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Desperté desorientado. Supuse antes de dormir que al despertar vería la habitación del pequeño Clay Fall, en lugar del familiar y mundano apartamento de Clay Berry.
Miré a mí alrededor, sintiendo que acababa de dormir sin descansar.
Luz tenue de la mañana y el frío me tomaron por sorpresa.
—Boludo... qué sueño tan raro —musité con pesadumbre.
Después de todo sí estaba soñando. Soñando que era otra persona completamente distinta. Dormido en un escenario tan real que asustada de veras.
El alivio de estar en mi mundo, hecho que debía ser motivo de celebración, no duró realmente nada. Todo fue opacado por la oscura mancha de humedad en los cojines de sofá.
—Che, ¿será posible? —hablé con voz alta, sorprendido.
Me levanté a ver el desastre. En el sofá se extendía la humedad propia de la orina. Esto no me pasó nunca antes, o no dentro mi uso de memoria. ¿Fui al baño en alguna vez en ese sueño? Sí, lo hice. Después de la cena. No era relevante pero lo recordaba.
De hecho, recordaba casi todo el sueño. Eso jamás sucede, yo jamás puedo recordar lo que veo al dormir. Tan particularmente vívido resultó este último que me era imposible no rememorar con facilidad desde el comienzo hasta el final cada aspecto del acontecimiento.
Una parte de mi sentía vergüenza, imposible negarlo. Pero mi primer instinto, en lugar de bañarme o poner a secar los cojines, fue tomar un cuaderno en el que empecé a redactar la odisea.
Después, cuando el olor interrumpió mi redacción, tomé la necesaria ducha y me dediqué a la limpieza del mueble.
Acabé desayunando a avanzadas horas de la tarde. Después de bañarme y limpiar, el cuaderno me mantuvo absorto. Era sorprendente mi rapidez y falta de titubeo con la que redacté todo. A pesar de los errores de ortografía, tan inevitables a veces como las hormigas desfilando sobre mis platos sin lavar en el mesón de mi cocina.
La muñeca la tenía en tensión para cuando acabé. Era fascinante, ni un recuerdo del día anterior podría describirlo con esta precisión. Ni hablar de un sueño. Todo lo que englobaba mi aventura parecía el guion de una película de ciencia ficción.
Me aparté del escritorio frotándome los ojos con las palmas. ¿Fue realmente un sueño? La respuesta obvia debía ser SÍ.
La respuesta que creía, para mi desgracia, era NO.
Está puesta en juicio mi cordura por contarte todo esto. Lo reconozco. Y aunque crees que quiero vivir en una mentira, era para mí completamente imposible la posibilidad de que una experiencia tan real pudiera resultar todo lo contrario.
Sin embargo, tenía un punto en contra bastante fuerte: el tiempo.
La noche pasada (la que siento como la noche antes de ayer) era el 27 de enero. Hoy, al despertar, es el 28 de enero. Según mi cerebro, viví un día de más. Hoy debería ser el 29 de enero.
Esto, a su vez, me confirma que mis preocupaciones de que la mente del otro Clay, de Clay Fall, estuviera usando mi cuerpo eran infundadas. No únicamente porque era descabellado, sino también porque Clay Fall no existía. Ni tampoco Benjamín Fall, ni Adan o Elvira Fall. Eran personas falsas... ¿cierto?
Llámame loco si te siente cómodo. Pero no estaba convencido de la inexistencia de esas personas.
Vagué por internet el resto de la tarde, buscando, escudriñando, revolviendo hasta encontrar cualquier cosa que conectara mis sueños con la realidad. No en balde, pues los encontré.
Ambos eran un matrimonio. Tenían un hijo de 20 años. Encontré sus fotos, sus redes sociales... eran ellos. No existía duda. ¿Y dónde estaban? Según internet, en Canadá.
Dirás que es coincidencia, dirás que es normal que un matrimonio con un hijo varón tengan exacto el mismo nombre que una pareja de mi sueño. Yo te diré, en mi defensa, que no solo el nombre coincidía, también lo hacían los rostros. Benjamín se veía como una versión más adulta de sí mismo. Su robustez pasó a convertirse en musculatura. Los señores Fall se veían más avejentados.
Aunque, para mi mala suerte, no encontré tampoco información que señalara la adopción de ningún hijo.
Al buscar los nombres de los países que vi en mi sueño tampoco encontré nada.
La situación era ridícula. Soñé con personas que jamás vi, que están en la otra punta del continente, salvo que en edades distintas. Los soñé en un país diferente, un continente extraño, desconocido para mí.
Finalmente, el hambre llegó. Cené abundantemente, me tomé un mate caliente. Antes de que pudiera evitarlo ya estaba bostezando de sueño.
Me era también inconcebible que hubiera pasado todo el día pensando, escribiendo e investigando sobre el asunto. Me dolía la cabeza, la muñeca derecha molestaba y los ojos a estas alturas daban puntadas. Aún en la cama, antes de caer dormido por la fatiga mi mente no se detenía.
<<¿Esto tendrá conexión con los mundos paralelos o con los viajes astrales? Otro tema qué investigar mañana>>
Me sumergí en un mar helado, de eso iba mi sueño esta vez.
El cielo sobre mí era negro, nublado, relampagueante.
Tiburones presumían sus aletas en torno a mí, nadando en círculos sin atacar.
Me asusté, no tanto por la desesperanza que la escena transmitía, sino por una corriente marina que me atrapó como lo hace una partícula de polen en una ventisca; me llevó y me hundió en las profundidades, en un mar tan negro y tan frío que dolía.
Al despertar, lo primero que vi fue la habitación de Clay Fall.

DEL OTRO LADO NO SOY YO MISMO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora