hacia mi como si eso fuese posible y jalando su pelo. Su gemido ronco resonó por el aire, haciendo el momento aún más candente. A este momento, cada rincón del cuarto estaba lleno de una sensación de lujuria.

Con una mano apoyada al lado de mi cabeza para sostenerse y otra apretando mi cintura con dureza, sus labios se movieron hacia mi mandíbula, acercándose a mi oído.
Mordió el lóbulo de mi oreja, y no puede evitar morder mi labio inferior mientras cerraba los ojos.

Mientras tanto, sus manos se deshicieron de cada nudo de mi bikini, dejando cada parte de mi cuerpo expuesto.

Mis manos viajaron hacia el cordon de su traje de baño, tire de uno y se la afloje. Él con desespero se arrodillo en la cama, Su malla se deslizo por sus piernas y pude sentir la humedad de la tela caer en mis muslos. Sus rodillas estaban rozando cada lado de mi cadera. Sus ojos recorrían cada rincón de mi cuerpo, se mordió el labio inferior y volvió a mirarme a la cara.

Volvió a caer sobre mi, con una mano al lado de mi cabeza para no aplastarme. Mi cara estaba a la altura de su cuello, mientras que su cadenita golpeaba en mi cara.

Estiro su brazo libre, el que estaba cerca de la mesa de luz. Abrió un cajon y saco un condón. Pase mis manos por su torso brillante por la ligera capa de sudor hasta llegar a su boxer, bajándoselo de un tirón.
Se puso el preservativo con desespero.

Me agarro de las caderas y de un segundo yo estaba dada vuelta, en cuatro, completamente expuesta a él.

Sin preguntar, sin darme tiempo a acomodarme, se metio adentro mío. Debido al movimiento, me deslice levemente hacia adelante, soltando un gemido. Siguió y siguió, cada vez con más fuerza y sin nada de cuidado. Sin importarle mis gemidos desgarradores, mezclados con un poco de dolor y mucho deseo.

Mis manos se aferraron a las sabanas blancas de seda, y mis pechos chocaban con este.

Gemidos incontrolables salían de mi boca, gemidos que se mezclaban con los de Enzo.

Las palmas de Enzo en mi culo, el ruido de nuestros cuerpos chocando y los gemidos, jadeos y gruñidos inundaban cada rincón se la habitación. Y estoy segura que se oía en mas lados de la casa.

𝐎 𝐋 𝐃 𝐄 𝐑 || 𝖤𝗇𝗓𝗈 𝖵𝗈𝗀𝗋𝗂𝗇𝖼𝗂𝖼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora