Tʀᴇɪɴᴛᴀ ʏ sɪᴇᴛᴇ |𝟑𝟕|

5.6K 467 119
                                    

–Entonces, ¿Me perdonas?–dijo Enzo destapándose los ojos, dejándome ver una cena con velas en la cocina de casa.

Con mantel nuevo y todo.

Y menos mal, porque después que la exquisita se nos quemo con Juani, no comimos, y estaba por morirme del hambre.

–Enz...

–Sé que no puedo comprar tu perdón con esto, pero Jose, en serio perdón, no lo voy a volver a hacer–hablo desesperado mientras jugaba con sus dedos. Cómo un nene nervioso luego de que lo descubren pintando las paredes de su casa.

–Enzo–le di un corto beso para callarlo y así luego quedar a unos pocos centímetros de su rostro–Te perdono, pero no vuelvas a hacerlo.

–Nunca–afirmo él con una sonrisa para luego pegar nuestros labios en un dulce beso.

–¿Qué cocinaste?–le pregunté una vez que nos separamos.

–Toma asiento y mira.

Me senté en una de las sillas, enseguida vino él con un plato de ravioles.

–¿Cocinaste vos?–dije una vez que él había repartido los platos y tomo asiento al frente mío.

–Obvio chiquita, con estas que te gustan a vos–dijo mostrándome sus manos. No pude evitar sonrojarme. Baje la cabeza, enfocando mi vista al plato y ganándome una risa de su parte.

–Mmm–murmulle masticando una pieza de esa pasta–Muy bueno–dije una vez que ya había tragado.

Enzo me guiño un ojo, no podia contestarme porque lo cache masticando.

–No te conte...–dijo, ganándose mi atención–Capaz sentís que es muy rápido y si no queres esta perfecto, pero, mis papas quieren conocerte en alguna de estas semanas.

Toda el agua que estaba tomando salió disparada por mi nariz, claramente Enzo se me cago de risa.

–S-Si, obvio–dije tosiendo, llevándome una servilleta a los labios.

–Ese "Si obvio" sonó como si te estuvieran metiendo un palo en el orto. De verdad, si no queres no pasa nada.

Me dio risa la expresión que uso, amaba que se le hayan pegado muchas cosas de mi vocabulario.

–Si, obvio que quiero. Solo no me lo esperaba–dije tomándolo de una mano y sonriéndole.

La cena había pasado y cada segundo me volvía a enamorar más de él. Eso me asustaba, pero al mismo tiempo me emocionaba.

Hablamos un poco de todo; que mañana estaría muy ocupado con trabajo, pero que haría algún lugarcito en su agenda para merendar conmigo.

Me encontraba sola en su cuarto, acostada. Enzo dijo que en un rato subía, así que deje que el sueño me ganara y decidí ir a dormir.

Cerré mis ojos pero no podia irme a dormir con la sed que tenia. Aunque los ravioles le habían quedado buenísimos, también se le había pasado un poquitito la sal. Y como tan buena que soy, no le dije nada.

𝐎 𝐋 𝐃 𝐄 𝐑 || 𝖤𝗇𝗓𝗈 𝖵𝗈𝗀𝗋𝗂𝗇𝖼𝗂𝖼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora